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Producir los propios alimentos en plena crisis

En la crisis agravada por la pandemia muchos pelean contra la adversidad
Miércoles, 30 de diciembre de 2020 20:04

Una humilde familia de San José de Metán es un claro ejemplo de cómo la crisis afectó a uno de los sectores más vulnerables: los trabajadores rurales. Trabajando unidos y con esfuerzo pudieron darle pelea a la adversidad, frente a la crisis económica y a la falta de trabajo, situaciones que se agravaron durante la pandemia por la COVID-19.
Sebastián Grandiller, tiene 41 años, es changarín y puestero de campo. Con su pareja y compañera inseparable, Cintia Martel, de 30 años, tienen dos hijos: Guadalupe, de 10 años y Lautaro de 9.
La familia vive en el barrio Las Delicias de la localidad del sur provincial, en la casa que pertenece al padre de Sebastián.
“La pandemia nos golpeó duro a todos, pero no nos quedamos quietos porque necesitábamos subsistir y llevar el pan a nuestra mesa. Con mi señora trabajamos juntos cortando el pasto en las casas, pero con el coronavirus eso se detuvo durante casi todo el año porque la gente, por miedo a contagiarse, no quería que nadie ingresara a sus viviendas. Recién para estas fiestas de Fin de Año se pudo retomar esa actividad”, dijo Grandiller a El Tribuno.
Cuando se desató la crisis sanitaria un vecino metananse solidario le cedió en préstamo a la familia un terreno ubicado en las márgenes del río Conchas, al noreste de Metán, en una zona conocida como “Las Chancherías”.
“Justamente en marzo cuando comenzó lo del coronavirus ya estábamos limpiando el terreno con mi mujer y mis hijos que nos ayudan y siempre están con nosotros. Armamos un chiquero para criar chanchos y corrales para las gallinas”, dijo Sebastián, quien no podía conseguir trabajo como puestero de campo, trabajo que ya había desarrollado por años, por ejemplo, en Campo Quijano.
En ese lugar de Metán se produce frente a muchas adversidades. La tierra está mezclada con arena y falta el agua porque solamente hay una acequia con muy poco caudal, que se corta con frecuencia. A esto se suma la sequía que hubo durante todo el 2020, por lo que el río Conchas, ubicado muy cerca, no lleva agua en ese sector.
“A esto lo hicimos con mucho esfuerzo y con lo poco que teníamos. Pero ya tenemos unos chanchos y gallinas. También pudimos construir una pequeña laguna, que nos costó mucho trabajo, para que los animales no se queden sin agua”, dijo Cintia Martel.
En el lugar hay muchas cosas recicladas, una pequeña casa prefabricada y sectores cubiertos con silos bolsas. En muchas ocasiones la familia se queda a dormir ahí para no descuidar lo poco que tienen.
Siempre hay mucho por hacer en el lote que tiene unos 40 metros de largo por 50 de ancho.
“Hace más de un mes comenzamos con el armado de una huerta. Cerramos un sector con plástico para que no ingresaran los animales y plantamos zapallo, maíz, sandía, batata y pimiento, entre otras verduras. Las semillas son de las que otorga el INTA Metán y otras conseguimos. Esta zona es muy seca y nos está costando mucho porque regamos a mano, utilizando baldes y tachos, pero creo que nos va a ir bien”, señaló Grandiller.
Los animales y las verduras que producen son para la alimentación de la familia. “Con mi señora también seguimos cortando el pasto y con eso podemos obtener lo necesario para comer. La pandemia no nos detuvo y queremos hacer crecer este lugar en el que criamos animales y comenzamos con la huerta”, destacó con entusiasmo el vecino metanense.
Cuando El Tribuno realizaba la nota, Cintia, llamó a los gritos a Sebastián, quien acudió de inmediato con un palo para matar una víbora yarará que estaba adentro de la pequeña laguna.
“Estamos juntos en este desafío familiar que comenzamos en plena pandemia. Nosotros somos trabajadores y honestos y eso se lo enseñamos a nuestros hijos. Cobré el IFE tres veces y la asignación por nuestros chicos es de $6.000. Eso no nos alcanza para vivir. Queremos desarrollar la huerta y la crianza de nuestros animalitos para que tengamos un futuro mejor”, dijo Cintia Martel.

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Una humilde familia de San José de Metán es un claro ejemplo de cómo la crisis afectó a uno de los sectores más vulnerables: los trabajadores rurales. Trabajando unidos y con esfuerzo pudieron darle pelea a la adversidad, frente a la crisis económica y a la falta de trabajo, situaciones que se agravaron durante la pandemia por la COVID-19.
Sebastián Grandiller, tiene 41 años, es changarín y puestero de campo. Con su pareja y compañera inseparable, Cintia Martel, de 30 años, tienen dos hijos: Guadalupe, de 10 años y Lautaro de 9.
La familia vive en el barrio Las Delicias de la localidad del sur provincial, en la casa que pertenece al padre de Sebastián.
“La pandemia nos golpeó duro a todos, pero no nos quedamos quietos porque necesitábamos subsistir y llevar el pan a nuestra mesa. Con mi señora trabajamos juntos cortando el pasto en las casas, pero con el coronavirus eso se detuvo durante casi todo el año porque la gente, por miedo a contagiarse, no quería que nadie ingresara a sus viviendas. Recién para estas fiestas de Fin de Año se pudo retomar esa actividad”, dijo Grandiller a El Tribuno.
Cuando se desató la crisis sanitaria un vecino metananse solidario le cedió en préstamo a la familia un terreno ubicado en las márgenes del río Conchas, al noreste de Metán, en una zona conocida como “Las Chancherías”.
“Justamente en marzo cuando comenzó lo del coronavirus ya estábamos limpiando el terreno con mi mujer y mis hijos que nos ayudan y siempre están con nosotros. Armamos un chiquero para criar chanchos y corrales para las gallinas”, dijo Sebastián, quien no podía conseguir trabajo como puestero de campo, trabajo que ya había desarrollado por años, por ejemplo, en Campo Quijano.
En ese lugar de Metán se produce frente a muchas adversidades. La tierra está mezclada con arena y falta el agua porque solamente hay una acequia con muy poco caudal, que se corta con frecuencia. A esto se suma la sequía que hubo durante todo el 2020, por lo que el río Conchas, ubicado muy cerca, no lleva agua en ese sector.
“A esto lo hicimos con mucho esfuerzo y con lo poco que teníamos. Pero ya tenemos unos chanchos y gallinas. También pudimos construir una pequeña laguna, que nos costó mucho trabajo, para que los animales no se queden sin agua”, dijo Cintia Martel.
En el lugar hay muchas cosas recicladas, una pequeña casa prefabricada y sectores cubiertos con silos bolsas. En muchas ocasiones la familia se queda a dormir ahí para no descuidar lo poco que tienen.
Siempre hay mucho por hacer en el lote que tiene unos 40 metros de largo por 50 de ancho.
“Hace más de un mes comenzamos con el armado de una huerta. Cerramos un sector con plástico para que no ingresaran los animales y plantamos zapallo, maíz, sandía, batata y pimiento, entre otras verduras. Las semillas son de las que otorga el INTA Metán y otras conseguimos. Esta zona es muy seca y nos está costando mucho porque regamos a mano, utilizando baldes y tachos, pero creo que nos va a ir bien”, señaló Grandiller.
Los animales y las verduras que producen son para la alimentación de la familia. “Con mi señora también seguimos cortando el pasto y con eso podemos obtener lo necesario para comer. La pandemia no nos detuvo y queremos hacer crecer este lugar en el que criamos animales y comenzamos con la huerta”, destacó con entusiasmo el vecino metanense.
Cuando El Tribuno realizaba la nota, Cintia, llamó a los gritos a Sebastián, quien acudió de inmediato con un palo para matar una víbora yarará que estaba adentro de la pequeña laguna.
“Estamos juntos en este desafío familiar que comenzamos en plena pandemia. Nosotros somos trabajadores y honestos y eso se lo enseñamos a nuestros hijos. Cobré el IFE tres veces y la asignación por nuestros chicos es de $6.000. Eso no nos alcanza para vivir. Queremos desarrollar la huerta y la crianza de nuestros animalitos para que tengamos un futuro mejor”, dijo Cintia Martel.

Creció el número de huertas en las casas

Las huertas familiares y comunitarias resultaron una salida económica para cientos de familias.

Como un positivo fenómeno paralelo a la pandemia, el ingeniero Gustavo Chavarri, técnico del INTA Metán, informó que creció notablemente el número de huertas familiares e institucionales. 
“En la temporada otoño-invierno se lograron 700 huertas entre familiares y las de instituciones como la cárcel, merenderos y centros vecinales. Como ejemplo, está la huerta comunitaria que se hizo en el centro vecinal del barrio San Cayetano. Fueron con especies como lechuga, acelga, zanahoria, remolacha, cebolla, arveja, rabanito, repollo y perejil”, destacó Chavarri.
El ingeniero aseguró también que forma parte de un ambicioso proyecto del hospital Del Carmen del que participa el INTA Metán. También se van a armar huertas en el nosocomio y en el centro de salud de barrio El Crestón, como parte de este apoyo a la comunidad.
También anunció que ya se está acondicionando un sector para desarrollar una huerta en el centro vecinal de la Villa San José.
“También se realizó una jornada de capacitación en Río Piedras y Lumbreras y entregamos semillas para 150 familias. Las especies son tomate, pimiento, albahaca lechuga, acelga, perejil, berenjena, poroto, chaucha, maíz para choclo, melón, sandía zapallito y zapallo”, concluyó Chavarri, quien destacó el trabajo conjunto que se hace con las municipalidades de la zona.
 

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