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Hay que analizar sectorialmente la situación en la que se aplica esta herramienta: el Gobierno nacional lo que hace es mostrar un política tendiente a atacar un problema al que evalúa como primordial en este momento porque considera que a la gente no le alcanza la plata para comer.
Bajo esa línea, decide sacar esta tarjeta alimentaria que es una buena noticia, pero siempre y cuando sea una solución de corto y mediano plazo hasta que la economía arranque y no que se institucionalice como una ayuda más que permanece indefinidamente en el tiempo.
Por definición, todas las ayudas sociales tienen un principio y un final en cualquier lugar del mundo.
Hay que entender que estamos en un momento en el cual hay una problemática alimentaria tremenda que se va a atacar con esta tarjeta y, desde ese punto de vista, está bien, es buena la idea.
Pero también hay que entender que es una solución de corto plazo a un problema que debe ser solucionado estructuralmente, o sea apuntando a generación de empleo y a desarrollo económico.
Hay que tener en cuenta que estas son soluciones de forma, no de fondo y que, como cualquier país en el mundo hay que generar empleo porque no existe un país en el cual la ayuda social se mantenga indefinidamente a lo largo de los años.
Hay otro punto importante, que es que hay que controlar que el gasto de las tarjetas se haga como el plan lo diagrama y que no haya distorsiones en las compras que realizan los beneficiarios.