¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

20°
24 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

La sufrida marcha del Gral. Belgrano sobre Salta

Derrotado en Tucumán, Tristán huyó a Salta pero tras él venía Belgrano.
Domingo, 16 de febrero de 2020 00:47

Luego de la derrota sufrida en Tucumán (24.09.1812), el ejército realista comandado por Pío Tristán, retrocedió rumbo a Salta. En quince días alcanzó el río Pasaje, pero al Ejército del Norte hacer el mismo tramo, le llevó sesenta días por culpa de las lluvias.
La resolución de Belgrano de marchar tras los realistas desde Tucumán a mediados de diciembre de 1812, fue sumamente riesgosa y peligrosa. Al momento de su partida, su peor enemigo no era el Ejército Realista de Pío Tristán, que ya ocupaba Salta, sino las lluvias y las crecientes de los ríos.
Tristán, después de la derrota sufrida en Tucumán, había abandonado precipitadamente esa ciudad el 25 de septiembre, a días de iniciada la primavera y cuando aún no habían llegado al norte las lluvias del verano. Y quizá por eso, reventando hombres y bestias, hizo las 80 leguas que por entonces separaban a Tucumán de Salta, en algo más de 20 días. Seguramente le preocupaba más la proximidad del estío que la tardía persecución iniciada por Belgrano, y mal ejecutada por Díaz Vélez.
Y tenía razón Tristán. Las lluvias estaban a la vuelta de los cerros y una pequeña tardanza podría haberle complicado su retroceso a Salta.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

Luego de la derrota sufrida en Tucumán (24.09.1812), el ejército realista comandado por Pío Tristán, retrocedió rumbo a Salta. En quince días alcanzó el río Pasaje, pero al Ejército del Norte hacer el mismo tramo, le llevó sesenta días por culpa de las lluvias.
La resolución de Belgrano de marchar tras los realistas desde Tucumán a mediados de diciembre de 1812, fue sumamente riesgosa y peligrosa. Al momento de su partida, su peor enemigo no era el Ejército Realista de Pío Tristán, que ya ocupaba Salta, sino las lluvias y las crecientes de los ríos.
Tristán, después de la derrota sufrida en Tucumán, había abandonado precipitadamente esa ciudad el 25 de septiembre, a días de iniciada la primavera y cuando aún no habían llegado al norte las lluvias del verano. Y quizá por eso, reventando hombres y bestias, hizo las 80 leguas que por entonces separaban a Tucumán de Salta, en algo más de 20 días. Seguramente le preocupaba más la proximidad del estío que la tardía persecución iniciada por Belgrano, y mal ejecutada por Díaz Vélez.
Y tenía razón Tristán. Las lluvias estaban a la vuelta de los cerros y una pequeña tardanza podría haberle complicado su retroceso a Salta.

Paso a paso

Pero si bien el ejército realista logró sortear las lluvias con lo justo, Belgrano se topó con todas. El lodazal le impidió, entre Tucumán y el río Pasaje, marchar a más de 3 kilómetros por día. Y así, a un mes de su partida, aún no había logrado trasponer el río Tala (100 km), pues lo habían retenido demás los ríos Tapia, Vipos, Choromoros y Acequiones. Luego de El Tala, Belgrano siguió su lenta y penosa marcha hasta que, a casi dos meses de andar, entre el 8 y 9 de febrero, llegó al río Pasaje, el más caudaloso de la región.

Tristán en Salta

Mientras tanto en Salta, Tristán (15.10.1813) había recibido de Potosí, refuerzos de Goyeneche. Aquí ya estaba el batallón Paucartambo y en Jujuy el Azángaro. Además, del virrey Abascal le habían llegado dos órdenes: acantonar en Salta y reforzar el Fuerte de Cobos para cortar el paso de los patriotas. Pero Tristán hizo oídos sordos, quizá creyendo que Belgrano no podría con el río Pasaje, y por ende, dejó a la buena de Dios esta región y la de Cobos.

El plan de doña Carlota

Don Bernardo Frías dice: “Quería cumplir (Pío Tristán) el plan primitivo acordado con la hermana del rey, doña Carlota de Borbón, de ahogar y rendir Buenos Aires con las fuerzas de los dos virreinatos, más el auxilio del ejército portugués”.

Y así fue que el Ejército del Rey quedó en Salta a la espera del otoño para volver sobre Tucumán. Según Frías, en Salta “el recinto del cabildo, la plaza mayor, los conventos de La Merced y San Francisco y el hospital de San Bernardo, se transformaron en cuarteles de las tropas realistas; mientras Tristán y sus oficiales se dieron por completo a interminables diversiones y al goce de los halagos que les ofrecía la sociedad de Salta y la estación misma del año. Con esto, quedó la ciudad muy poblada y la sociedad muy completa con lo mejor de sus damas; y con el arribo del general y su ejército -que con las fiestas querían desvirtuar la derrota de Tucumán-, sucediéronse los bailes, los paseos, los banquetes y demás pasatiempos de grandes espectáculos. Hízose en la plaza (9 de Julio), un teatro para las comedias; donde se levantó, en honor de Tristán, un palco regiamente preparado y al cual concurría con las principales damas del partido realista; como las de la familia Costas, en cuya casa se hospedaba”.

A orillas del río Pasaje, juramento de obediencia a la Soberana Asamblea 

Luego de las ceremonia juramental, Belgrano bautizó al curso de agua “Río del Juramento”.

Faltaban veinte días para que Belgrano y Tristán se volvieran a ver en el campo de batalla. El primero, marchaba luchando a brazo partido contra su enfermedad y las inclemencias del tiempo, mientras el segundo, disfrutaba de las bondades del verano y de las buenas y distinguidas amistades salteñas.

Por fin, Belgrano y su Ejército del Norte llegaron a orillas del río Pasaje, agotados tras haber cruzado varios ríos crecidos: Rosario, Naranjo, Yatasto, Metán, Conchas, Las Tipas, Las Piedras y Blanco. 

Ahora estaban frente al Pasaje, el más caudaloso de la región y que también estaba crecido e iba “banda a banda”. De inmediato, el 9 de enero, Belgrano ordenó comenzar a cruzar el río, tarea que concluyó dos días después, el 11 de febrero. Luego de semejante esfuerzo, el ejército hizo un alto en la huella para descansar. El 13 de febrero Belgrano hizo formar una parada en cuadro, como era habitual en determinadas ceremonias. Esta vez era para reconocer a la Soberana Asamblea constituida en Buenos Aires el 31 de enero de 1813.

El río Pasaje

Siguiendo al historiador Luis Colmenares, “al comenzar la ceremonia en la banda norte del río, Díaz Vélez, seguido de música y escolta entró al cuadro llevando la bandera celeste y blanco que había inventado Belgrano. 

Una vez en su presencia, Belgrano desenvainó su espada y señalando con ella la bandera exclamó: Este será el color de la nueva divisa con que marcharán al combate los defensores de la Patria. Juró obediencia a la Soberana Asamblea, tomó el juramento individual a los jefes e interrogando luego a las tropas si juraban también obediencia, respondieron que lo juraban.

Acto seguido, Belgrano dispuso que uno de sus ayudantes, sosteniendo el pabellón celeste y blanco, a baja altura y asentando el mismo General, la hoja de su espada sobre el asta, de manera que formara una cruz, bajo aquel árbol corpulento de la margen del río, ordenó desfilara el ejército ante su presencia y llegando ante aquella cruz militar, cada soldado, inclinándose sobre ella, la besaba y seguía.... 

La operación duró dos horas, terminada la cual, el General Belgrano dispuso se grabara en el tronco de aquel árbol una inscripción que decía: “Río del Juramento”.

Concluida tan emotiva ceremonia, el Ejército del Norte reinició la marcha sobre Salta. Faltaban siete días para que Manuel Belgrano y Pío Tristán de nuevo se volvieran a encontrar en el campo de batalla. 

Fidelidad a la Monarquía 

Los días de mayor regocijo de Tristán en Salta fueron el 30 y el 31 de enero. Mientras Belgrano avanzaba pese a la enfermedad y el lodo, aquí llegó una orden del virrey Abascal: los realistas debían jurar fidelidad a la nueva Constitución Monárquica de España. Para eso, en la plaza mayor (9 de Julio) se levantó un gran entablado para la ceremonia. Frente al Ayuntamiento (Cabildo), además de Tristán y otras autoridades, estuvieron las más distinguidas familias realistas de Salta y los soldados. Allí, el 30 de enero se leyó la nueva carta de España, y el 31 se le juró fidelidad en la Catedral vieja. “A mitad de misa -dice Frías-, prestando primero el compromiso el deán Isasmendi, a quien Satanás no le llevaba en orgullo y soberbia; y luego el gobernador; viniendo en seguida hacia él, las demás autoridades..., y acompañadas estas ceremonias de repiques, música militar, salvas de artillería, y dando fin con reparto de ramillete y con un suntuoso baile por la noche”.

PUBLICIDAD