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¿Invierto o no? la decisión crucial

Martes, 18 de febrero de 2020 00:00

¿Qué son las expectativas? Las expectativas son las conjeturas que nos hacemos las personas respecto a lo que puede ocurrir en el futuro más o menos inmediato. Por ejemplo, podemos considerar que "este año las cosas estarán o no mejores", o que "podremos o no concretar tal o cual proyecto". Claramente, estas expectativas no tienen apoyo en general en información estadística sino que se basan en nuestras "corazonadas", o bien en nuestra experiencia previa, si bien raramente esa experiencia previa está "tabulada", o sea la hemos registrado de manera sistemática.

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¿Qué son las expectativas? Las expectativas son las conjeturas que nos hacemos las personas respecto a lo que puede ocurrir en el futuro más o menos inmediato. Por ejemplo, podemos considerar que "este año las cosas estarán o no mejores", o que "podremos o no concretar tal o cual proyecto". Claramente, estas expectativas no tienen apoyo en general en información estadística sino que se basan en nuestras "corazonadas", o bien en nuestra experiencia previa, si bien raramente esa experiencia previa está "tabulada", o sea la hemos registrado de manera sistemática.

Los catalizadores

Quien haya tomado un curso de Economía, sea en el secundario o en alguna carrera de grado en Ciencias Económicas o simplemente esté relacionado con el mundo económico (o sea, todos nosotros en definitiva), se habrá familiarizado con los grandes temas que estudia esta disciplina, tales como los precios, el consumo, la inversión o el gasto público y el déficit fiscal, por ejemplo. Al abordárselos, por lo general, se aprecia que estos se conectan con algún otro, de modo que, por ejemplo, los precios se relacionan con los costos de producción y los márgenes de utilidad, o el consumo se vincula con los ingresos de las personas y sus disponibilidades previas en forma de ahorro (la "riqueza", como dicen los economistas).

Sin embargo, y como ocurre en la Química con sus reacciones -o sea, con la obtención de determinados productos que se originan en la combinación de ciertos elementos-, rara vez estas reacciones son "puras", en el sentido de que dependen solamente de los elementos que enseñan los manuales.

Por el contrario, en numerosos casos las reacciones son el resultado de la combinación de estos elementos, sí, pero unidos a la presencia de los "catalizadores", que son sustancias que aceleran estos procesos que de otra manera serían mucho más lentos.

Aunque esto parezca algo extraño, sin duda todos hemos "probado" estos catalizadores, ya que después de una comilona, al sentirnos con el estómago pesado, unas "mágicas" gotas o píldoras de un digestivo -tal vez un poco de bicarbonato de sodio con limón simplemente- nos proporcionan el alivio buscado; vale decir, hemos justamente acelerado la digestión que habría demorado penosas horas de molestias en ausencia de estos "catalizadores".

En la Economía pasa algo similar. Es cierto -y la mayoría de los economistas lo comparte- que el consumo de los bienes y servicios que adquirimos depende, para un dado nivel de los precios de estos productos, del ingreso que percibimos y de la disponibilidad de ingresos previos en la forma de ahorro (plazos fijos, por ejemplo). Sin embargo, no es menos cierto que nuestras decisiones de consumo también están influenciadas por "las expectativas" que tenemos de lo que puede pasar en el futuro próximo.

Así, si pensamos refaccionar nuestra vivienda y para ello necesitamos un crédito, seguramente tendremos en cuenta la inflación que prevemos y la tasa de interés que nos cobra o podría cobrarnos el banco, y muy probablemente, si no avizoramos el horizonte próximo muy claro, posterguemos nuestras decisiones "hasta que aclare".

El motor de la economía

De manera similar, los empresarios, que por lo general arriesgan cifras más elevadas que los consumidores individuales cuando van a realizar una inversión, muy probablemente sean tanto o más cautos que aquellos, a la vez que, a diferencia de los consumidores, no necesariamente están "obligados" a efectuar desembolsos, porque estos últimos no pueden prescindir de determinados bienes y servicios; esto es, se puede postergar la pintura de la casa u otra refacción, pero el pan, los productos cárneos y demás, no se pueden posponer, razón por la cual se sostiene que el consumo es más "estable" que la inversión, o que esta última es más "volátil" que el consumo.

Justamente, esta "volatilidad" de la inversión es la que explica -al menos en gran medida- el ciclo económico, que consiste en los períodos de expansión, amesetamiento, caída y nueva recuperación de la producción, el empleo y el consumo de las economías. Consecuentemente, cuando "las expectativas" son confusas o directamente negativas, especialmente para los empresarios, como consecuencia de una alta inflación, una política económica poco clara o directamente errada o, peor aún, agresiva hacia las empresas, la inversión decae y, al ser la inversión, además de motor de las economías, el componente que permite expandir la capacidad de producción, su disminución implica también una menor capacidad en todo sentido de producción y, consecuentemente, mayores costos.

A modo de ejemplo, piénsese lo negativo que representa la desinversión en ferrocarriles, puertos, aeropuertos, hidrovías, energía, etc. Claramente, los fletes son más caros, la energía no se recibe de manera fluida en las empresas y así sucesivamente, lo que representa mayores costos y precios, y si esto se profundiza, este fenómeno representa un componente importante de la inflación.

El "capital empresarial"

Aunque últimamente los textos de Economía le ponen mayor atención al papel de los empresarios en las economías, es bastante común leer u oír de boca de los economistas que "la producción se lleva a cabo con los recursos, trabajo y capital"; en estos casos se suele entender como capital el equipamiento de las empresas junto al "capital de trabajo", vale decir, los fondos necesarios para los pagos inmediatos necesarios para el proceso de producción.

Sin embargo, es menos frecuente que se haga referencia al "capital empresarial" que el autor de estas líneas identifica con la "aptitud y disposición" de los empresarios para mantener, incrementar o reducir la producción de sus empresas.

Este "capital empresarial", claramente, no es menos importante que el capital físico (las máquinas) o el flujo monetario que acompaña el proceso productivo, porque los empresarios pueden y efectivamente lo hacen, llegado el caso, decidir producir menos o no hacerlo, y aun con la misma disponibilidad de máquinas y personal la producción consecuentemente se restringirá. Justamente, esta “aptitud y disposición”, cuando implica una negativa a la producción e inversión, explica por qué las economías, súbitamente, experimentan bruscas caídas en el PBI, aun cuando, al momento de experimentarse esta disminución, las ventas se mantenían en sus niveles, pero los empresarios advierten que “las cosas pueden empeorar” y consecuentemente “desensillan hasta que aclare”, postergando inversiones y ralentizando la producción.
Claramente, esta “aptitud y disposición” no es otra cosa que las expectativas, de las que se hablaba al principio, que Keynes denominaba “animal spirits” y que entusiasman o deprimen a los empresarios en relación con sus decisiones de producción e inversión.
Es claro que, más allá de las decisiones correctas en diferentes áreas de política económica que puedan contribuir a bajar la inflación y elevar la producción y el empleo, una medida por demás eficaz y “barata” es crear “expectativas favorables”, en términos de dar tranquilidad a la sociedad, asegurando el respeto a los derechos de propiedad, la libertad de comercio, el diseño de una imposición equilibrada y razonable, y otras que, plenamente insertas en las prescripciones constitucionales, le den certidumbre a los empresarios y consumidores de que las reglas de juego están para cumplirse y que el Estado es garante de los derechos de todos y no el factor desencadenante de la conculcaciones de esos derechos, con efectos retroactivos en numerosas oportunidades, además, y obvias consecuencias devastadoras sobre la economía.
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