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La pandemia exige un plan de emergencia económica

Nota editorial.
Domingo, 22 de marzo de 2020 02:11

El mundo está atravesando una crisis histórica. La epidemia de coronavirus COVID-19 se desencadenó en momentos de recesión en la economía global y obligó a adoptar decisiones extremas que paralizaron la producción de muchos sectores, afectaron el comercio internacional, incrementaron el gasto público y pusieron en jaque el empleo de millones de trabajadores. Muchos analistas económicos consideran que la caída de los mercados bursátiles provocará pérdidas superiores y con un impacto social más intenso que las que produjo el crack de 1929.

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El mundo está atravesando una crisis histórica. La epidemia de coronavirus COVID-19 se desencadenó en momentos de recesión en la economía global y obligó a adoptar decisiones extremas que paralizaron la producción de muchos sectores, afectaron el comercio internacional, incrementaron el gasto público y pusieron en jaque el empleo de millones de trabajadores. Muchos analistas económicos consideran que la caída de los mercados bursátiles provocará pérdidas superiores y con un impacto social más intenso que las que produjo el crack de 1929.

Para nuestro país, el nuevo escenario complica más aún problemas estructurales nunca resueltos.

La cuarentena dispuesta por el presidente Alberto Fernández apunta a frenar el contagio para evitar un colapso de los servicios hospitalarios. Nada garantiza el éxito, y todo anticipa muy graves problemas económicos en los próximos tiempos, pero es la única posibilidad de mitigar los efectos letales de la pandemia.

La gravedad de este brote se muestra con crudeza en Italia, que ayer por la mañana registraba más de 53.500 infectados y más de 4.825 muertos. En España ya hay cerca de 1.400 muertos y se espera un colapso del sistema sanitario, que obligará a seleccionar quiénes acceden a la terapia intensiva y quiénes quedan afuera.

El flagelo se abate sobre grandes países. China -donde el impacto inicial fue arrasador- y Corea del Sur lograron frenar la expansión del virus. Alemania y Francia soportan el avance de la enfermedad, pero hasta ahora, con estrategias consistentes, parecen sortear sus peores efectos. A su vez, el presidente de los Estados Unidos, Donald Trump, y el primer ministro de Gran Bretaña, Boris Johnson, minimizaron en un principio los riesgos y luego adoptaron decisiones cambiantes. América latina está conmocionada, por el temor, por la crisis generalizada de liderazgos, y porque los frágiles sistemas sanitarios de nuestros países son vulnerables frente a patógenos de vertiginosa transmisibilidad.

En un país con fuerte atraso en el sistema productivo, con un gasto que supera a los ingresos y que desde hace décadas redujo sistemáticamente el presupuesto para la modernización hospitalaria, la investigación y la medicina preventiva, disponer una cuarentena como la que estamos atravesando es una decisión de dimensión superlativa.

Paralizar la producción y el consumo acarreará el aumento de la caída del producto bruto de este año; la previsible disminución de la recaudación no podrá ser resuelta con más impuestos y, en este espiral recesivo, el gobierno deberá extremar los recursos para evitar el desabastecimiento y para garantizar la paz social.

Un informe de la consultora Idesa ofrece cifras alarmantes al respecto. El 55% de los jefes de hogar son empleados en relación de dependencia (16% de ellos, pobres); el 22% son empleados en negro (43% de pobreza) y el resto, cuentapropistas sin ingresos fijos (35% de pobres).

Esta realidad se manifiesta en los barrios de todo el país y exigirá al extremo al gobierno nacional, gobernadores e intendentes.

Las tensiones latentes llevaron ayer a la ministra de Seguridad, Sabina Frederic, a anticipar la posibilidad de que, si no se acata el aislamiento durante la cuarentena, se declararía el Estado de Sitio. En ese marco, el éxito o el fracaso dependerá de la autoridad del gobierno, la racionalidad de la gente y la mesura en la administración de recursos.

La cuarentena exige, también, urgentes medidas económicas, financieras y fiscales para aliviar el estado de quebranto de muchísimas empresas castigadas por la inactividad, la caída de la demanda y el deber de pagar salarios a los empleados a los que la cuarentena no les permite ir a trabajar.

En esa línea, los países vienen adoptando medidas. El presidente francés, Emmanuel Macron, afectó 300 mil millones de Euros para asistir a las empresas en crisis.

El gobierno argentino ha tomado una decisión correcta ante una epidemia que, seguramente, llegará a su pico en las próximas semanas. Pero deberá adoptar muchas otras previsiones y conformar un plan de emergencia económica para evitar otro colapso, social y productivo, en un año mucho más difícil de lo que esperábamos hace un mes.

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