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El país entre dos fuegos:el COVID-19 y la crisis social

Domingo, 26 de abril de 2020 00:55

La prolongación del aislamiento y la actividad laboral genera una situación latente de tensiones, violencia y deterioro de la calidad de vida. Estamos ante una tragedia excepcional que afecta al mundo. El coronavirus tiene las características de una bomba neutrónica, que elimina las vidas y deja intactas las estructuras físicas. El COVID-19 deja indicios claros del daño que podría causar a la humanidad una guerra bacteriológica. La mortalidad es relativamente alta en las personas vulnerables; es menos letal pero mucho más incontrolable que otros y los efectos que produce en el mundo desarrollado muestran sus consecuencias catastróficas.

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La prolongación del aislamiento y la actividad laboral genera una situación latente de tensiones, violencia y deterioro de la calidad de vida. Estamos ante una tragedia excepcional que afecta al mundo. El coronavirus tiene las características de una bomba neutrónica, que elimina las vidas y deja intactas las estructuras físicas. El COVID-19 deja indicios claros del daño que podría causar a la humanidad una guerra bacteriológica. La mortalidad es relativamente alta en las personas vulnerables; es menos letal pero mucho más incontrolable que otros y los efectos que produce en el mundo desarrollado muestran sus consecuencias catastróficas.

En nuestro país, luego de décadas de descuido de la salud pública, con una enorme grieta social producida por la ausencia de políticas de Estado en la investigación, producción industrial y prevención en materia sanitaria, el COVID-19 podría causar estragos comparables a los que se observan en Italia, España, EEUU y Brasil. Hasta ahora, la cuarentena se ha convertido en una cruzada aparentemente exitosa sobre la que el presidente Alberto Fernández sostiene que "es más importante la salud y la vida que la economía". Se entiende que la economía se degrade en estas circunstancias. No obstante, el deterioro de la economía argentina viene de hace tiempo y cada gobierno que pasó no hizo sino profundizarlo.

Tiene razón el presidente en cuanto a que la vida humana es más importante que lo material, pero también lo es que la destrucción del trabajo resulta arrasadora entre los sectores de menos recursos y que, en definitiva, también atenta contra la salud, la educación y la vida misma de muchísima gente.

Con el encierro, las denuncias por violencia familiar y de género crecieron un 39%. Con cientos de miles de empresas paralizadas o semiparalizadas, es claro que la cuarentena compromete la calidad de vida.

La consultora cordobesa Idesa estima que, de acuerdo al nivel que vaya alcanzando la caída del ingreso de los trabajadores informales, la pobreza puede crecer hasta el 48% y, en el caso de los menores de edad, hasta el 63%.

"El aumento de la pobreza obedece al confinamiento y no al coronavirus, y finalmente esto puede ser más pernicioso para la salud", sostiene en un informe. Su propuesta es que los trabajadores (no los sindicatos) y las empresas acuerden una flexibilización transitoria de los salarios y que se autorice mayor circulación de los trabajadores independientes. El Gobierno estima que la pobreza va a crecer el 10% y el Observatorio de la Deuda Social proyecta que ya llegó hasta el 45%.

Al deterioro que la inflación impone al ingreso salarial debe añadirse la realidad del trabajo en negro, que afecta a la mitad de los asalariados y cuentapropistas y a ese espectro informal denominado "trabajadores de la economía popular".

Pero, al mismo tiempo, debe contemplarse la situación de grupos familiares excluidos del trabajo y de la educación, es decir, millones de personas que sobreviven con ingresos ocasionales o planes asistenciales, y a las comunidades que quedan afuera de la Encuesta Permanente de Hogares, del Indec, y que constituyen un tercio de la población argentina. Las economías de subsistencia, probablemente, sientan menos que el resto los efectos de la cuarentena, pero son una muestra más de un Estado ineficiente, hoy conmocionado por una enfermedad inesperada.

El Estado argentino no se encuentra en condiciones de solventar esta crisis, entre otras cosas, porque jamás se creó un fondo de desempleo como lo hacen otros países con capacidad de ahorro. Sin recaudación ni crédito, con déficit proyectado del 6%, la emisión monetaria es el único recurso aplicado hasta ahora, aunque sus consecuencias económicas y sociales pueden ser destructivas. Es necesario entonces que las autoridades nacionales exijan colaboración y responsabilidad a los sectores menos afectados, como el financiero y el alimenticio, y que las políticas apunten a un sabio punto intermedio entre la disciplina sanitaria, los controles y el aislamiento, y la necesidad de alimento, trabajo y, en definitiva, de una vida un poco más previsible

 

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