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La casa de Rosa Sulca florece con la gratitud de sus exalumnos

Son los mismos que a través de las redes no dejaron que la impunidad triunfe.Son aquellos que en una noche de fuego echaron a los criminales de Villa Mitre.
Viernes, 15 de mayo de 2020 00:00

Los vecinos de Villa Mitre, en realidad los cientos de alumnos de una maestra del barrio cruelmente asesinada el 28 de abril pasado, trocaron la furia desplegada en tres jornadas en un mural de esperanza, de color y de gratitud.

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Los vecinos de Villa Mitre, en realidad los cientos de alumnos de una maestra del barrio cruelmente asesinada el 28 de abril pasado, trocaron la furia desplegada en tres jornadas en un mural de esperanza, de color y de gratitud.

La fachada de la casa de Rosa Milagro Sulca, la "seño", es hoy un collage de emociones, de anhelos, de pedidos de justicia, pero también el umbral para la paz necesaria para tantas mujeres de Villa Mitre, solidarizadas en las redes sociales, codo a codo, juventud con generaciones mayores, niños con adolescentes y abuelas, por qué no.

Tras la tormenta la calma se avecinó, pero no el olvido ni mucho menos el reclamo de justicia.

A poco más de dos semanas del brutal y evitable asesinato, a tantos días de un desgarrante pedido de auxilio de una mujer sola, mal interpretado en su génesis por el 911, la búsqueda de culpables entró en otra etapa en Villa Mitre. Por la causa solo quedaron dos detenidos, dos adolescentes. Esta semana liberaron a los policías que fueron hasta la vivienda pero no ingresaron la noche del crimen.

Ayer la casa de Rosa (Rosita) tenía otro semblante. Ya no estaban los cordones de las cintas perimetrales. Ese espacio abrió paso a quienes realmente no olvidan a la educadora, a una simple maestra barrial que aún en licencia atendía y ayudaba en tareas escolares -en su domicilio- a exalumnas y nuevas también, es decir niñas y adolescentes.

Quizá allí estuvo la respuesta joven, llena de fuerza y esperanzas que convocó a multitudes. Constituyeron a través de las redes un pedido de justicia inmediato, a los requerimientos morales de una sociedad pequeña pero que honró valores olvidados, adormecidos por vicios inmortales y la decadencia moral. Las flores, las cartas de los más grandecitos, ya adolescentes hoy, los mensajes escritos casi a garabato de los más pequeños. Los pedidos de justicia, los anhelos. Las fotografías y las flores conjugan en ese frente humilde el triunfo de las buenas costumbres.

No es honor a una muerte, no, es el reconocimiento a una vida. A la vida de una mujer, de una buena vecina que nunca debió partir de esa manera. Ayer decenas de personas pasaron por Amalia Aybar al 1400.

Muchos curiosos. La mayoría. Todos se consternaron ante tamaña muestra de amor, amor humilde, el de una flor silvestre depositada para la "seño" Rosita: presente.

Lección para un sistema ineficiente

La fiscal Verónica Simesen amplió el decreto de imputación y cinco personas más fueron imputadas en las últimas horas por el femicidio de Rosa del Milagro Sulca. Todos acusados de los delitos de incumplimiento de los deberes de funcionario público y abandono de persona seguido de muerte, ambos en calidad de autores.
Todos tienen alguna responsabilidad por lo acaecido la madrugada del martes 28 de marzo, cuando Rosa Sulca llamó desesperada y clamando por su vida.
Desde la comisaría 4, a metros de su casa, se dirigieron al lugar dos efectivos, tardaron solo cuatro minutos, aunque inexplicablemente -o no- se volvieron. 
Rosa Milagro Sulca, maestra de grado de la escuela Ejército Argentino, quedó de esa manera a merced de sus victimarios, uno de los cuales quedó registrado en el audio postrer de la mujer. 
Ese, su fallido intento por salvar su vida, quizá sea el primer paso para salvar otras vidas, otras tantas mujeres cuyo clamor jamás es registrado, pero que al final terminan siendo víctimas del mismo delito. La gratitud no es solo de sus exalumnos o vecinos. No.
 

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