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Verdad, belleza y creación

Miércoles, 20 de mayo de 2020 02:37

La ciencia y el arte son dos aspectos complementarios de esa única realidad que es el proceso creativo del ser humano en su titánica y utópica lucha por alcanzar la verdad y la belleza.

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La ciencia y el arte son dos aspectos complementarios de esa única realidad que es el proceso creativo del ser humano en su titánica y utópica lucha por alcanzar la verdad y la belleza.

La creatividad no puede darse en un mundo alucinado o alienado, oprimido o carente de libertad; la creatividad se basa en la reestructuración permanente de los datos elementales preconscientes que están en la base de todo gran descubrimiento o de toda creación artística de envergadura.

La actividad creadora queda, muchas veces, impedida de realizarse por la mala o incompleta formación, por la falta de habilidad técnica, por la naturaleza paradigmática del conocimiento que se ha incorporado y utiliza, por miedo a la heterodoxia, por no poder escapar a los cánones de una ciencia, de un arte o de una técnica incompleta, por angustia generada en la insatisfacción producida por la relativa efectividad de esos conocimientos.

La capacidad creadora interesó siempre a filósofos y artistas; más recientemente a los hombres de ciencia, economistas, militares y políticos. Actualmente, el poder defensivo y el nivel de desarrollo de un país depende, en gran medida, del conocimiento y de la capacidad creadora de sus hombres de ciencia y sus tecnólogos, que no difiere sustancialmente de la del artista; en ambos casos se vincula creatividad y pensamiento.

No hay creación sin formación, sin conocimiento y empleo de las técnicas, es decir, dominio del oficio; sin dura, tenaz y rigurosa disciplina; sin trabajo, sin sudor, sin una dosis de irracionalidad, sin una tensa implosión de la realidad, sin respeto por uno mismo y sin la intención de escrutar los propios fantasmas.

La actividad creadora es una de las respuestas que organiza el caos, que da direccionalidad a la existencia, que reencuentra los fundamentos del constructo de la humanidad, que da sentido a la vida.

El creador es una figura contradictoria en la que sobresalen lo instintivo y lo apolíneo, el subconsciente ciego y la razón luminosa; lleva en sus flancos incurables heridas y su tiranía es el uso casi absoluto de la libertad. La creatividad implica un deber ético en los pueblos en vías de desarrollo; ellos deben decidirse a pensar por ellos mismos. El conformismo inhibe la capacidad de creación sumada a la soterrada "ayuda" que nos proporcionan las redes informáticas constructoras del pensamiento único.

Ser original e independiente exige un esfuerzo casi heroico.

La creatividad no es una simple reorganización de las ideas sino que es, también, tránsito por un camino de evolución y enriquecimiento que supone ampliación de horizontes, apertura de puertas a nuevas empresas, desafiando los presupuestos del pensamiento, el desorden y el desequilibrio.

Tanto el creador artístico como el científico son personas capaces de creación de tipos estéticos. El hombre capaz de crear es aquel que en lugar de negar su personalidad, aspira a poseerse él mismo por entero con sus armonías y disonancias, se fascina con la paradoja y la contradicción, sabe que tras una confusión hay un orden no encontrado.

Uno de los mayores obstáculos para la creatividad, la transformación y el cambio son las defensas y el miedo del grupo social frente a lo nuevo y esto se origina en inconscientes angustias colectivas.

El trabajo y la actividad creadora es posibilidad de apertura para seguir teniendo proyectos; para insertarse en ellos, a pesar de que el ámbito laboral convencional sea negativo y aun cuando los espacios sociales habituales claudiquen o se deterioren. Cuando la perspectiva del tiempo comienza a ser tomada más en función de lo que falta por vivir y surge la conciencia de la finitud, más intenso debería ser el activismo, el entusiasmo que no sólo proviene de lo interno sino también de cuánto hay de creativo o de identitario en el acto de trabajar. Antes, mucho antes, de pensar en las posibles alternativas de despedirse de la vida con engreimiento, rezongo u honesto silencio y el aceptar el componente letal de la vida que es la pulsión de muerte, es bueno y trascendente justificar con actos creativos y buen trabajo nuestra propia historia individual. La capacidad a tiempo y en forma para reconocer la finitud de la existencia y aceptar la pena que este descubrimiento produce, es quizás, el mayor logro psicológico. Esto implica la aceptación de los límites de las capacidades físicas, intelectuales y emocionales en una síntesis que amalgama las adquisiciones con el enriquecimiento que acompaña al ejercicio de un sistema de ideales y valores. Es el momento en que se puede vislumbrar triunfo de la personalidad total durante la vida vivida.

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