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¿Y ahora?¿Cómo salimos de esta?

Sabado, 27 de junio de 2020 00:00

Aunque a muchos les desagrade, para bien o para mal, la economía siempre "marca la cancha" y antes o después nos recuerda que no podemos ignorar las limitaciones a las que nos enfrenta.

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Aunque a muchos les desagrade, para bien o para mal, la economía siempre "marca la cancha" y antes o después nos recuerda que no podemos ignorar las limitaciones a las que nos enfrenta.

Por cierto, esto no debería sorprendernos por cuanto los humanos necesitamos de bienes y servicios que no pueden ser tomados de la naturaleza simplemente sino que deben ser producidos.

Debemos recordar que, según la Biblia, nos echaron del paraíso y en consecuencia tenemos que ganarnos el pan con el sudor de nuestra frente, además, claro está, de ganar el pan de los "ñoquis" y similares que lo obtienen gracias también al sudor nuestro.

Sobre llovido...

Por cierto, ante la irrupción de la COVID-19, no obstante que muchos gobiernos y el de la Argentina en particular consideraron que había que atender la salud de la población dejando de lado las inevitables repercusiones sobre la producción, lo mismo la economía se hizo presente, ratificando el principio de que "no hay platos de comida gratis", al menos para el conjunto de la sociedad, ya que lo que una parte de ella consume sin producir, debe ser cubierto por quienes están obligados en consecuencia a producir más de lo que consumen.

Sin embargo, la actitud de los gobiernos, no solo no vino a solucionar el problema generado por los que "no ganan el pan", sino que implicó que tampoco los que lo fabricaban podían seguir produciéndolo porque debíamos permanecer todos en nuestras casas.

El resultado fue que, aunque el Gobierno, forzando las imprentas de crear dinero procuró allegar a los bolsillos de una gran parte de la población sus ingresos habituales, la producción detenida y rápidamente menguante, al repartirse entre la misma población, exigía que le tocara menos a cada uno, y la forma en que esto se consigue en las economías es con subas de precios tal como ocurre en una subasta.

En otras palabras, la conducta del Gobierno ocasionó un impulso a la inflación.

Opiniones para todos los gustos

Frente al problema creado, como ocurre frecuentemente en economía, aparecieron "las dos mitades de la biblioteca", entre quienes alertan que la expansión monetaria es necesariamente inflacionaria, y los que opinan que, ante la caída en la producción, el estado debe tomar la iniciativa y esforzarse por incrementar el gasto público o, cuanto menos, mantenerlo, financiando su déficit mediante la creación de billetes.

Desde estas columnas se han planteado estos dos puntos de vista en numerosas oportunidades, llamando "ortodoxo" al primer enfoque, y "keynesiano" al segundo.

Sin embargo, también se enfatizó que Keynes recomendaba, efectivamente, que el Estado "tomara la posta" cuando, como en la gran crisis de 1929, las familias estaban atemorizadas por la irrupción de la crisis y se resistían a gastar temiendo endeudarse y perder luego sus empleos, conservando por lo tanto su riqueza en efectivo, a la vez que las empresas, justamente por la retracción del consumo, tampoco invertían ni incrementaban su producción, estando además congelado el comercio exterior por parecidos temores de unas naciones respecto a las demás.

Evidentemente entonces, el único actor que quedaba para "hacer algo" era el Estado, el que, con el empujón de un mayor gasto podía lograr "arrancar la economía", en momentos en que el gasto público representaba alrededor del 10% del PBI.

Como Keynes decía, "la economía tiene un problema con el alternador y hay que empujarla para que arranque".

Por cierto, en la Argentina de hoy, el gasto público está bastante cerca del 50% del PBI, o sea, muy alejado de aquel 10%, a la vez que ni las familias tienen temor de consumir, ni las empresas están acobardadas de invertir y producir, toda vez que la parálisis en la producción no es el resultado de sus temores o desconfianzas, sino de prohibiciones directas del gobierno.

Que el Gobierno entonces imagine que en una economía como la nuestra, con una conducta inflacionaria casi centenaria, imprimir dinero irrefrenablemente es inocuo, o que tal conducta responde a "enfoques keynesianos", es un disparate absoluto, además de una conducta irresponsable en exceso.

En el atolladero

Sin duda, la forma de salir de este atolladero es aceptar, en primer lugar, que el gobierno nos ha metido en él sin ninguna necesidad, porque, desde la opinión de prestigiosos científicos y premios Nobel hasta la confirmación palmaria de la experiencia, ha quedado demostrado que las medidas necesarias y suficientes pasaban simplemente por el distanciamiento social y el uso sistemático de los tapabocas, además de una concienzuda campaña de esclarecimiento de las fuentes y formas de contagio, efectuando testeos y otros controles, a la vez que se habilitaban salas de dimensiones adecuadas por ejemplo, las cuadras de los cuarteles- para la eventualidad de que fuera necesario reunir muchas personas con síntomas y evitar su hacinamiento en lugares más reducidos como los hospitales, mientras se les prodiga atención.

Conforme lo señalado, parece entonces que la forma más sencilla de superar este problema es simplemente volviendo sobre los pasos dados.

Vale decir, reabriendo las fuentes de trabajo y las actividades recreativas, deportivas, etc., tomando los recaudos necesarios, de modo tal que la economía y la sociedad retomen su actividad lo más pronto y al mayor ritmo posible.

No escapa a nadie que, por ejemplo, el turismo y la gastronomía han incrementado fuertemente su participación en todas las economías en general, representando para muchas provincias una porción apreciable de su producto bruto geográfico o PBG el equivalente provincial del PBI. 

De este modo, el cierre de restaurantes, hoteles, la prohibición de la circulación de los medios de transporte, etc., les representa un golpe mortal. 

Cabe valorar, por supuesto, que en algunas provincias, como nuestra Salta, la firme posición de las cámaras empresarias ha posibilitado que las autoridades tomen nota del daño que las condiciones extremas iniciales de las medidas sanitarias generaban en la economía y la sociedad, y han aceptado la flexibilización de tales medidas iniciales.

Las economías de hoy no precisan del Estado para organizarse, producir e intercambiar bienes y servicios, excepto en situaciones extremas, ocasión en que el Gobierno tiene una oportunidad para actuar, en primer lugar, para prevenirlas si ello es posible y, si no, adoptando medidas inteligentes con el concurso de todos los actores y preservando fundamentalmente las instituciones. 

Las medidas paternalistas primas hermanas de las autoritarias que, por añadidura, en lugar de favorecer el desenvolvimiento económico-social, lo entorpecen, están absolutamente de más y, sin solucionar el problema que pretendidamente se busca resolver, crean un sinnúmero de nuevos problemas para los que, las soluciones “teóricas” aplicadas, pueden provocar una catástrofe, esto es, una nueva hiperinflación.

A la defensiva

Sería muy bueno que esta situación vivida nos ayude a todos a reflexionar que, cuando un país es invadido, aun cuando el agresor se imponga y obligue al país atacado a rendirse, no hay evidencias sin embargo de que estos países atacados se inhiban de ofrecer resistencia y se refugien en cambio en sus hogares a esperar que el enemigo desista de su acción, con lo que, indudablemente, podríamos aplicar esta analogía al “enemigo” COVID-19, “combatiéndolo” con más actividad responsable y no escondiéndonos, ¿verdad?

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