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24 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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La lucha de los otros campeones de la vida en la pandemia

Varios futbolistas del medio salteño se vieron obligados a reinventarse por la crisis. Seis historias de jugadores reconocidos que tuvieron que salir a pelearla y trabajar.
Domingo, 28 de junio de 2020 01:28

A la lucha, que es cruel y es mucha, como reza el tango, ellos la saben transitar como pocos, como buenos jugadores del sacrificado ascenso del interior y protagonistas de mil batallas que son, con estirpe de guerreros, curtidos por el drama existencial de tener que convivir en un fútbol que dista mucho del de las luces de neón de la mole de cemento de las grandes ciudades, de la renombrada Superliga, de las categorías metropolitanas y sus privilegios bien conocidos.

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A la lucha, que es cruel y es mucha, como reza el tango, ellos la saben transitar como pocos, como buenos jugadores del sacrificado ascenso del interior y protagonistas de mil batallas que son, con estirpe de guerreros, curtidos por el drama existencial de tener que convivir en un fútbol que dista mucho del de las luces de neón de la mole de cemento de las grandes ciudades, de la renombrada Superliga, de las categorías metropolitanas y sus privilegios bien conocidos.

Ellos, los futbolistas del medio salteño que la pelean año a año en el fango del torneo Federal A, y ni qué hablar del maratónico y traumático torneo Regional Federal Amateur que, como su nombre lo indica, los priva de contratos, beneficios sociales y estabilidad en el duro transitar de una divisional semiprofesional. 

Ellos, los defensores de la bandera de Salta en el fútbol argentino, se criaron y forjaron preparados para sortear mil obstáculos: la pierna fuerte y la presencia intimidante de los recios zagueros rivales, la enjundia de los valerosos mediocampistas adversarios, la efectividad de sagaces y efectivos delanteros verdugos, la muralla infranqueable de arqueros con reflejos y agallas, y hasta la corrupción de un sistema donde el anfitrión es más local que nunca y al visitante le hacen sentir como a nadie el rigor en casa ajena. 

Sin embargo, ninguno de ellos estuvo preparado para lo que llegó de improvisto en este 2020 atípico. A ninguno lo habían preparado de antemano para sortear y gambetear a este virus temerario llamado coronavirus, que acecha al mundo entero, que no distingue de raza, color, religión, doctrina política ni condición social y económica, pero que suele castigar, como siempre pasa en tiempos de pandemia, con mayor fuerza y rigor a aquellos a los que poco les sobra. Y los jugadores de fútbol del medio no son la excepción. 

Llegó el inesperado 20 de marzo, cuando el presidente de la Nación Alberto Fernández decretó el aislamiento social, preventivo y obligatorio en todo el país, y con ese anuncio se paralizaron todas las actividades deportivas. Los futbolistas del medio esperaron, pacientemente, sin desenfocarse de sus objetivos, en su mayoría de ascenso, y siguieron moviéndose en forma virtual sin desviar el eje de sus metas colectivas. 

Pero el tiempo pasó. Hoy, 28 de junio, se cumplieron 105 días sin fútbol en la provincia y la espera de protocolos, autorizaciones y flexibilización limaron la ansiedad de tantos laburantes, que decidieron embarcarse en el desafío de reinventarse y salir a buscar trabajo ante tanta incertidumbre, porque las necesidades de ellos y de sus familias no esperan, y porque cualquier eventual subsidio y el apoyo de sus clubes termina siendo insuficiente para la realidad en la que vivimos.

Por ello, los volantes de Gimnasia y Tiro Farid Aguierre y Matías Macoritto, el arquero albo Fernando Tantoni, las figuras destacadas de Juventud Antoniana Leonardo Silveira y Matías Vicedo y el mediocampista de Central Norte Fausto Apaza, entre otros, salieron a ponerle el pecho a la vida. Y le contaron sus particulares historias a El Tribuno.

Aguierre, quien pegó el salto de San Antonio a Gimnasia para jugar el Regional Amateur, incluso desde antes de la pandemia cubría turnos como encargado de las canchas de Fútbol 5 y 7 del club, sobre Avenida Bicentenario. Pero al quedarse sin trabajo, como todos sus compañeros, tuvo que dedicarse full time: es el encargado de cumplir los protocolos de higiene y seguridad, sanitiza a los clientes y a los elementos de trabajo entre cada turno y controla y supervisa.

“Estoy esperando que se normalice esto y volvamos a jugar. Trabajo, pero no me descuido, sigo entrenando y con más motivación que antes,. tengo toda la fe que esto va a pasar rápido”, anheló el joven Farid. 

Fausto, el electrónico
“Pese a que a los jugadores del Federal A nos ayudan, si no hacés algo más, no te alcanza”, explicó Fausto Apaza, quien está trabajando en la pequeña empresa familiar de tecnología que montó uno de sus hermanos, quien lo ayuda con el trabajo, lo asesora y lo capacita. 

“Ahí trabajo tres veces por semana, vendemos tecnología, softwares de aplicación para celulares, es algo nuevo para mí y me estoy interiorizando de a poco. Trabajamos en nuestras casas y le ofrecemos tecnología a las empresas. Esto me ayuda a tener la cabeza entretenida mientras sigo entrenando por mi cuenta. Esta pandemia nos cambió la vida a todos los futbolistas, cada uno de nosotros tenemos que salir a flote a nuestra manera”, contó el menor de la dinastía Apaza.

Macoritto, el polirrubro
El joven canterano de Gimnasia, que agarró la brasa más caliente en 2019 al poner la cara en el momento más duro de la historia del albo, también tuvo que salir a ganarse el pan, en su caso, en un reconocido drugstore en la salida de Cerrillos, donde se desempeña todas las mañanas. “Tenemos que laburar, encontrar otra entrada. A veces, cuando uno tiene las cosas de arriba, subestima el laburo y no valora lo que tiene, esta circunstancia me enseñó eso. Mucha gente piensa que el jugador de fútbol gana fortunas, y ahora nos toca a trabajar en el día a día con la gente”, expresó Matías Macoritto.

Silveira, el gastronómico
El volante de Juventud decidió por el parate abrir junto a su hermano La Pizzetta, una franquicia en la que también está abocado el ex jugador antoniano Gustavo Ortiz, y que desde hace dos semanas comenzó a funcionar, con un carro que los salteños pueden encontrar en Alvarado al 2400. “Hoy no tenemos ningún ingreso del fútbol y los más grandes nos acostumbramos a vivir solo de esto. La franquicia nos brindó el carro para vencer en la calle, hacemos todo a las brasas, hamburguesas y pizzetas a la parrilla y la gente nos está acompañando”, manifestó entusiasmado el hábil volante del santo.
“Este parate se alargó más de lo pensado. No podemos estar meses con la familia aguantándonos, yo tengo un hijo de un año y medio y necesitamos movernos y generar. El parate es un desgaste mental absoluto para nosotros los jugadores. Sabemos que hay que priorizar la salud, pero nosotros vivimos de esto y estamos en el medio”, contó Leo Silveira. 

Tantoni, el personal trainer
Otro que sufrió en carne propia la falta de fútbol y la inhabilitación para los gimnasios es Fernando Tantoni, el arquero del albo que hace algunas semanas comenzó a trabajar en su gimnasia Qubic, en 12 de octubre 675, la pyme que montó cuando llegó a Salta, para atajar en Juventud Antoniana, hace algunos años, tras un paso por Altos Hornos Zapla.

"Yo hace 2 años me vine con mi señora, que es de Salta. Y aquí decidimos armar nuestro emprendimiento, como una manera de complementar la actividad física con el fútbol. En todo este tiempo en el gimnasio mantuvimos con la gente los entrenamientos on line y no era lo mismo, hace algunas semanas que estamos funcionando con protocolos, pero se reduce mucho el número. Estamos atravesando un momento muy duro, primero con el fútbol, y luyego con el tema del gimnasio, que fue una de las últimas actividades que se liberaron", relató el arquero de Gimnasia.

"Lo fundamental es cuidar la salud, así lo entendemos. Ahora con el fútbol todo es incertidumbre. Muchos vivimos de esto y está complicado, pero a la vez es entendible, estamos en una pandemia donde no tenés una cura. Queremos volver, pero la salud está primero", concluyó el guardavallas.

 

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