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Pandemia y (des)orden internacional

Martes, 14 de julio de 2020 02:26

Vivimos una etapa extrema y encontrada en las relaciones internacionales entre potencias, países emergentes y en vías de desarrollo. La reflexión de la situación global de las relaciones entre estados durante el contexto de pandemia deja en claro tres cuestiones geopolíticas.

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Vivimos una etapa extrema y encontrada en las relaciones internacionales entre potencias, países emergentes y en vías de desarrollo. La reflexión de la situación global de las relaciones entre estados durante el contexto de pandemia deja en claro tres cuestiones geopolíticas.

Crisis en la OMS

La primera, a contramano de lo que ocurre en el ámbito de la sociedad, la cooperación entre estados durante la pandemia es un péndulo que va desde un esquema de diplomacia pública para las cámaras de televisión a discusiones irreverentes sobre el rol y el financiamiento a una organización internacional clave durante una pandemia como es la Organización Mundial de la Salud de Naciones Unidas.

Hablamos del caso de Estados Unidos y China que en abril de este año disputaron un ridículo round del enfrentamiento político durante la Asamblea Anual de la OMS. Un mes antes -en marzo-, el presidente Donald Trump anunciaba la retirada de Estados Unidos de la organización alegando interferencia China y lentitud para investigar el origen de la pandemia como excusa para tapar la inoperancia propia para mitigar los riesgos del coronavirus.

Hoy -ya a mediados de julio- es noticia la notificación firme que retira a Estados Unidos de la Organización Mundial de la Salud, la primera salida de un Estado miembro en 50 años.

Para observadores históricos de la relación entre China y Estados Unidos, el episodio registrado en Ginebra no es más que un nuevo capítulo en la disputa de poder entre la segunda y la primera economía del mundo. China, por su parte, fue lenta para reaccionar a los pedidos de la comunidad científica de permitir una misión técnica en los principios días de Febrero para investigar el origen del COVID-19, también pagó el costo político y económico a medida que la Unión Europea, Australia y el resto del mundo cerraron sus fronteras áreas al gigante asiático. La tensión entre China y Estados Unidos trae coletazos a la política exterior de la Argentina y a la posibilidad de volver a la doctrina de una "tercera' posición que logra armonizar la demanda emergente de alimentos chinos y la necesidad de inversión en la industria productiva por parte de capitales estadounidenses.

Por el momento, en el desorden estratégico y político del Mercosur, la Argentina no ha logrado establecer, si se quiere, la doctrina albertista en cancillería, más allá de un acercamiento lógico a Europa por la urgencia de la reestructuración de la deuda. De todas maneras, amén del signo político en Argentina, la política exterior es una materia pendiente para el desarrollo de estrategias sólidas a futuro.

La seguridad global

La segunda clave geopolítica que causa el contexto de pandemia en las relaciones internacionales es el quiebre definitivo de estructuras de poder y de coordinación global que en algún momento funcionaron como centro neurálgico en la toma de decisiones en el mundo. A modo de ejemplo, el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que tiene la alta responsabilidad de coordinar acciones globales para armonizar las relaciones entre estados para garantizar la paz y prosperidad mundial, brilla por su ausencia e inoperancia.

El Consejo de Seguridad no interrumpió su labor y reuniones durante la transición a su funcionamiento online sino, logró inclusive sesionar durante los peores meses de pico de casos y muertes en China, Estados Unidos y Europa. Lo notable es que en ninguna de las agendas, de lo que se supone es el organismo máximo para coordinar una respuesta global a amenazas internacionales, figuró como tema de debate o resolución la pandemia del COVID-19.

No es casualidad que el temario sea obsecuente a la realidad ni tampoco es la primera vez que el Consejo de Seguridad se desentiende de temas globales de importancia. Lo preocupante como un tema de reflexión en esta pandemia es que el deterioro en las relaciones internacionales es tal que ni siquiera una pandemia de escala y catástrofe global puede acercar posiciones y consensuar soluciones mínimas para salvar vidas.

Por ello, el mundo pospandemia deberá tener en cuenta estos factores de riesgo donde el ultranacionalismo y el eje Estado-Nación toma relevancia y fuerzas desde 2016 con tres fenómenos: el Brexit, la elección de Donald Trump y el fracaso de las negociaciones climáticas.

Otros casos paradigmáticos de este fenómeno destructivo en centros de tomas de decisiones globales incluyen a la Unión Europea, el G20, la OTAN, el Mercosur, la Organización de Estados Americanos y hasta la Organización Mundial del Comercio.

Reina la desconfianza

La tercera reflexión sobre el (des)orden de las relaciones internacionales en pandemia, y con hitos antes de la pandemia, está relacionada al deterioro de la confianza entre estados.

Ya desde antes del coronavirus, la presidencia de Trump lograba desestabilizar algunos consensos lógicos del siglo XXI, como, por ejemplo: la lucha contra la crisis climática, la importancia del libre comercio con un rol estratégico del Estado, el libre movimiento de personas y bienes y la necesidad de crear consensos nuevos a través de los objetivos y metas para el desarrollo sustentable de Naciones Unidas. 
Con una lógica nacionalista y negacionista de la importancia de la coordinación internacional, Trump no está solo en el club de los que ven la globalización como amenaza; lo acompañan Vladimir Putin, Boris Johnson, Jair Bolsonaro, Rodrigo Duterte, Mohammed Bin Salman, Benjamin Netanyahu y Viktor Orban, entre otros personajes, diríamos, complejos. El aglutinamiento ideológico de este grupo de actores tiene por rehén a un mundo que crecía en el multilateralismo y apostaba a reunir consensos en ágoras globales por más imperfectas que estas eran. 
Ahora, en un contexto de competencia sobre recursos sanitarios, científicos y económicos, el mundo pospandemia paraliza la cooperación y acrecienta el desorden internacional. Este análisis, claro, anticipando lo que seguro será peor al momento que exista una vacuna para el coronavirus. Peor porque la lógica actual de enfrentamiento y competencia se trasladará a quien posee poder de compra y acopio, dejando continentes enteros con poco o nulo acceso a la cura. 
Ahora bien, el análisis también permite aventurar que por más malo que el año 2020 sea, también puede ser el inicio de un proceso de reordenamiento internacional a base de razonabilidad, inteligencia, cooperación y encuentros. 
La oportunidad para encauzar el mundo será en noviembre, donde Donald Trump se juega su reelección presidencial a manos del exvicepresidente de Barak Obama Joe Biden. Por supuesto que una victoria de Biden no garantiza ningún retorno a una belle époque en las relaciones internacionales, pero por lo menos estaremos lidiando con una persona ampliamente capacitada y que no sugeriría a sus conciudadanos y conciudadanas inyectarse lavandina para curarse de coronavirus. Veremos. 
 

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