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Decir “no” es posible a través de la práctica y con una educación emocional adecuada

En muchas ocasiones comprometemos la salud mental, el tiempo y el dinero por comportarnos de manera complaciente con los demás y sin respeto por nosotros mismos. 
Viernes, 17 de julio de 2020 10:20

 

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María de los Ángeles Rojas
espectaculos@eltribuno .com.ar

“No”. Decirlo resulta ominoso, parece que interrumpe el canal de comunicación entre el oyente y el hablante con consecuencias nefastas. Nos da mala conciencia, nos hace sentir malas personas, nos rebela contra nuestra esmerada educación. ¿Cómo se logra un equilibrio entre el egoísmo y el altruismo para que estas definiciones no nos condicionen? ¿Cómo entrenarse para valorar de forma objetiva las situaciones y entender cuando un hecho es nuestra responsabilidad y cuándo nos sobreimplicamos? ¿Cómo hacemos para no sobrevalorar la opinión de los demás por encima de nuestro bienestar y nuestros motivos? ¿Cómo generar la autoconfianza para decir no a sabiendas de que disgustaremos a otros?
Estas preguntas obtienen respuestas cuando se indaga en la psicología educativa. 
En diálogo con El Tribuno, la licenciada Carina Salas, directora del Centro de Psicoterapias de Salta, señaló que la dificultad para decir no se relaciona con pautas de educación con las que nos criaron. 
“Nos enseñaron que hacer valer nuestros derechos, deseos y necesidades tiene que ver con una conducta egoísta o poco solidaria. También con sentimientos de culpa erróneamente construidos”, definió Salas. El principio de solución proviene de la comunicación asertiva, definida por Salas como “la capacidad de expresar sentimientos, ideas y opiniones de manera libre, clara y sencilla, comunicándolas en el momento justo y a la persona indicada”. Para Salas un modelo de comunicación asertiva es posible de aplicar en un vínculo en el que haya respeto mutuo. En cambio, se vuelve imposible en una relación en la que de un lado hay una postura egocéntrica, en la que una persona impone sus intereses y deseos y lo hace de un modo agresivo, solo viendo sus necesidades en detrimento de las necesidades del otro y en el otro extremo una conducta pasiva, sumisa, por la dificultad de decir no, por el temor de no ser aceptado, de sentir que no se es aprobado por el otro. “En medio de este proceso hay otro tipo de respuesta: la asertiva. Porque debemos considerar que cuando decimos sí a una persona sin quererlo, nos decimos no a nosotros mismos. Por lo tanto, estamos dejando de ser respetuosos y amorosos con nosotros mismos”, definió Salas. 

Las mejores razones

Al momento de buscar razones por las cuales es bueno aprender a decir que no, Salas cita que una negativa implica fortalecer el amor propio y la dignidad para tener una conducta coherente y vínculos de reciprocidad en el respeto. “Primero, tengo que ser capaz de guardar respeto hacia mí mismo. Hay una frase de la doctora Anabel González que dice: ‘Cuidarse no es solo algo externo, sino también -y yo le agregaría ‘más aún’- interno’. Es tratarse bien por dentro, tratarse a uno mismo igual que a los demás”, dijo. Por otra parte, expresó que cuando uno empieza a ejercitar de un modo empático el no, va adquiriendo capacidad para hacerlo y esto permite pasar de la percepción de debilidad a la percepción de fortaleza. “Además, implica desarrollar inteligencia emocional para poder disfrutar y comprender la vida, y ayuda a resolver problemas y mejora la comunicación. Lo que nosotros tenemos que considerar es que es imposible satisfacer las necesidades de los demás. No es saludable iniciar una misión titánica de complacer en todo a los demás, porque implica un desdibujamiento personal”, advirtió. 

Cuestión de estrategias

Existen estrategias para aprender a decir no de un modo asertivo. Para Salas es importante observarse para detectar las situaciones problemáticas o indagar en qué contextos y con qué personas pasa el “sí fácil” más a menudo. Individualizar los pensamientos y emociones que hacen que digamos que sí cuando en realidad queremos decir que no, cuál es nuestro sistema de creencias, qué pensamos acerca de la negativa, qué creencia tenemos acerca de nosotros en una situación en la que necesitemos negarnos o qué pensamos que sucede con los vínculos luego de un no. También analizar las expectativas que suponemos en las relaciones. “Si considero que la otra persona está esperando que yo diga sí sistemáticamente a un pedido porque eso permitiría algo en el vínculo, eso no es adecuado ni saludable. Hay que poner a prueba las ideas que tengo acerca de lo que espera la otra persona de mí”, acotó. 
Agregó que existen algunas pautas para considerar. Como ser consciente de que las decisiones se toman para bien o para mal, con sus consecuencias. Empático, “lo que no significa confundir simpatía con empatía”. “También implica aprender a marcar límites, no solo para con los demás, sino con uno mismo, porque uno no puede con todo. Además, hay que aprender a ser firme, rotundo, sin llegar a ser agresivo, es decir, el no tiene que ser puesto de forma clara y calmada y tras un no tener en cuenta cuáles son los indicadores de mi propia inseguridad cuando pongo un límite”, detalló. 
Por último, afirmó que es necesario que el no se vaya entrenando. “Cuando uno va entrenando el no, gradualmente va alejando el miedo al que dirán, el temor a las consecuencias o la falta de confianza”, cerró. 
 

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