¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

24°
19 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

A 25 años de otro gran título para el boxeo argentino

El 25 de julio de 1995, Marcelo Domínguez derrotaba al francés Akim Tafer y lograba el título en peso crucero.  
Sabado, 25 de julio de 2020 01:30

A un cuarto de siglo de la resonante victoria en Saint-Jean de Luz con la que ganó el campeonato del mundo de peso crucero, el porteño Marcelo Domínguez confiesa que fue un gran halago honrar el pedido que en pleno ring le formuló el supervisor de aquella pelea: “Me dijo que todos los boxeadores soñaban con tener ese cinturón, y mucho más el del Consejo, que debía defenderlo como algo sagrado”.
El martes 25 de julio de 1995, en un pequeño recinto de una comuna de Pirineos Atlánticos, con menos de dos decenas de salidas rentadas, El Gordo Domínguez resolvió su pleito con el francés Akim Tafer de forma categórica en el noveno asalto.
“Siempre digo, un poco en chiste y un poco en serio, que nunca me sentí tan católico. Cuando metí la mano y se cayó, recé veinte mil padrenuestros pidiendo por favor que no se parara más”, evocó Domínguez y se extendió en detalles de aquella jornada gloriosa.
“Tenía ansias de subir, la espera, la bandera, y todo, empujaba a mi equipo hacia el ring. Tafer tardó mucho en subir. Mi esquina daba directo a la salida de los boxeadores y yo veía que estaba en la puerta, parado, y le hacía señas, vení, dale, venía que se subiera de una vez. Después, la pelea fue dura. Mucho calor en un estadio chico, las luces bajas, los reflectores me pegaban en la espalda y me mataban”, memoró.
No bien consumado el nocaut, en lo que único que pensaba, refiere Domínguez, era en que el supervisor del Consejo Mundial le calzara el cinturón: “Él me hacía esperar, y mientras me lo ponía me decía que era un momento especial, y un cinturón especial, que todos los boxeadores soñaban con tenerlo y que esperaba que yo lo tomara como algo sagrado. Así lo hice y cuando volví a cruzarme con ese fiscal, unos quince años después, en Rusia, me abrazó y agradeció que lo hubiera escuchado y hecho quedar bien. Para mí fue un gran halago”.
A modo de curiosidad, el excampeón argentino y sudamericano de los pesados repone que como Saint-Jean de Luz no era una ciudad en la que se realizaran festivales de boxeo a menudo, “cuando fuimos al estadio descubrimos que era una cancha de pelota a paleta. Nos sorprendió. La pelea fue adentro del estadio, chiquito, de pelota vasca. La verdad, lo que más me importaba era lo que estaría en juego, lo que iba a lograr. Y el pesaje fue en una plazoleta grande. Mi preparador físico, Omar Patiño, me dijo ‘quedate tranquilo, éste no da el peso’. ¡Tafer era gigante! La espalda que tenía ese hombre. Pero dio bien el peso y yo estaba muy bien”.
A Tafer volvió a derrotarlo, esta vez hacia agosto de 1997 en la Costa Azul, estadio “La Palestre”, en una de las cinco defensas airosas que incluyeron asimismo al argentino Reinaldo Giménez, el ruso Sergey Kobazev, otro francés de origen árabe, Patrice Aoussi, y el brasileño José Arimatea de Silva.
Domínguez perdió el título el 21 de febrero de 1998, en Mar del Plata, a manos del cubano Juan Carlos Gómez, ante quien volvió a caer en marzo de 1999, así como en otros dos intentos de recuperar la faja.
Combatió hasta los 45 años inclusive, marzo de 2012, cuando superó al mendocino Nelson Domínguez en Caseros, para completar un récord de 48 triunfos y 8 derrotas.
 

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

A un cuarto de siglo de la resonante victoria en Saint-Jean de Luz con la que ganó el campeonato del mundo de peso crucero, el porteño Marcelo Domínguez confiesa que fue un gran halago honrar el pedido que en pleno ring le formuló el supervisor de aquella pelea: “Me dijo que todos los boxeadores soñaban con tener ese cinturón, y mucho más el del Consejo, que debía defenderlo como algo sagrado”.
El martes 25 de julio de 1995, en un pequeño recinto de una comuna de Pirineos Atlánticos, con menos de dos decenas de salidas rentadas, El Gordo Domínguez resolvió su pleito con el francés Akim Tafer de forma categórica en el noveno asalto.
“Siempre digo, un poco en chiste y un poco en serio, que nunca me sentí tan católico. Cuando metí la mano y se cayó, recé veinte mil padrenuestros pidiendo por favor que no se parara más”, evocó Domínguez y se extendió en detalles de aquella jornada gloriosa.
“Tenía ansias de subir, la espera, la bandera, y todo, empujaba a mi equipo hacia el ring. Tafer tardó mucho en subir. Mi esquina daba directo a la salida de los boxeadores y yo veía que estaba en la puerta, parado, y le hacía señas, vení, dale, venía que se subiera de una vez. Después, la pelea fue dura. Mucho calor en un estadio chico, las luces bajas, los reflectores me pegaban en la espalda y me mataban”, memoró.
No bien consumado el nocaut, en lo que único que pensaba, refiere Domínguez, era en que el supervisor del Consejo Mundial le calzara el cinturón: “Él me hacía esperar, y mientras me lo ponía me decía que era un momento especial, y un cinturón especial, que todos los boxeadores soñaban con tenerlo y que esperaba que yo lo tomara como algo sagrado. Así lo hice y cuando volví a cruzarme con ese fiscal, unos quince años después, en Rusia, me abrazó y agradeció que lo hubiera escuchado y hecho quedar bien. Para mí fue un gran halago”.
A modo de curiosidad, el excampeón argentino y sudamericano de los pesados repone que como Saint-Jean de Luz no era una ciudad en la que se realizaran festivales de boxeo a menudo, “cuando fuimos al estadio descubrimos que era una cancha de pelota a paleta. Nos sorprendió. La pelea fue adentro del estadio, chiquito, de pelota vasca. La verdad, lo que más me importaba era lo que estaría en juego, lo que iba a lograr. Y el pesaje fue en una plazoleta grande. Mi preparador físico, Omar Patiño, me dijo ‘quedate tranquilo, éste no da el peso’. ¡Tafer era gigante! La espalda que tenía ese hombre. Pero dio bien el peso y yo estaba muy bien”.
A Tafer volvió a derrotarlo, esta vez hacia agosto de 1997 en la Costa Azul, estadio “La Palestre”, en una de las cinco defensas airosas que incluyeron asimismo al argentino Reinaldo Giménez, el ruso Sergey Kobazev, otro francés de origen árabe, Patrice Aoussi, y el brasileño José Arimatea de Silva.
Domínguez perdió el título el 21 de febrero de 1998, en Mar del Plata, a manos del cubano Juan Carlos Gómez, ante quien volvió a caer en marzo de 1999, así como en otros dos intentos de recuperar la faja.
Combatió hasta los 45 años inclusive, marzo de 2012, cuando superó al mendocino Nelson Domínguez en Caseros, para completar un récord de 48 triunfos y 8 derrotas.
 

Temas de la nota

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD

Temas de la nota

PUBLICIDAD