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Tenemos buenos vinos, pero...

A veces se atribuye la decadencia argentina al supuesto de que "no sabemos votar"; la historia aconseja un sistema exigente para los postulantes y transparente para que la gente pueda conocer y elegir con libertad a quien prefiera. 
Sabado, 15 de agosto de 2020 01:09

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Un político por aquí...

Los argentinos disfrutamos de muy buenos bienes y servicios en general. Producimos algunos de los mejores vinos del mundo, a la vez que nuestra gastronomía es también de excelencia, y en general -aunque no podamos competir con muchos otros productos con el mundo puesto que nuestros gobiernos nos cierran las posibilidades de exportar- dentro de nuestro mercado obtenemos aceptables productos en un espectro amplísimo.

Sin embargo, la facilidad con que los conseguimos no se cumple en el caso de nuestros gobernantes que, con honrosas y meritorias excepciones, son por lo general mediocres, cuando no decididamente criticables en su totalidad, puesto que no otra es la explicación de que cada vez tengamos más pobres, nuestra economía permanezca estancada y batamos récords de inflación desde hace 70 años o más, también con las debidas excepciones.

La culpa la tiene ...

Para explicar nuestra decadencia endémica, algunos acuden a las explicaciones del tipo: "los argentinos no servimos", "nosotros no podemos gobernarnos" y algunas otras por el estilo. Sin embargo, si fuera cierto que elegimos malos gobernantes porque somos ignorantes, no se explica por qué somos tan sabios para elegir los mejores productos, en general, o, puestos en ejemplos políticos, por qué tuvimos a los Mitre, Sarmiento, Avellaneda, Pellegrini, Alvear, Frondizi o Illia, para no acercarnos más a nuestros tiempos en que también disfrutamos de buenos gobiernos, al menos en determinadas áreas. Como nota curiosa, Sarmiento gobernó con el 85% de analfabetos y nuestros gobernantes actuales lo hacen con el 95% de alfabetizados...

El mejor lugar para los barcos..

Pablo Coelho nos enseña que los puertos son los mejores sitios para resguardar a los barcos, pero está claro que los barcos no se han hecho para permanecer en los puertos.

Del mismo modo, probablemente los soldados están mejor resguardados en sus cuarteles, pero es claro que las batallas no se ganan dentro de los cuarteles sino en el terreno en que la guerra lo exige, debiendo los soldados guardar distancia entre ellos para visualizar posibles minas terrestres, a la vez que deben ir al frente debidamente protegidos y armados.

En la Argentina de hoy, la sabiduría infinita de nuestros gobernantes nos mantiene "en los cuarteles", supuestamente bien seguros, pero la "guerra" que debemos librar está en los puestos de trabajo, proporcionándonos alimentos y demás servicios, mientras al mismo tiempo nos cuidamos recíprocamente con el razonable distanciamiento y protección personal (los barbijos).

En su lugar, crece la razonable sospecha de que las prioridades para nuestros gobernantes son las de "salvar la ropa", esto es, cumplir con "el protocolo", que carece de la parte en que se tiene en cuenta lo más sagrado que tienen las personas que es su libertad, que además tanto nos costó a los argentinos adquirir luego de muchas etapas de "oscuridades" diversas.

¿Cuál es el camino a seguir?

Naturalmente, el camino a seguir cuando se enfrenta una pandemia con una enorme agresividad por parte del virus que azota a la humanidad en estos tiempos, no corresponde proponerlo sin un equilibrado diagnóstico de un conjunto de profesionales e idóneos en todos los aspectos que el fenómeno engloba y requiere, y en el plano gubernamental, ese cometido debe ser atendido por un comité de expertos dentro de un gabinete de crisis tal como se procede ante una guerra o amenaza grave.

Sin perjuicio de ello, es evidente que deben tenerse en cuenta todos los aspectos que el problema origina, básicamente: los sanitarios, los económicos, los sociales y los institucionales.

No debería llamar la atención el hecho de que una sociedad tiene múltiples aspectos que deben protegerse y perfeccionarse de ser posible, principalmente el funcionamiento de sus instituciones en plenitud, el resguardo de la salud de la población, el mantenimiento del accionar de la economía teniendo presente la interrelación que esta exige de todas sus partes internas y externas, y el cuidado de los segmentos más frágiles de la sociedad que son los niños, ancianos y personas en riesgo ante situaciones de aislamiento (abusos, violencia).

Por cierto, el diseño de los gobiernos nacional y provincial a través de sus "protocolos" deja mucho qué desear en varios sino en todos los aspectos mencionados y verosímilmente esto podría achacarse, no tanto a mala voluntad y mucho menos, perversidad, de los agentes públicos, pero sí de desconocimiento y en cambio, exceso de amor propio para reconocer sus limitaciones y convocar con generosidad a quienes pueden aportar ideas e iniciativas.

Las imprescindibles reformas

En estos tiempos en Salta se habla de reformas en la Constitución Provincial, lo que es altamente saludable porque indica que tanto en las esferas gubernamentales desde donde se promueve la iniciativa, como por parte de la oposición, hay consenso en la necesidad de introducir urgentes cambios en el terreno institucional de nuestra provincia.

Probablemente algunos de los temas que se anuncian para su debate, como el límite a las reelecciones especialmente de intendentes, tengan un amplio grado de consenso. Y, seguramente, algunos otros que se han explicitado en los medios, como la imprescindible independencia de la Justicia, también. 

Sin embargo, poco se habla de algunos otros temas críticos como la no menos imprescindible reforma electoral.

En efecto, desde estas columnas se ha criticado varias veces el mecanismo de las así llamadas “listas sábana” que permite que los cabeza de lista arrastren tras sí a candidatos que, estrictamente, nadie vota porque llegan indirectamente y no por el voto explícito de la población. 

Desafortunadamente, esta cuestión no es debidamente apreciada e incluso muchos consideran que el voto electrónico ha resuelto el problema, cuando en realidad se trata solamente de “la mona vestida de seda”.

Debería ser evidente que el perverso sistema electoral de las listas sábana enferma la democracia porque llena la cámara de diputados y los concejos deliberantes de personas que, como se decía, en muchos casos no han sido elegidos estrictamente, y esa anomalía podría explicar, en parte al menos, por qué elegimos buenos zapatos, por ejemplo, pero no buenos representantes.

Por último, pero no menos importante, debería darse un debate sobre la necesidad de transparentar ante la opinión pública la necesidad de idoneidad y decencia de nuestros candidatos, no en términos de títulos, apellidos u otros distintivos cosméticos, sino de la necesaria preparación para gobernar o legislar. 

¿Por qué nuestra sociedad es estricta para otorgar licencias para conducir autos o aviones o para ejercer cualquier otra actividad o profesión, pero es tan lábil para permitir que personas sin la debida formación para ejercer cargos públicos acceda a ellos? Claramente no se aboga por la preparación de los “votantes” (porque no necesitamos saber medicina para advertir que un remedio no es eficaz para nuestras dolencias), pero sí la sociedad tiene derecho, cuando pone su voto, a estar segura que por cuatro años no está dándole un cheque en blanco a un eventual irresponsable ¿verdad? 

 

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