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La frivolización de la pandemia y de la política

Por Francisco Sotelo redacción@eltrib
Martes, 25 de agosto de 2020 10:57

La frivolización de la muerte siempre termina destruyendo a las sociedades. La infidencia de Alberto Fernández acerca de una conversación con Mauricio Macri no es más que eso. El Presidente no debió haberlo dicho, porque son palabras que apenas resultan creíbles para una militancia ciega que lo cuestiona desde adentro. Más grave aún, junto con el ministro de Trabajo Claudio Moroni aseguraron ayer que, para el país, el gobierno de Macri fue más dañino que la pandemia, porque destruyó más empleo. ¿Por qué, entonces, se frenaron despidos por decreto? ¿Por qué se destinaron cerca de 300.000 millones de pesos para asistir a los empleados sin trabajo? ¿Cómo se explica el cierra de cincuenta mil pymes?
Para sacar a los países de la crisis en que los sumergió la pandemia la Unión Europea acordó un plan de emergencia de 750.000 millones de euros. 
En la Argentina, donde la fórmula “déficit, emisión, inflación y deuda” es de larga historia, entre marzo y julio el BCRA inyectó liquidez por $1.228.630 millones, no se visibiliza posibilidad de nuevas formas de financiamiento, se espera una caída del PBI de 11% y un déficit fiscal del 8%.
La debilidad o la especulación llevan a convertir la política en una carnicería por el poder. Entre tanto, bloquean la construcción que requieren la economía y la sociedad después de treinta años de experiencias de libre mercado a medias, y populismo, con distintos guiones pero con elencos bastante parecidos en escena.
La historia es maestra. El poder delegado y las alianzas endebles debilitan a un gobierno. Ocurrió con Héctor Cámpora, que olvidó que era solo el delegado de Juan Domingo Perón; ocurrió con Fernando de la Rúa y Chacho Álvarez, que eran el agua y el aceite, y ocurre con el actual gobierno.
Pero la historia también enseña cómo terminan los países cuando los gobiernos amarran su futuro a los gurúes de moda, llámense Jaime Durán Barba o Ernesto Laclau. Ambos, especialistas en crear demonizar adversarios y abrir grietas.
Argentina parece encerrada en estas peleas que solo proporcionan decadencia.
Mientras tanto, al tiempo se reúne con el presidente en Olivos, Hugo Moyano planifica junto con Juan Grabois, Emilio Pérsico y otros “dirigentes sociales” la creación de cuatro millones de puestos de trabajo estatal y 170 mil empleos” e incluyen una ambiciosa estrategia territorial para “repoblar la Argentina. Grabois, un abogado cuya representatividad es un misterio, ya le advirtió a Alberto Fernández que “los de este lado de la grieta no estamos poniendo nerviosos”. 
Un mensaje que de frívolo no tiene nada.
 

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La frivolización de la muerte siempre termina destruyendo a las sociedades. La infidencia de Alberto Fernández acerca de una conversación con Mauricio Macri no es más que eso. El Presidente no debió haberlo dicho, porque son palabras que apenas resultan creíbles para una militancia ciega que lo cuestiona desde adentro. Más grave aún, junto con el ministro de Trabajo Claudio Moroni aseguraron ayer que, para el país, el gobierno de Macri fue más dañino que la pandemia, porque destruyó más empleo. ¿Por qué, entonces, se frenaron despidos por decreto? ¿Por qué se destinaron cerca de 300.000 millones de pesos para asistir a los empleados sin trabajo? ¿Cómo se explica el cierra de cincuenta mil pymes?
Para sacar a los países de la crisis en que los sumergió la pandemia la Unión Europea acordó un plan de emergencia de 750.000 millones de euros. 
En la Argentina, donde la fórmula “déficit, emisión, inflación y deuda” es de larga historia, entre marzo y julio el BCRA inyectó liquidez por $1.228.630 millones, no se visibiliza posibilidad de nuevas formas de financiamiento, se espera una caída del PBI de 11% y un déficit fiscal del 8%.
La debilidad o la especulación llevan a convertir la política en una carnicería por el poder. Entre tanto, bloquean la construcción que requieren la economía y la sociedad después de treinta años de experiencias de libre mercado a medias, y populismo, con distintos guiones pero con elencos bastante parecidos en escena.
La historia es maestra. El poder delegado y las alianzas endebles debilitan a un gobierno. Ocurrió con Héctor Cámpora, que olvidó que era solo el delegado de Juan Domingo Perón; ocurrió con Fernando de la Rúa y Chacho Álvarez, que eran el agua y el aceite, y ocurre con el actual gobierno.
Pero la historia también enseña cómo terminan los países cuando los gobiernos amarran su futuro a los gurúes de moda, llámense Jaime Durán Barba o Ernesto Laclau. Ambos, especialistas en crear demonizar adversarios y abrir grietas.
Argentina parece encerrada en estas peleas que solo proporcionan decadencia.
Mientras tanto, al tiempo se reúne con el presidente en Olivos, Hugo Moyano planifica junto con Juan Grabois, Emilio Pérsico y otros “dirigentes sociales” la creación de cuatro millones de puestos de trabajo estatal y 170 mil empleos” e incluyen una ambiciosa estrategia territorial para “repoblar la Argentina. Grabois, un abogado cuya representatividad es un misterio, ya le advirtió a Alberto Fernández que “los de este lado de la grieta no estamos poniendo nerviosos”. 
Un mensaje que de frívolo no tiene nada.
 

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