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A 16 años del olimpo del básquet nacional

Un 28 de agosto del 2004 la selección argentina de básquet se quedaba con la medalla de oro en los Juegos Olímpicos de Atenas derrotando a Italia.
Viernes, 28 de agosto de 2020 02:01

El seleccionado argentino de básquetbol masculino se consolidó como la Generación Dorada de la disciplina hace 16 años, cuando obtuvo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos Atenas 2004.
En ese certamen, el representativo albiceleste volvió a conseguir la proeza de ganarle a los Estados Unidos, conformado íntegramente por exponentes NBA, en su mayoría grandes estrellas.
El equipo dirigido por el cordobés Rubén Magnano se sacó de encima a Italia en la final (84-69) y concretó ese sábado 28 de agosto una de las gestas históricas del básquetbol argentino.
Además, ese seleccionado albiceleste pudo festejar un título, tras el sabor amargo que había dejado la final perdida con Yugoslavia (77-84, en tiempo suplementario) por el Mundial Indianápolis 2002.
En esa cita ecuménica se provocó el primer cimbronazo y se derrotó por primera vez a un combinado NBA estadounidense (87-80), cortándole un invicto de 58 partidos.
La preparación del equipo argentino en la capital griega había sumado más dudas que certezas.
Para colmo, el debut del quinteto de Magnano no asomaba sencillo: enfrentar al campeón mundial vigente por esos días, que por los vaivenes de la cruenta guerra en los Balcanes había trocado a la denominación Serbia y Montenegro.
El partido inaugural para el conjunto albiceleste fue “palo y palo”. Y se definió recién en el último suspiro, cuando la chicharra entregaba el índice sonoro de la conclusión, a partir de esa recordada conversión de Manu Ginóbili arrojándose casi en palomita y encestando la bola en el aro, luego de hacerla rebotar en el tablero. Esa victoria 83-82 despertó las mejores sensaciones.
En la ronda clasificatoria, Argentina triunfó sobre China (82-57) y Nueva Zelanda (98-94), pero cayó ante España (76-87) e Italia (75-76).
El cruce de cuartos de final asomaba durísimo, no solo por la fortaleza del combinado a enfrentar sino por el escollo que suponía medirse con el local. Grecia era entonces el adversario menos deseado por todos, pero se impuso por 69-64
En semifinales esperaba, una vez más, Estados Unidos. Ese mismo combinado norteamericano lucía las presencias juveniles de LeBron James (19 años) o Carmelo Anthony (20) pero aún mostraba esa falta de “hambre de gloria” que sí exhibieron otros “dream team”.
En la semifinal, Argentina llevó la delantera casi siempre y ya al término del primer tiempo ganaba por 42-33. 
Más allá de un intento estadounidense de recuperación, el equipo albiceleste pudo controlar la embestida y sumó uno de los triunfos épicos de su historia: 89-81, con un Oberto que -encima- se retiró con una fractura en uno de sus dedos de la mano izquierda.
El triunfo llegó como consecuencia de un mejor desempeño colectivo y Argentina se abrazó a la gloria olímpica.

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El seleccionado argentino de básquetbol masculino se consolidó como la Generación Dorada de la disciplina hace 16 años, cuando obtuvo la medalla de oro en los Juegos Olímpicos Atenas 2004.
En ese certamen, el representativo albiceleste volvió a conseguir la proeza de ganarle a los Estados Unidos, conformado íntegramente por exponentes NBA, en su mayoría grandes estrellas.
El equipo dirigido por el cordobés Rubén Magnano se sacó de encima a Italia en la final (84-69) y concretó ese sábado 28 de agosto una de las gestas históricas del básquetbol argentino.
Además, ese seleccionado albiceleste pudo festejar un título, tras el sabor amargo que había dejado la final perdida con Yugoslavia (77-84, en tiempo suplementario) por el Mundial Indianápolis 2002.
En esa cita ecuménica se provocó el primer cimbronazo y se derrotó por primera vez a un combinado NBA estadounidense (87-80), cortándole un invicto de 58 partidos.
La preparación del equipo argentino en la capital griega había sumado más dudas que certezas.
Para colmo, el debut del quinteto de Magnano no asomaba sencillo: enfrentar al campeón mundial vigente por esos días, que por los vaivenes de la cruenta guerra en los Balcanes había trocado a la denominación Serbia y Montenegro.
El partido inaugural para el conjunto albiceleste fue “palo y palo”. Y se definió recién en el último suspiro, cuando la chicharra entregaba el índice sonoro de la conclusión, a partir de esa recordada conversión de Manu Ginóbili arrojándose casi en palomita y encestando la bola en el aro, luego de hacerla rebotar en el tablero. Esa victoria 83-82 despertó las mejores sensaciones.
En la ronda clasificatoria, Argentina triunfó sobre China (82-57) y Nueva Zelanda (98-94), pero cayó ante España (76-87) e Italia (75-76).
El cruce de cuartos de final asomaba durísimo, no solo por la fortaleza del combinado a enfrentar sino por el escollo que suponía medirse con el local. Grecia era entonces el adversario menos deseado por todos, pero se impuso por 69-64
En semifinales esperaba, una vez más, Estados Unidos. Ese mismo combinado norteamericano lucía las presencias juveniles de LeBron James (19 años) o Carmelo Anthony (20) pero aún mostraba esa falta de “hambre de gloria” que sí exhibieron otros “dream team”.
En la semifinal, Argentina llevó la delantera casi siempre y ya al término del primer tiempo ganaba por 42-33. 
Más allá de un intento estadounidense de recuperación, el equipo albiceleste pudo controlar la embestida y sumó uno de los triunfos épicos de su historia: 89-81, con un Oberto que -encima- se retiró con una fractura en uno de sus dedos de la mano izquierda.
El triunfo llegó como consecuencia de un mejor desempeño colectivo y Argentina se abrazó a la gloria olímpica.

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