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“Salvador Mazza era el pueblo en el que cualquier chico hubiera querido crecer”

Entrevista a Jorge Armando Cazón, Fiscal Penal de Salvador Mazza.
Viernes, 28 de agosto de 2020 02:01

Al doctor Jorge Armando Cazón le brotan los recuerdos de su niñez y de su adolescencia. Quien hoy en día ejerce como fiscal Penal de Salvador Mazza y otras comunidades aledañas, como Aguaray y Santa Victoria Este, que marcan el límite internacional con la vecina nación de Bolivia, nació y se crió en ese pueblo de frontera y sus recuerdos son entrañables porque vuelve a corretear, imaginariamente, por el patio de la escuela República de Bolivia, donde hizo la escuela primaria, o la Escuela de Comercio, donde transcurrieron sus años de adolescencia. Nieto de la primera directora de escuela primaria que tuvo Salvador Mazza, la siempre recordada Julia Escalera de Cazón, el fiscal -a quien hoy le toca la siempre difícil tarea de impulsar las investigaciones penales que lamentablemente son moneda corriente en los pueblos de frontera- recuerda que en aquellos años la inseguridad, el delito, “no formaban parte ni siquiera de las conversaciones de nuestros mayores. A mis padres nunca se les ocurrió decirnos no reciban nada que sea sospechoso, sencillamente porque el delito tal como lo conocemos ahora en la frontera no existía”.

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Al doctor Jorge Armando Cazón le brotan los recuerdos de su niñez y de su adolescencia. Quien hoy en día ejerce como fiscal Penal de Salvador Mazza y otras comunidades aledañas, como Aguaray y Santa Victoria Este, que marcan el límite internacional con la vecina nación de Bolivia, nació y se crió en ese pueblo de frontera y sus recuerdos son entrañables porque vuelve a corretear, imaginariamente, por el patio de la escuela República de Bolivia, donde hizo la escuela primaria, o la Escuela de Comercio, donde transcurrieron sus años de adolescencia. Nieto de la primera directora de escuela primaria que tuvo Salvador Mazza, la siempre recordada Julia Escalera de Cazón, el fiscal -a quien hoy le toca la siempre difícil tarea de impulsar las investigaciones penales que lamentablemente son moneda corriente en los pueblos de frontera- recuerda que en aquellos años la inseguridad, el delito, “no formaban parte ni siquiera de las conversaciones de nuestros mayores. A mis padres nunca se les ocurrió decirnos no reciban nada que sea sospechoso, sencillamente porque el delito tal como lo conocemos ahora en la frontera no existía”.

Al doctor Cazón, como a tantos chicos de la época, le tocó transitar sus años de estudiante cuando Salvador Mazza comenzaba a florecer con todo ímpetu, de la mano del comercio de frontera “y cuando las reuniones sociales y familiares, los encuentros con los amigos, las salidas con todos ellos, era lo que más esperábamos. La presencia de la familia era tan fuerte, que seguramente no teníamos ni los recursos ni la tecnología que tienen los chicos en la actualidad, pero la contención, el cuidado, el amor de la familia y de todos los que conformaban el pueblo era tan grande que todos vivíamos felices porque el peligro no nos acechaba”, remarca.

“Ya de adolescentes, las salidas eran a Tartagal pero pasaba lo mismo, nos divertíamos, la pasábamos bien y regresábamos a nuestras casas donde los papás nos estaban esperando para compartir un domingo en familia. Parecen hechos tan simples, tan sencillos. Pero a mi entender, creo que eso fue lo que se perdió y las consecuencias en las generaciones que me siguieron fueron muy lamentables”.

El fiscal penal nació en una familia muy prolífica porque sus abuelos tuvieron 9 hijos y su padre, de nombre Armando -exjuez de paz y comerciante- tuvo a su vez 5 hijos más, entre ellos el exintendente Carlos Cazón y la exconcejala Cristina Cazón. “Mi abuela y mis padres siempre recordaban anécdotas graciosas como aquella cuando nacimos mi hermano Marcelo y yo y éramos los primeros gemelos de Salvador Mazza. Así que a pedido de los niños mi abuela nos llevaba a la escuela para que nos vean porque éramos idénticos y llamábamos la atención, éramos una novedad”, expresa riendo.

¿Usted vivió en Orán y San Martín también?

Me fui de Salvador Mazza a los 17 años, estudié algunos años en la Universidad Católica de Salta y terminé mi carrera en Córdoba. Ya como abogado estuve en Buenos Aires haciendo algunas especializaciones y me tocó regresar a mi provincia y desempeñarme en la ciudad Capital, luego en Orán donde conocí a mi esposa Liliana y después regresé hacia Tartagal donde nació mi hija Camila. Incursioné varios años en la política, una actividad que me enseñó mucho y me dio una nueva perspectiva, pero con los años volví a lo mío.

Creo que tengo un camino muy largo recorrido en mi vida profesional porque me recibí muy joven y eso me hace pensar que posiblemente los norteños, sea en el lugar que a cada uno le toque desempeñarse, debemos reflexionar, recapacitar y entender que entre los departamentos de San Martín y de Orán, donde tengo amigos entrañables y todos mis afectos, tenemos muchas cosas en común. 

Pero sobre todo debemos entender que definitivamente, y para enfrentar tantas situaciones adversas y difíciles, debemos aunar criterios, trabajar en un gran acuerdo, tirar todos para el mismo lado y entender que entre los dos departamentos no solo reunimos a una importante cantidad de salteños, sino que hay gente valiosa, bien intencionada, muchos con una gran formación, con ganas y con fuerzas para alcanzar objetivos que nos harán muy bien a las comunidades del norte de la provincia.

¿Qué es lo que más rescata de los que fueron pioneros en su pueblo, incluidos sus abuelos, padres y los de tantos otros pociteños?

Que trabajaban en forma mancomunada, que eran personas de bien, que no los movían segundas intenciones y que querían hacer entre todos una comunidad mejor para sus hijos y las generaciones por venir. Ellos impulsaron la creación de escuelas, de clubes deportivos, de entidades para ayudar a los más desfavorecidos. No los movían otros sentimientos que no fueran los buenos propósitos. No tenían celos ni mezquindades y de la nada misma hicieron los pueblos de frontera. Ojalá las generaciones actuales y futuras pudiésemos rescatar, poner en valor y, sobre, todo llevar a la práctica todo ese sentir de los pioneros. Seguramente todo mejoraría para el bien del norte y de quienes vivimos y queremos que nuestros hijos y nietos vivan aquí. 
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