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El Reino Unido puede desaparecer

Martes, 04 de agosto de 2020 02:13

El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, denominación oficial del imperio británico desde el Acta de Unión suscripta en 1800, que fusionó a ambos reinados bajo la égida inglesa, corre riesgo de extinción.

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El Reino Unido de Gran Bretaña e Irlanda del Norte, denominación oficial del imperio británico desde el Acta de Unión suscripta en 1800, que fusionó a ambos reinados bajo la égida inglesa, corre riesgo de extinción.

El Brexit reforzó las tendencias separatistas en Irlanda y en Escocia, cuyas respectivas formaciones nacionalistas avanzan para lograr su independencia y su permanencia en la Unión Europea.

El conflicto amenaza reproducir en Gran Bretaña un escenario similar al planteado en España por Cataluña.

Nacionalismo escocés

Mientras rechazaba la solicitud de la primera ministra Nicola Sturgeon, líder del Partido Nacional Escocés (PNE), quien planteó la convocatoria para este año de un nuevo referéndum sobre la independencia, que podría revertir el resultado negativo de la consulta popular de 2014, Johnson quiso irradiar una señal de buena voluntad para congraciarse con los escoceses y ratificó su voluntad de construir un puente marítimo de 45 kilómetros de extensión para unir a Escocia con Irlanda, con una inversión proyectada de 26.000 millones de dólares.

El líder conservador sostiene que el referéndum del 2014 puede darse sólo "una vez en una generación".

Frente a ese cerrado rechazo y ante las urgencias derivadas de la pandemia, Sturgeon optó por postergar su reclamo y convertir las elecciones legislativas locales de mayo de 2021, en las que apuesta a obtener una victoria abrumadora, en un virtual plebiscito nacional sobre la independencia, lo que colocaría a Londres en una encrucijada de difícil resolución.

Desde el año pasado, las encuestas revelan que la opinión pública escocesa viró mayoritariamente a favor de la independencia.

Esa opción tiende a ganar aún más apoyo a raíz de la concreción del Brexit, la crisis económica y el profundo descontento generado por la política de Johnson ante la expansión del COVID-19.

En las recientes elecciones para el Parlamento británico, celebradas en diciembre pasado, el PNE obtuvo 48 de los 58 escaños en disputa.

Este ascenso de un "nacionalismo europeísta" impactó dentro del propio PNE, donde emerge una tendencia más radicalizada, que no descarta la posibilidad de seguir el ejemplo de los nacionalistas catalanes y avanzar en la convocatoria a una nueva consulta popular más allá de la voluntad del gobierno de Londres.

Esa corriente está inspirada por el ex primer ministro Alex Salmond, antecesor de Sturgeon, quien en 2014 dimitió ante la derrota experimentada en aquel referéndum pero ahora vuelve al ruedo como adalid de una "línea dura", nucleada en la flamante Alianza Nacional por la Independencia.

Sturgeon se opone a imitar el ejemplo de Cataluña porque entiende que puede conducir a un callejón sin salida. Propone esperar hasta mayo, a fin de contar con una mayoría legislativa de más de dos tercios para refrendar la convocatoria al referéndum. Baraja también la posibilidad de acompañar una resolución en ese sentido del Parlamento regional con la presentación de un recurso legal ante los tribunales británicos para que declaren que el gobierno de Londres carece de facultades legales para impedir la realización de la consulta.

Los tres partidos británicos tradicionales (conservadores, laboristas y liberales), cuyas filiales escocesas son "unionistas" y están amalgamadas en su oposición al independentismo, no ocultan su preocupación ante el giro de los acontecimientos.

El sistema electoral vigente en el orden local establece la elección de un solo diputado por cada una de las 132 circunscripciones, lo que elimina la representación de las minorías, y sólo prescribe el régimen proporcional para la elección de una nómina "compensatoria" de 72 escaños.

Este mecanismo asegura a los nacionalistas una mayoría parlamentaria más que suficiente para avanzar en la aventura independentista.

El nacionalismo europeísta

En el orden de preocupaciones de Johnson, la situación de Escocia se ve potenciada por el agravamiento del problema de Irlanda, que fue uno de los puntos más trabajosos del acuerdo que permitió la materialización del Brexit, ante la necesidad de evitar que la frontera libre existente entre Irlanda del de Norte (parte del Reino Unido) y la República de Irlanda (independiente desde 1921 y socia de la Unión Europea) se transformase en un muro divisorio imposible de aceptar por ambas poblaciones.

La fórmula finalmente acordada calmó provisoriamente las prevenciones de los irlandeses pero no resolvió la cuestión de fondo: la mayoría de la opinión pública de Irlanda del Norte, tan opuesta al Brexit como los escoceses, se inclina también por un "nacionalismo europeísta" y está a favor de la independencia y la reunificación con sus vecinos del sur, lo que posibilitaría la permanencia en la Unión Europea.

Tal como sucedió en Escocia, en las elecciones de diciembre de 2019 para elegir representantes de Irlanda del Norte en el Parlamento británico triunfaron los independentistas del Sinn Féin, un partido que en el pasado fue el brazo político de los guerrilleros del IRA. Este resultado obligó a revisar una prolongada acefalía institucional, que había provocado que en 2017, ante la imposibilidad de constituir gobierno, Londres asumiera las riendas de la administración local.

Luego de arduas negociaciones entre el Sinn Féin y los “unionistas” (expresión de la comunidad protestante) pudo acordarse un gobierno de coalición. El dato relevante es que los “independentistas” pasaron a formar parte de este gobierno regional. 
Simultáneamente, en las últimas elecciones en Irlanda del Sur realizadas en febrero pasado, se registró un viraje significativo. 
Por primera vez en la historia, el Sinn Féin, liderado por Mary Louise Mc Donald, alcanzó una ajustada mayoría, relegando a un segundo y tercer lugar a los dos partidos tradicionales que desde 1921 venían turnándose en el poder en Belfast: el democristiano Fine Gael (FG), liderado por el primer ministro saliente, Leo Varadkar, y el centrista Fianna Fáil (FF), encabezado por Micheál Martin.
No obstante, ambos partidos negociaron un acuerdo para constituir un gobierno de coalición. Martin y Varadkar se turnarán como jefes de gobierno. 

 Convergencia irlandesa

Paradójicamente, esa marginación del poder coloca al Sinn Féin como única expresión opositora a un gobierno heterogéneo y marcadamente frágil y favorece sus perspectivas de crecimiento para el futuro. 
Mc Donald ya anunció la conveniencia de ir preparando las condiciones para un plebiscito por la reunificación nacional, aunque fijó su realización en un plazo de cinco años.
La convergencia entre el avance de los “independentistas“ en ambas partes de Irlanda y el rechazo del Brexit en Irlanda del Sur abre el camino para la implementación de un mecanismo incluido en el “Acuerdo del Viernes Santo” de 1998 que puso fin a la una sangrienta guerra civil de veintinueve años de duración protagonizada por católicos y protestantes y estipuló que, en el caso de que los dos gobiernos así lo dispongan, los irlandeses de ambos lados de la frontera pueden ser convocados a votar, simultáneamente pero por separado, en una consulta popular para expedirse sobre la reunificación del país. 
Si así ocurriera, el Reino Unido como tal habría dejado de existir. 
 

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