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Las ironías de la Argentina: atrapados por el pasado

Miércoles, 23 de septiembre de 2020 19:21

La preocupación por el dólar es un tema más que recurrentes en las vida de los argentinos y seguro que para más de uno se ha convertido en una preocupación constante a lo largo de tiempo. Los argentinos se han transformado en grandes “pensadores y economistas” donde revisar la cotización del dólar es una preocupación más. 

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La preocupación por el dólar es un tema más que recurrentes en las vida de los argentinos y seguro que para más de uno se ha convertido en una preocupación constante a lo largo de tiempo. Los argentinos se han transformado en grandes “pensadores y economistas” donde revisar la cotización del dólar es una preocupación más. 

Lo cierto es que lejos de aprender de las experiencias se vive en una retrospectiva. Sucede lo mismo con los distintos gobiernos que se empecinan en probar recetas para la economía que no resultaron o en el común de los casos, echarle la culpa a la famosa “pesada herencia”. 

En 1962, el humorista Tato Bores ya decía que el país vivía "un momento de gran expansión monetaria". En su monólogo, explicaba que, "en lugar de pagar el dólar a 30, 40, 50, 60, 70, 80 o 90 mangos, lo estamos pagando a 135". En ese sentido bromeaba: "Si nos mojan la oreja lo vamos a pagar a 200, porque somos tipos ricos".

Bores bromeaba al decir que si todos compraban y acumulaban dólares iba a llegar un momento en el que los argentinos podrían "pegar un golpe fantástico". "El día que tengamos todos los dólares del mundo iremos a Estados Unidos con la guita de ellos y nos van a tener que entregar el país. Yo no me explico cómo los yanquis, que son tan vivos, no se dan cuenta del peligro que están corriendo con nosotros".

Este visionario decía que "antes, cuando un tipo tenía un ahorrito ponía un tallercito, abría una fabriquita, compraba un campito para criar gallinas o plantar tomates. Esas cosas que hace la gente en los países pobres". Y, en contraposición, hablaba de "las patotas" que había frente a las casas de cambio, quienes esperaban a que la cotización fuera favorable para comprar dólares.

Lo que decía el gran Tato no está lejos de la actual realidad argentina: casi nada cambió en 58 años.

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