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Violento fin de ciclo de un autócrata impredecible

Editorial. Director: Sergio Romero.
Domingo, 10 de enero de 2021 02:07

La bochornosa jornada del miércoles en el Capitolio representa el epílogo de la gestión autocrática del magnate Donald Trump, un hombre ajeno a los valores de la democracia que se rebeló contra el resultado de las elecciones absolutamente transparentes que dieron la victoria al demócrata Joe Biden.

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La bochornosa jornada del miércoles en el Capitolio representa el epílogo de la gestión autocrática del magnate Donald Trump, un hombre ajeno a los valores de la democracia que se rebeló contra el resultado de las elecciones absolutamente transparentes que dieron la victoria al demócrata Joe Biden.

A partir de ahora surgen tres interrogantes: ¿Cuánto más daño puede hacer Trump en los diez días que le quedan de mandato?

¿Podrá seguir liderando a los sectores conservadores luego de haber sido protagonista de un agravio a las instituciones inimaginable en EEUU en una democracia de 244 años?

¿Qué deberán hacer Biden, el nuevo Congreso y los dos partidos para restablecer el orden interno y el prestigio de Estados Unidos a nivel internacional?

En primer lugar, el presidente que transita sus últimos días en la Casa Blanca es impredecible. A regañadientes, se resigna a dejar el poder pero sigue aferrado a la fábula de un fraude, conscientemente construida por él mismo para debilitar a su sucesor e intentar lo que ya vimos: un autogolpe. Trump es responsable directo de la ocupación del Capitolio y de las cinco muertes que se produjeron en medio de la conmoción. Nadie cree en su diluida autocrítica y, por el contrario, se espera cualquier sorpresa que pueda producir en su retirada. Por lo pronto, la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, solicitó al jefe del Estado Mayor Conjunto, el general Mark Milley, que evite que este "presidente inestable" pueda intentar llevar a cabo un ataque nuclear en el exterior.

Además, trascendió que Trump intenta disponer un autoindulto extensivo a su familia. La discrecionalidad con que el presidente saliente administró hasta ahora esa potestad, ignorando a sus asesores legales y beneficiando a sus amigos, hacen temer que busque resguardarse de las causas que le esperan por administración irregular de fondos públicos y denuncias por violencia de género. Difícilmente una decisión de esa naturaleza, de producirse, vaya a tener éxito.

Las imágenes de la toma violenta del Capitolio documentan un epílogo sórdido del mandato de Donald Trump, pero no necesariamente su "muerte política". Su conducta de estos días, que los demócratas y muchos republicanos describen como "inestabilidad" podría dar origen a un juicio político. Los plazos legales lo convierten en impracticable para acelerar su retirada, pero nada impide que se lleve adelante y que una decisión desfavorable del Congreso lo inhabilite para desempeñar cargos en el futuro.

Como Cristina Fernández de Kirchner en diciembre de 2015, Trump no asistirá al traspaso del mando. Es una forma de desconocer la autoridad de su sucesor y de renegar de los valores esenciales de la democracia. En cambio, la conducta del vicepresidente Mike Pence, al privilegiar la Constitución por sobre el capricho de un autócrata es señal de que el Partido Republicano buscará recuperar su identidad.

Pero la democracia norteamericana necesita refrescarse. A nivel interno, el apoyo que recibió Trump desde el comienzo surge de una crisis laboral y de distribución del ingreso. En el exterior, el "excepcionalismo estadounidense" perdió reconocimiento y erosiona el liderazgo norteamericano.

Biden debe recomponer las relaciones con Europa y con sus aliados históricos, erosionadas por una política desconcertante de Trump. Enfrente aparecen liderazgos anti occidentales, como los ex comunismos de China, un poderoso capitalismo de Estado, y Rusia, con un gobierno revisionista que heredó de los zares y de la URSS el autoritarismo. Ninguno de esos países, ni sus socios, comparten los cánones de la democracia y los derechos humanos.

La tarea que espera al nuevo gobierno no es fácil porque, a pesar de algunos éxitos iniciales, la pandemia de coronavirus no solo ha sembrado muerte sino también una fuerte caída de la economía estadounidense.

Joe Biden ingresará a la Casa Blanca en el comienzo de una década en la cual la tecnología, el trabajo y el orden mundial tendrán cambios drásticos, y del equilibrio de los líderes dependerán la paz y el equilibrio social de los pueblos.

 

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