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Tato Bores: la vigencia de sus monólogos, a 25 años de su muerte

A pesar del paso del tiempo, sus monólogos sobre la actualidad del país siguen teniendo vigencia: qué decía del dólar, la inflación, la corrupción y los tiempos de elecciones.
Lunes, 11 de enero de 2021 22:37

El mayor legado de Tato Bores está en su vigencia. El máximo exponente de la historia del humor político en la Argentina nos dejó hace 25 años, pero nos sigue hablando desde sus insuperables monólogos televisivos como si no se hubiera ido. Lo escuchamos ironizar sobre los vaivenes del dólar, sobre la incertidumbre económica, sobre el resbaladizo comportamiento de políticos que prometen una cosa y hacen al día siguiente lo contrario. Cosas dichas hace décadas que conservan plena actualidad en la Argentina del eterno retorno.

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El mayor legado de Tato Bores está en su vigencia. El máximo exponente de la historia del humor político en la Argentina nos dejó hace 25 años, pero nos sigue hablando desde sus insuperables monólogos televisivos como si no se hubiera ido. Lo escuchamos ironizar sobre los vaivenes del dólar, sobre la incertidumbre económica, sobre el resbaladizo comportamiento de políticos que prometen una cosa y hacen al día siguiente lo contrario. Cosas dichas hace décadas que conservan plena actualidad en la Argentina del eterno retorno.

Esa vigencia también explica que su estilo no haya encontrado ningún heredero capaz de ponerse a su altura. Esta circunstancia pone todavía más de relieve la grandeza de la figura que se despidió de nosotros aquel 11 de enero de 1996, derrotado finalmente por un cáncer de huesos. Tato logró llevar la observación satírica de la política argentina a una altura imposible de alcanzar. Y con la misma ironía que lo caracterizó podríamos decir que el único personaje que estaba en condiciones de igualarlo era Helmut Strasse, el antropólogo europeo empecinado en encontrar en 2492 las improbables huellas de lo que alguna vez fue la Argentina.

Casado con Berta Szplinder, su mujer de toda la vida a quien siempre mencionaba en sus monólogos, Tato supo hablar de todos los problemas del país con un toque de humor. En sus programas mezclaba, además, algunos sketch y musicales. Y, sobre el final, invitaba a comer sus clásicos tallarines a figuras de renombre, como Susana Giménez o Mirtha Legrand, además de funcionarios y políticos.

 

Strasse fue uno de los tantos disfraces que tuvo Tato Bores y, seguramente, el personaje más iluminado del último tramo de su admirable carrera televisiva, que se extendió entre 1957 y 1993. Cuando la inspiración de sus hijos Alejandro y Sebastián Borensztein (responsables creativos de la carrera de Tato a partir de 1988) construyó ese magnífico homenaje llamado La Argentina de Tato en 1999, Strasse apareció como el compilador simultáneo de la vida televisiva del actor y de su punzante mirada sobre la realidad de nuestro país.

A Tato seguramente le hubiese agradado mucho comprobar que esos grandes momentos suyos que reaparecen periódicamente en la pantalla contando hace 30 o 40 años cosas muy parecidas a las que nos ocurren hoy se deben a la paciente búsqueda arqueológica de Strasse. El círculo en forma de chiste se cierra a través de las dos caras de un mismo actor. No hay otro como él en condiciones de cumplir con esa misión. (La Nación)

 

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