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Enamorado de las cosas simples de la vida

Viernes, 29 de enero de 2021 14:13

Eterno enamorado, vivía con ese resplandor en sus ojos que nunca se apagará. Me acompañara siempre en esa larga noche de vigilia para el reencuentro, en su Salta, que tanto amó, jamás superada en su mochila de viajero; o allá en el rumbo que imponga la rosa de los vientos. Su ausencia, epílogo de su vida en una lucha sin cuartel, llegó a su fin. Las calles de su América profunda lo extrañarán, la Europa en su descubrimiento en el exilio también, la Rusia del renacimiento, oriente milenario, recorrida una y otra vez con la mirada inquieta del cantor popular.

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Eterno enamorado, vivía con ese resplandor en sus ojos que nunca se apagará. Me acompañara siempre en esa larga noche de vigilia para el reencuentro, en su Salta, que tanto amó, jamás superada en su mochila de viajero; o allá en el rumbo que imponga la rosa de los vientos. Su ausencia, epílogo de su vida en una lucha sin cuartel, llegó a su fin. Las calles de su América profunda lo extrañarán, la Europa en su descubrimiento en el exilio también, la Rusia del renacimiento, oriente milenario, recorrida una y otra vez con la mirada inquieta del cantor popular.

Enamorado de Graciela, su eterna compañera y era tanto su amor que el papa Francisco selló por segunda vez el romance nacido en albores juveniles, no exento de pasión. Amor por sus hijos, fiel reflejo de su espíritu aventurero, seguidor de sus triunfos y compañeros en sus fracasos. Padre auténtico, compañero fiel, amante de las mesas de amigos, creador hasta el fin cuando las últimas campanadas invocaban al silencio. 

Su bandera de libertad, muchas veces empañadas por las circunstancias eran el símbolo de su viaje cotidiano por la vida, cuyo destino final era el puerto de la creación.

Cesar Isella, cantor de simples cosas y de sumar amigos en los rincones más extraños, cosechador infatigable de las viñas de la nostalgia. Fue amigo de Salvador Allende y habló de poesía con Rafael Alberti, Nicolás Guillén y Pablo Neruda, poetas comprometidos con el canto de la libertad. Actuó en el Olympia de París, en Rusia, en Estocolmo, se recuerda su gira por Israel, junto a León Giecco y que decir del canto compartido junto a Joan Manuel Serrat, Joaquín Sabina, Pablo Milanés, Silvio Rodríguez, Jairo, la recordada Mercedes Sosa y tantos otros, que formaron parte de la peregrinación de los cantores populares durante la larga noche del silencio “en esos días cuando éramos golondrinas al otro lado del mar”, me comentaba. Yo lo escuchaba en silencio, intentando rescatar de su memoria momentos gravitantes de la historia que me apasionaba.

Era mi amigo en el despertar de mi madurez; desconozco que habría pasado de habernos encontrados en otros tiempos, quizás fue mejor porque nos respetamos de manera sincera, el abrió la puerta de su mundo y yo indague con recato su intimidad. Respeté sus silencios y los sones musicales se perdían en la genuina palabra de la amistad.

Renegaba de Buenos Aires y extrañaba Salta. A veces tenía tiempo para la nostalgia cuando hablaba de “Todas las voces todas”, un himno de los pueblos sufridos de América Latina creada junto a su hermano de la canción Armando Tejada Gómez. Hace unos años, un 20 de febrero todos se preguntaban quién era ese hombre, que junto a Graciela y su hija, aceptaba una guitarra para entonar esa canción universal. Era mi cumpleaños y me excedo al convertir esta nota en algo personal, pero no puedo ocultar mi orgullo por ese simple gesto de amistad. Era César Isella.

Una vez en su casa en Buenos Aires me invitó a conocer su íntimo espacio, lleno de testimonios y afectos personales. Renegaba de Buenos Aires, pero estoy seguro que en el fondo la amaba, como esas muchachas inalcanzables, tan cerca, peligrosamente cerca. 

“Yo no me voy de Buenos Aires. Huyooooo de Buenos Aires", dirían el "Cuchi" o Manuel. "Está muy loca esta ciudad, aunque es una ciudad fantástica, haciendo vigencia aquel viejo dicho que dice 'Dios anda por todos lados, pero atiende en Buenos Aires'. En otras palabras todo lo que suena aquí repercute en el interior”.

Cuando nos reuníamos en Salta, junto al “Negro” Perdiguero hablamos de los ausentes y la respuesta era la misma. “hacen falta poetas necesarios a la vida que llevamos. Armando Tejada Gómez, Manuel Castilla, el querido “Cuchi” Leguizamón, César Perdiguero, José Ríos, es decir los poetas que uno conocía. Yo estuve con personajes talentosos, siendo secretario de la Sociedad de Autores por muchísimos años. De repente estar con Cadícamo, Julián Plaza, esos personajes hermosos, te diría más, esos seres excepcionales, dejaron una obra inconmensurable para la memoria. No me cansaré de decirlo”.

Una vez le pregunté de la importancia de los libros en las futuras generaciones y su respuesta al recordarlo, me acompañará siempre.

“Los libros dicen muchas cosas. Hay que animarse. Le tenemos que decir a los jóvenes talentosos, músicos, compositores que los hay, porque la música es como la bicicleta con alas que cantó José Pedroni. Pero si vos tenés inquietud y no te gusta la letrita de alguien que te va a pasar, agarra los libros" no seas tonto. En los libros hay cosas maravillosas y aparte tienen muchísima actualidad. No serán modernos hacia el futuro, son modernos hacia adentro de uno y eso es fantástico. En definitiva el ser humano sigue siendo de dos patas.

Hoy su ausencia impone que si la conciencia de los gobernantes, puede más que el olvido, su nombre integrará esa selecta nómina que nunca bajó los brazos para recuperar la tradición como principal bandera del canto popular.

Su voz llegaba como un alivio en estos tiempos y me contaba que, a pesar de la pandemia esperaba el regreso de su hijo de España. Lo esperaba con la sincera alegría de un padre ansioso del reencuentro.

Uno de los últimos correos con fecha 20 de noviembre del año pasado lo guardaré hasta el último día. Decía textual: 2Amigo Poeta....Me fue un año poco generoso... Y... con momentos de mucha Pena. Y Dolor. No obstante.... con el profundo Amor que siento por mi amplia Familia...... Mi tierra te recuerdo".

Luego llegó la sentida aclaración de Graciela. "Humberto esto comenzó a escribirte César ........ luego abandono ........te lo envió sin que él lo sepa".

Yo lo presentía e íntimamente esperaba una mejora de su salud, pero está visto que más allá de los deseos uno es incapaz de prolongar la vida de aquellos que uno quiere.

Era mi amigo, el que en los últimos tiempos me hablaba con frecuencia. Un día, no dimensioné la profundidad de sus palabras cuando me dijo: “Amigo no quiero verte llorar” y con la noticia de su viaje a la eternidad, tengo que reconocer: “perdóname César, hoy soy un maldito llorón”.
 

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