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Don Martín, el sentimiento de un pueblo

El 17 de junio se cumplirán dos siglos desde que la traición tronchara la vida del máximo héroe de Salta; gobernante y jefe militar, protagonista de la emancipación americana del Imperio español.
Sabado, 09 de enero de 2021 22:18

Desde la destitución del último gobernador del régimen hispano, Nicolás Severo de Isasmendi acaecida en 1810 y hasta 1815, se sucedieron gobernadores designados por Buenos Aires, totalizando diecinueve gestiones, incluido el Cabildo local. Esos gobernadores impuestos por mano ajena no siempre fueron considerados ni consecuentes con sus habitantes ni con la realidad de un territorio tan alejado de la ciudad portuaria. 

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Desde la destitución del último gobernador del régimen hispano, Nicolás Severo de Isasmendi acaecida en 1810 y hasta 1815, se sucedieron gobernadores designados por Buenos Aires, totalizando diecinueve gestiones, incluido el Cabildo local. Esos gobernadores impuestos por mano ajena no siempre fueron considerados ni consecuentes con sus habitantes ni con la realidad de un territorio tan alejado de la ciudad portuaria. 

En ese interregno, el proceso histórico estuvo signado por los avances militares del Ejército Auxiliar del Alto Perú, con enfrentamientos de suerte diversa. El curso de los acontecimientos políticos dependía de los resultados de las armas de la patria. 

En mayo de 1815, el mando de la Gobernación Intendencia se hallaba provisionalmente ejercido por el Alcalde de primer voto, pues el gobernador Hilarión de la Quintana se había incorporado al ejército que operaba en el norte. En Buenos Aires, había sido depuesto Alvear y disuelta la Asamblea Constituyente. La unidad política de la asociación se había quebrado.

Mayo de 1810, habría sembrado el espíritu de unión y de patriotismo; pero fruto de abusos y errores por el imprudente manejo de la improvisada capital, se trastocó en odio y repulsión. Cabe mencionar que, algunas derrotas fueron ocasionadas por la impericia en las decisiones de los altos mandos procedentes de la capital. 

Desde la Banda Oriental, se encendía la antorcha de la federación, una idea básica que aproximaba a sus mentores a un sistema que consagraba el derecho que tenían los hombres de cada provincia para gobernarse a sí mismos, gozando de los cargos y honores públicos dentro de su propia patria chica. Este espíritu no era nuevo, preexistió antes de la Revolución de Mayo, fue el germen que animó todo el movimiento emancipador, y volvió a reavivarse tras la caída de Alvear.

La injusta designación de Martín Rodríguez como comandante general de las avanzadas ocasionó el desplazamiento de Güemes. A poco de asumir la comandancia Rodríguez fue sorprendido por Pezuela y hecho prisionero. Con esta derrota, cabía esperar un pronto avance de las tropas realistas hacia el territorio salto- jujeño. 

En tanto, nuestro prócer, designado en carácter de coronel comandante del Cuerpo Militar de los Paisanos de la Campaña de la Provincia de Salta, dirigió una proclama expresando: “Patriotas: confiad en los campeones que tengo el honor de mandar ... Secuaces de los tiranos: vuestra soberbia os precipita. Advertid que las dieciocho provincias de esta América del Sud que sacuden la opresión, no las podrá ultrajar vuestra impotencia, ni serán duraderas las tramoyas y seducciones de que os valéis”. El 14 de abril de 1815 Güemes y sus gauchos sorprendieron a las avanzadas de Pezuela en Puesto Grande del Marqués, a las que batieron completamente. Rondeau le hizo saber que debía poner sus milicias al mando de Rodríguez. Pero Güemes se retiró con sus gauchos en dirección a la capital de la provincia, retirando de la Maestranza jujeña armamento descompuesto a fin de arreglarlos y utilizarlos para el auxilio de la capital, amenazada ante una próxima expedición realista comandada por Pezuela. La gravedad de la situación era evidente y tenía absorbido al vecindario en una ciudad agitada y bulliciosa, que anhelaba propiciar la candidatura de Martín Güemes. Expresa Bernardo Frías en su obra “Historia del General Martín Güemes y de la Provincia de Salta, o sea de la Independencia Argentina”: “era tan crecida ya la autoridad y simpatía que el popular caudillo ejercía así en la plebe de la ciudad y gente del campo como en la decente y culta, à, ejerciendo gran poder de influencia y decisión en los negocios de Estado, haciendo como de cabeza del gobierno”.

Güemes era una prueba viva del patriotismo de los días pasados y representaba una esperanza para los días por venir. Los antecedentes de su carrera en lo que iba desde la revolución y en las circunstancias delicadas en que se encontraba la gobernación, lo señalaban como el único candidato posible y sin rival para gobernar la provincia en situación tan extrema.

Una elección popular

En estas circunstancias, el cuerpo del Cabildo, recibió una petición del pueblo, congregado en las proximidades de la Sala Capitular, en la que estimaba que era prioritario designar una autoridad provincial que asumiera con valor y energía el peligro que se cernía sobre la ciudad. No se pedía Cabildo Abierto como de ordinario se acostumbraba para casos como este, sino se pedía directamente que se nombrara un gobernador que llenara la vacante. 

El Cabildo tomó la solicitud, y a través del mismo procurador, informó de la situación imperante en Buenos Aires sobre la caducidad del mandato de las autoridades nacionales. Más el pueblo insistió solicitando la elección de gobernador y requirió se practicase en el mismo momento. Se llamó inmediatamente a Cabildo Abierto al vecindario, el cual en gran proporción se hallaba desde un principio en derredor del Cabildo.

Acto seguido se cumplió con la votación secreta. Cada vecino escribió su voto en esquela aparte y fueron entregados los votos para su escrutinio, resultó casi por una general votación el señor coronel don Martín Güemes, a quien se puso en posesión del cargo en el mismo acto, por petición del mismo pueblo. 

El 6 de mayo de 1815, Martín Güemes asumía el mando de la Gobernación Intendencia, la que comprendía las actuales provincias de Salta y Jujuy. Esta elección fue comunicada a las restantes ciudades de la Provincia: Jujuy, Tarija y Orán.

De esta suerte, la plaza salteña se convertía en el cuartel general de la independencia desde la que se habría de organizar la resistencia ante las nuevas invasiones que amenazaban llegar, y sitio donde desde 1810 resonaban todos los ecos bélicos del Perú. Por otra parte, la reunión en una misma cabeza del mando político y militar, propiciaba la unidad de dirección y esfuerzos, la facilidad de disposición sin mayores y frecuentes tropiezos, que debe corresponder a quien ha de velar por la seguridad pública en días de guerra. 

La elección vino a satisfacer al imaginario y a los sentimientos por tantos años ofendidos del patriotismo local. No obstante haber nacido estos pueblos y crecido bajo el principio de igualdad política entre sí, había sucedido que lamentablemente, Buenos Aires había impuesto su impronta, tanto en lo militar como en la provisión de cargos ordinarios en las administraciones provinciales, su voluntad despótica y hegemónica. Al tomar Salta en sus propias manos el gobierno conquistaba el triunfo sobre la arbitrariedad portuaria. Se propiciaba que Salta dejara de ser un feudo de Buenos Aires. Era un triunfo justo para la dignidad y el amor propio de los pueblos el goce justo del ejercicio de sus derechos.

Un gobierno arduo 

El tiempo en que Martín Güemes ejerció la gobernación estuvo sembrado de infinitas dificultades. La incomprensión hacia sus altas miras, fue el común denominador no sólo en la escala nacional, sino también entre sus comprovincianos. 

A poco de ser electo, la primera dificultad se presentó con los miembros del Cabildo de Jujuy, quienes reunidos en Cabildo Abierto para pronunciarse sobre lo actuado en Salta decidieron suspender el reconocimiento. Las extensas gestiones del doctor Pedro Antonio Arias Velásquez fueron infructuosas. Fue menester la presencia de Mariano Boedo en carácter de mediador, para zanjar tan espinoso tema. Jujuy reconoció la elección de Güemes el 18 de setiembre de 1815. Otra dificultad estuvo relacionada con José Rondeau. Luego de la derrota de Sipe Sipe las tropas avanzaron hacia Salta, con intenciones de invadir la ciudad y deponer a Güemes. Esto derivó en arduas gestiones con la mediación de caracterizados vecinos. El diferendo quedó resuelto con la firma del Pacto de Los Cerrillos, entre el general en jefe del Ejército Auxiliar y el gobernador de la Intendencia de Salta, en fecha 22 de marzo de 1816, constituyendo tal vez la más seria crisis institucional de su gobierno. Pacificadas las partes, el acuerdo permitió la apertura de las sesiones del Congreso de Tucumán, dos días más tarde. Este acuerdo fue muy celebrado por José de San Martín, quien cifraría la posibilidad de concretar su plan de liberación continental el apoyo estratégico de Güemes y de Salta.

La dificultad que atravesó toda su gestión fue el estado de quebranto de las arcas provinciales. La necesidad de atender a los crecidos gastos de guerra con un presupuesto exiguo, en un contexto en el que las tropas patriotas soportaban un permanente estado de miseria, signó la gestión del gobierno de Güemes.

La solución a la crítica situación económica empleada por la administración güemesiana para engrosar los fondos públicos fue la solicitud de empréstitos. La práctica se transformó en el método usual y medio principal de procurar fondos que se empleaban exclusivamente en la guerra, en tiempos que el erario nacional no hacía los aportes requeridos. Estas exacciones fueron el origen de la animadversión de los mercaderes hacia Güemes, los que aprovecharon su ausencia para apoderarse del gobierno y deponerlo un 24 de mayo de 1821 en la denominada Revolución del Comercio. El detonante, la guerra al gobernador Aráoz, con quien los rebeldes mantenían una expresa complicidad. Los integrantes de la llamada “Patria Nueva”, en su manifiesto expresaban sobre Güemes, entre otros fundamentos: “despreciando al honrado ciudadano, quitándole los bienes, hasta arruinarlo y constituirlo en la miseria, disponiendo de las propiedades a su antojo”. Una cuestión pecuniaria que constituyó la antesala de la traición y que preludió el fin de su gobierno y de su vida. Se tronchó así la asistencia a San Martín desde el Alto Perú para liquidar el poder realista en esta zona americana. 

La grandeza

El primer gobernador elegido por la voluntad del pueblo y que hubo de encontrar el camino de su gestión sembrado de obstáculos, tanto los impuestos por el adversario realista como los que presentaron en otro frente interno sus connacionales y opositores locales, solo pudieron resolverse en base a las virtudes del prócer. En Güemes encontramos fortaleza y templanza, generosidad y magnificencia, también magnanimidad para con los humildes, ecuanimidad y sentido de justicia. Es en posesión de estas cualidades las que unidas al heroísmo perfeccionan moralmente el doble carácter del gobernante y del militar comprometido con la gesta por la emancipación americana. Cabe esperar de la ciudadanía salteña, un sólido compromiso de recordar a su prócer de magnitud nacional y americano.

 

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