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Con la vuelta al aula, repensar la escuela

Jueves, 14 de octubre de 2021 02:55

A casi un mes de volver a transitar la escolaridad en el aula sin burbujas, barbijo de por medio y cumpliendo protocolos, y después de focalizar nuestras prácticas en las redes durante un largo año en espacios virtuales, posibles para los que tenían acceso e imposibles para los que no, me pregunto si estamos generando la oportunidad de repensar la escuela que teníamos y la escuela que tendremos.

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A casi un mes de volver a transitar la escolaridad en el aula sin burbujas, barbijo de por medio y cumpliendo protocolos, y después de focalizar nuestras prácticas en las redes durante un largo año en espacios virtuales, posibles para los que tenían acceso e imposibles para los que no, me pregunto si estamos generando la oportunidad de repensar la escuela que teníamos y la escuela que tendremos.

La pandemia puso en evidencia situaciones de la escolaridad que ya no estaban funcionando, y recuperó la importancia del rol docente.

No podemos ni debemos volver como nos fuimos. Hemos cruzado fronteras. Y no hago mención en esta frase a espacios geográficos, indicadores de calidad educativa ni teorías de aprendizajes ya conocidas y puestas en práctica, a diario, en nuestras aulas.

Ni a las necesidades y grietas que quedaron en evidencia una vez más y son materia pendiente.

Caminar estos espacios como docente me lleva a pensar en los límites internos que cada uno pasó y transitó durante la cuarentena, desde la incertidumbre de no saber cómo, a la convicción de que, poniendo el alma y el cuerpo, lo haría de la mejor manera posible.

La premisa era reinventarse. Y así fue. Lo que sucedió quedó instalado para siempre. El tiempo, inevitable juez a la hora de los veredictos, lo confirma.

Desde las fronteras y los límites que se dibujaban en el mapa de nuestros miedos y dudas construimos los caminos necesarios, con las propuestas que fuimos aprendiendo y haciendo propias.

Así llegamos al encuentro con el otro, fortalecidos.

El desafío es volver a habitar las aulas, habitarlas en el sentido amplio de la palabra, construir (no ocupar) un espacio donde las alternativas de aprender signifiquen también la posibilidad de correrse de lo que ya estábamos acostumbrados.

Probar nuevas formas.

Analizando, repensando qué prácticas y discursos estaban instalados, ¿qué nos permitió ver este tiempo de dificultad y complejidad de la pandemia? Nos atravesó. Y nada atraviesa sin dejar una marca. Urge que nuestros alumnos se reencuentren con sus emociones para, desde allí, desde lo vivido, lo sentido, reconecten con el deseo de aprender. El sentido de lo pedagógico se recupera armando un espacio entre todos, para todos y para cada uno, imaginando cómo volver a los vínculos, revisando aquello que hacíamos y que queremos hacer.

Somos escuela porque nunca dejamos de serlo. Más allá de contenidos y objetivos. Más allá de propuestas y clases por videollamada. Hay cosas que no se pueden medir.

Hay sensaciones que, de dibujarse, llenarían los espacios de risas, lágrimas, abrazos contenidos y miles de anécdotas.

El puente sostenido entre dos pares de ojos que hoy se miran por encima de las pantallas y las telas tiene el valor sin precio de las cosas simples que son para siempre. Del esfuerzo sostenido entre colegas, familias, comunidad y los niños y niñas, por quienes somos y para quienes buscamos alternativas y mejores oportunidades.

La pedagogía de la ternura traspasó los límites, nosotros también, hoy la mirada que contiene, que espera y que abraza una vez más dice presente.

 

 

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