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Una historia de transformación comunitaria en Salta

El comedor Jesús te ama, en San Lorenzo, une voluntades de todas partes. 
Jueves, 14 de octubre de 2021 15:46

En Atocha III (San Lorenzo) la Dirección de Tierra y Bienes Patrimoniales de la Provincia, a través del programa de Emergencia Habitacional, entregó 500 lotes en octubre de 2012. Cada uno con una superficie de 10 por 20 y servicios básicos. Allí una mujer, Adriana García, se propuso abrir un comedor comunitario de la nada. 

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En Atocha III (San Lorenzo) la Dirección de Tierra y Bienes Patrimoniales de la Provincia, a través del programa de Emergencia Habitacional, entregó 500 lotes en octubre de 2012. Cada uno con una superficie de 10 por 20 y servicios básicos. Allí una mujer, Adriana García, se propuso abrir un comedor comunitario de la nada. 

Por aquel entonces, los 75 chicos que solían almorzar en el comedor Jesús te ama estaban avisados: debían anotarse en uno de los dos turnos, de 12.30 a 13.30 y de 13.30 en adelante, para ir a buscar su ración diaria. Ocurría que en la manzana 142 C lote 14 no había platos, tazas ni cubiertos, pero tampoco dónde sentarse ni apoyarse, a no ser que uno resultara afortunado y fuera de los 20 que cabían en dos tablones desgastados. Para el resto de los comensales, las señoras que cocinaban a la intemperie y con leña les colocaban un mantel en el suelo de tierra. 

En marzo de 2013 las fotos de los niños almorzando sobre fuentones dados vuelta por mesa o directamente en el piso causó indignación extrema. Más de 1000 usuarios de las redes sociales apuntaron a lo fundamental de retomar un ritmo de crecimiento económico y de creación de empleos sostenido, de mejorar las políticas sociales y ampliar el acceso y la calidad de la educación y salud. La sociedad estimaba prioritario complementar políticas sociales con políticas habilitadoras, de forma de ir preparando a los sectores más vulnerables para que por sí mismos salieran de la pobreza. 

Las fotos que conmovieron a los salteños fueron publicadas por El Tribuno el 30 de marzo de 2013. Los niños comían en el suelo, sin utensilios y a cielo abierto. Luego de esto, la solidaridad llegó durante meses desde sectores a veces impensados. Los salteños acompañan al comedor en cada fecha especial y también hay padrinos permanentes. Javier Corbalán
 

Muchos ayudaron y en julio de 2013 ya tenían piso de cemento y un tinglado sobre sus cabezas, donado por particulares. A fin de ese año, la Provincia les había construido instalaciones adecuadas: baños, cocina, comedor, espacio para biblioteca y dictado de talleres.

Actualmente, además de las 503 raciones que vuelven posible a diario 15 cocineras y voluntades que acompañan siempre o que van pasándose la posta, allí también se alimentan la mente y el espíritu. Temporada en que el visitante vaya encontrará a los voluntarios dictando cursos de oficios, talleres de alfabetización, literarios y de educación sexual integral, actividades de recreación (cine, teatro y festejos). A las mujeres ayudándose unas a otras a levantar sus casas. A todos en jornadas de limpieza barrial o en cadenas de oración por la salud de alguien.

Como repite esa mujer que lo dirige y que se agiganta si se la ve con ojos de niño, Adriana García, el comedor Jesús te ama afortunadamente en tiempos de pandemia sigue “de milagro en milagro”.

“Al no recibir ayuda del Estado desde 2016 nos dedicamos a ofrecer servicios de huerta y desmalezamiento a cambio de ropa y mercadería no perecedera. Y este 2020, a pesar de todo, es para nosotros el boom de la huerta. Vamos a trabajar a El Prado, La Almudena, El Tipal, San Lorenzo, Vaqueros, La Caldera, Valle Escondido. Hemos trabajado en más de 60 huertas, siempre cuidándonos como se debe”, había señalado en 2020 Adriana a El Tribuno. Añadió que también habían quitado malezas del barrio Los Jardines y de San Luis, y que se dirigían adonde los llamaran, porque tienen el objetivo de comprar serruchos, palas, carretillas, picos y máquinas de cortar pasto. Se organizan en equipos de a cinco dirigidos por un capataz. En los grupos hay 50 personas que salen a trabajar tres veces por semana. 

“Vengan a La Lonja, coman con nosotros, tráigannos sus manos”, dice Adriana y convence de que se puede trabajar en la contingencia. Jan Touzeau

Adriana contó una vez que había generado este proyecto como obra piadosa para que Dios le devolviera a uno de sus hijos, que camina por el valle oscuro de la dependencia a las drogas. Sin embargo, con los años se le fue revelando que esta no era una acción que había emprendido para esperar algún bien. “Vine por una promesa. Yo pensaba que esto era por mi hijo y terminó siendo por mí. Me dediqué de lleno y fui aprendiendo a sembrar valores, educación y dignidad, acompañada por la gente”, expresó.
En 2020 debido a las restricciones impuestas para frenar los contagios de Covid-19 el comedor Jesús te ama se había convertido en boca de expendio de viandas. Al ser consultada por entonces sobre si sentía temor por el coronavirus había respondido desde aquella transformación espiritual que sufren involuntariamente quienes se introducen en el círculo de fuego del altruismo y se dejan alcanzar por sus llamas. “Pusimos otro comedor en Castañares donde van 113 personas, niños, madres, padres, abuelos. Allá y acá cada vez las colas son más largas. Dios dijo: ‘Porque tuve hambre, y me diste de comer; tuve sed, y me diste de beber; fui forastero, y me recibiste; estaba desnudo, y me vestiste; enfermo, y me visitaste; en la cárcel, y viniste a mí’. Dios no es deudor de nadie. Él dice que el que cree en él no temerá, y es así: no nos sobra, pero el día a día siempre está”, pregonaba Adriana, dirigida por la palabra de Mateo 25:35-45. Ahora la nueva normalidad la ha vuelto a colocar donde quiere estar: guisando día tras día. “Quiero que de la necesidad surja una ingeniera agrónoma, un electricista”, sintetiza al mirar a los niños de su barrio y mientras camina esa senda que se ha trazado. 

Los niños son la esperanza de Adriana. Quiere que tengan aspiraciones que no han soñado sus padres y que las puedan concretar. Jan Touzeau

Luego acota que en este momento reciben del Estado 38 bolsones que se lleva la gente a sus casas. Por sus redes sociales puede verse a diario cómo la ayuda llega a las manos para las cuales iba destinada. Sin embargo, a ciertos sectores esta transparencia no les basta.
“La política es así. Entra una gestión que está con su gente, luego entra otra gestión, y hay políticos que no conciben que no quieras trabajar para ellos. Acá no toman represalias contra una referente social, sino contra la gente. Acá no me como la comida del comedor, sino que comen 503 personas, entre niños, abuelos, embarazadas. A la política nunca le voy a ganar, yo trabajo para Dios. Siempre es un comedor azotado y no entiendo por qué”, le cuenta a este medio. Justamente, el 15 de agosto pasado, domingo de elecciones provinciales, Adriana venía caminando por la calle Olavarría, envuelta en lágrimas. “Me encontré con un padre y le dije: ‘Estoy llorando por lo que han dicho o no han dicho los punteros políticos sobre mí. No doy más, quiero tirar la toalla. Estoy cansada’. Y él me preguntó: ‘¿Te abandonó Dios?’. Y yo le dije: ‘No, al contrario, me bendice constantemente’. Y él continuó: ‘¿Quién te ataca? ¿El humano? ¿Y qué le hizo el humano a Dios?’. La verdad es que me sentí tan insignificante... Me inflé y me volví a levantar. ‘Padre, ¿me dice su nombre?’, le pedí. ‘Soy el padre Ricardo, del convento de Castellanos’, respondió él. Y yo algún día quiero verlo para decirle cuánto me levantó aquella vez”, relató Adriana. 

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