¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

23°
19 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Los jefes que se toparon con Güemes

Lunes, 04 de octubre de 2021 01:53

¿Quiénes fueron los jefes españoles que cinco veces sitiaron la ciudad de Salta? Esta es una pregunta que a menudo no se formula, y, sin embargo, su respuesta resulta clave para comprender la magnitud de la gesta que fue la Guerra Gaucha, en su total dimensión. De la fortaleza y virtud del enemigo puede colegirse cuál es el tamaño de la lucha emancipadora que se libró en estas tierras.

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

¿Quiénes fueron los jefes españoles que cinco veces sitiaron la ciudad de Salta? Esta es una pregunta que a menudo no se formula, y, sin embargo, su respuesta resulta clave para comprender la magnitud de la gesta que fue la Guerra Gaucha, en su total dimensión. De la fortaleza y virtud del enemigo puede colegirse cuál es el tamaño de la lucha emancipadora que se libró en estas tierras.

La Primera Invasión la comandó el arequipeño Pío Tristán, quien nació el 7 de julio de 1773, enviado por José Manuel de Goyeneche, con quien se dispensaba el trato de primo sin ser pariente. Su sobrina Flora Tristán hace un retrato de su tío en el libro Peregrinaciones de una paria.

Tristán combatió en la batalla de Huaqui, como también las de Salta y Tucumán. Había conocido a Manuel Belgrano en España y no cumplió con las capitulaciones del 20 de febrero de 1813. Luchó al servicio del rey hasta la batalla de Ayacucho, luego sucedió interinamente al mariscal La Serna como virrey interino del Perú y posteriormente transmutó convirtiéndose en un influyente político de Arequipa en el Perú republicano, donde participó de la creación de la Confederación Peruano Bolivana. Murió en Lima en 1859.

El jefe de la Segunda Invasión, Joaquín de la Pezuela, nació en el poblado de Naval, España, un 22 de mayo de 1761. Venció a Manuel Belgrano en las batallas de Vilcapugio y Ayohuma. Por su proverbial mal carácter, lo apodaban la "araña colorada". Era egresado del Colegio de Artillería de Segovia, el más prestigioso de su tiempo, y participó heroicamente del sitio de Gibraltar. En octubre de 1816 fue nombrado virrey del Perú en reemplazo del marqués de la Concordia, Fernando de Abascal. Del segundo sitio a Salta, que fue para él una dura experiencia militar, valoró y respetó a Martín Miguel de Güemes, quien lo asombró con su guerra de guerrillas. Fue derrocado por el mariscal José de la Serna en el motín de Aznapuquio y se le atribuye haber descuidado el frente sur del Perú, lo que posibilitaría el desembarco de San Martín en Paracas, el 8 de septiembre de 1820. Escribió un Manifiesto sobre las causas que causaron su derrocamiento, que fue refutado por el conde de Torata, Gerónimo Valdés y Noriega. Murió en Madrid en 1830.

El jefe de la Tercera Invasión fue el mariscal José de la Serna, conde los Andes, quien nació en Jerez de la Frontera, el 28 de julio de 1770. Descendía de una familia de hidalgos militares y fue designado personalmente por Fernando VII para poner fin a la llamada insurrección americana, debido a que los españoles consideraban a la guerra de la independencia como una contienda civil.

Luchó contra los ingleses y se distinguió en Brest. Posteriormente sobresalió en el segundo sitio de Zaragoza en la guerra de la independencia española contra las tropas napoleónicas. Es probable que haya conocido en España al Libertador San Martín, con quien se reunió siendo virrey del Perú, en las conferencias de Punchauca. Cuando invadió Salta en 1817, no escuchó las advertencias que le había formulado sobre Güemes su antecesor Pezuela y su retiro de la capital salteña, fue una derrota militar arrasadora, además de una seria herida para su orgullo personal. Murió en Cádiz el 6 de julio de 1832.

Los jefes de la Cuarta Invasión, conocida como la invasión bicéfala, fueron los generales José de Canterac y Juan Ramírez Orozco. Canterac, nació en Francia, en Castel Jaloux, en 1787 y a los 15 años ingresó al Regimientos de Guardias Valonas, que se había formado durante el reinado de Felipe V. Llegó a América en 1815 al servicio de las tropas del general Pablo Morillo y la mayor parte de su carrera la desarrolló en el Perú, donde fue ascendiendo hasta convertirse en uno de los principales jefes realistas. Tuvo actuaciones destacadas como el triunfo de Moquegua contra el salteño Rudecindo Alvarado. Fue derrotado en la batalla de Junín y en Ayacucho debió firmar el armisticio como teniente general de los ejércitos reales, con lo cual se puso fin a la dominación española en Sudamérica.

De vuelta en España, debió soportar el desprecio de los peninsulares que llamaban "ayacuchos" a los militares derrotados. Fue asesinado el 18 de enero de 1835 en un pronunciamiento dirigido por el oficial Cayetano Cordero en la casa de Correo de la Puerta del Sol, en Madrid.

El general Juan Ramírez Orozco, a su vez, nació en Badajoz, España, en 1764. Participó junto al futuro Libertador San Martín en la decisiva batalla de Bailén, que ocasionó la caída de José I, hermano de Napoleón en la guerra de la independencia española. A los 20 años era considerado un veterano de guerra, por la cantidad de combates en los que había participado. Llegó al Perú en 1784, donde tuvo un rampante ascenso militar, en base la rudeza de su esfuerzo y dedicación a la tropa. Llegó a ser presidente de la Audiencia de Quito. Participó en la represión de los alzamientos de Chuquisaca y la Paz en 1809; combatió contra el cacique Mateo Pumacahua en la rebelión del Cuzco. Su acción fue determinante en el triunfo español de Sipe Sipe y fue quien, a las órdenes de La Serna, capturó y aprisionó al marqués de Yavi, en 1816. Junto a él, cuando sitió Salta por cuarta vez, venía en la expedición el joven Baldomero Espartero, quien años más tarde sería Regente del Reino de España. En 1822, decepcionado por la falta de reconocimiento su foja de servicios, luego de 38 años de servicio, pidió el retiro y se trasladó a España, donde murió en Madrid en 1852.

En esta rauda reseña puede observarse, que salvo Tristán que no combatió contra Güemes, los restantes jefes fueron militares altamente calificados y entrenados, con promisorias carreras, que alcanzaron los máximos grados y vinieron a enfrentarse a gauchos humildes sin formación alguna, más que la firmeza de sus convicciones, logrando una de las mayores epopeyas de la historia americana, con pasión y denuedo.

 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD