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Jorge Aylán asegura que lleva el folclore impregnado en su piel

La guitarra, el bombo y el violín, lo acompañan a este ascendente salteño en cada una de sus presentaciones.
Lunes, 08 de noviembre de 2021 15:51


Mercedes Sosa describe el verdadero folclore en “Agitando pañuelos”. La mezcla de guitarra, bombo y violín, convierte a una zamba o chacarera en un himno celestial, del que solo algunos se animan a la hora de demostrar sus verdaderos talentos.
Allí está Jorge Aylán, un salteño de excelencia que supo compartir noches de folclore con Los Tekis, en la peña del Chaqueño Palavecino o de Marcos Tames, también en el corredor de la Balcarce o de los principales teatros salteños, como lo sigue haciendo con su música, además supo hacer bailar a medio “Caminito” en La Boca porteña.
Este solista y profesor de los tres principales instrumentos folclóricos compartió exitosamente escenario con el grupo Wamay y se abre camino para que su huella no sea borrada.
“Mi historia con la música es algo arraigado por mi entorno familiar en donde me crié. Mis tíos son escritores y poetas. Tocaban la guitarra y otros instrumentos”, resaltó Aylán.
Y con una mirada de nostalgia destaca: “Recuerdo que me pasaba horas viendo ensayar a grandes exponentes como Lito Nieva, Los Nombradores, el “Chaya” Barrionuevo y otros músicos que siempre estaban en el seno familiar”.
Eso lo llevó a mezclar los cuadernos de la primaria con la guitarra y de adolescente compartió su música con Ariel Pastrana y Alfredo Caro, creando el grupo Wamay.
“Con ellos logramos estar en los escenarios de la Pre Serenata a Cafayate y en distintos recitales, pero también siempre colaboramos en colegios, festivales religiosos, en la Casa de la Cultura o con diferentes instituciones sociales”, recuerda.
Pero no todo fue alegría. Una desgracia lo golpeó duramente, aunque nunca se rindió.
“Mi familia siempre fue mi motor y logré salir a flote hasta lograr mis objetivos”, destaca mientras muerde bronca por algunos pasajes de la vida que se convierten en imborrables.
Hoy, este profesor de folclore que también se recibió y ejerce como productor audiovisual, terminó de estudiar en el penal de Villa Las Rosas e hizo radio por varios años y participó del II Concurso Latinoamericano de Cinematografía.
Y va por más. Hoy está terminando un proyecto para trabajar con un dispositivo para niños, que lo beneficiarían y acompañarían a los pequeños con capacidades diferentes, retraso madurativo o algún problema psicomotriz. Mientras tanto, la guitarra, el bombo y el violín siguen siendo las armas para enseñar y ayudar, mientras se sigue marcando objetivos que le permitan grabar su disco solista y recorrer toda la música hasta llegar a Cosquín, el sueño de todo folclorista.
Para él, las nuevas generaciones del folclore llegaron para lograr cambios positivos. Otros sonidos, instrumentos o vestimentas, convierten al folclore tradicional en lo que denomina la juventud “otra onda”.

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Mercedes Sosa describe el verdadero folclore en “Agitando pañuelos”. La mezcla de guitarra, bombo y violín, convierte a una zamba o chacarera en un himno celestial, del que solo algunos se animan a la hora de demostrar sus verdaderos talentos.
Allí está Jorge Aylán, un salteño de excelencia que supo compartir noches de folclore con Los Tekis, en la peña del Chaqueño Palavecino o de Marcos Tames, también en el corredor de la Balcarce o de los principales teatros salteños, como lo sigue haciendo con su música, además supo hacer bailar a medio “Caminito” en La Boca porteña.
Este solista y profesor de los tres principales instrumentos folclóricos compartió exitosamente escenario con el grupo Wamay y se abre camino para que su huella no sea borrada.
“Mi historia con la música es algo arraigado por mi entorno familiar en donde me crié. Mis tíos son escritores y poetas. Tocaban la guitarra y otros instrumentos”, resaltó Aylán.
Y con una mirada de nostalgia destaca: “Recuerdo que me pasaba horas viendo ensayar a grandes exponentes como Lito Nieva, Los Nombradores, el “Chaya” Barrionuevo y otros músicos que siempre estaban en el seno familiar”.
Eso lo llevó a mezclar los cuadernos de la primaria con la guitarra y de adolescente compartió su música con Ariel Pastrana y Alfredo Caro, creando el grupo Wamay.
“Con ellos logramos estar en los escenarios de la Pre Serenata a Cafayate y en distintos recitales, pero también siempre colaboramos en colegios, festivales religiosos, en la Casa de la Cultura o con diferentes instituciones sociales”, recuerda.
Pero no todo fue alegría. Una desgracia lo golpeó duramente, aunque nunca se rindió.
“Mi familia siempre fue mi motor y logré salir a flote hasta lograr mis objetivos”, destaca mientras muerde bronca por algunos pasajes de la vida que se convierten en imborrables.
Hoy, este profesor de folclore que también se recibió y ejerce como productor audiovisual, terminó de estudiar en el penal de Villa Las Rosas e hizo radio por varios años y participó del II Concurso Latinoamericano de Cinematografía.
Y va por más. Hoy está terminando un proyecto para trabajar con un dispositivo para niños, que lo beneficiarían y acompañarían a los pequeños con capacidades diferentes, retraso madurativo o algún problema psicomotriz. Mientras tanto, la guitarra, el bombo y el violín siguen siendo las armas para enseñar y ayudar, mientras se sigue marcando objetivos que le permitan grabar su disco solista y recorrer toda la música hasta llegar a Cosquín, el sueño de todo folclorista.
Para él, las nuevas generaciones del folclore llegaron para lograr cambios positivos. Otros sonidos, instrumentos o vestimentas, convierten al folclore tradicional en lo que denomina la juventud “otra onda”.

 

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