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América Latina, dividida y en crisis política y social

Domingo, 12 de diciembre de 2021 02:12

América Latina atraviesa un momento de inflexión, con un escenario preocupante, que se pone de manifiesto en el aumento de los niveles de pobreza y degradación del empleo, en el atraso educativo y el resquebrajamiento de la democracia en la mayoría de los países.

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América Latina atraviesa un momento de inflexión, con un escenario preocupante, que se pone de manifiesto en el aumento de los niveles de pobreza y degradación del empleo, en el atraso educativo y el resquebrajamiento de la democracia en la mayoría de los países.

“La pobreza y la pobreza extrema alcanzaron en 2020 niveles que no se han observado en los últimos 12 y 20 años, respectivamente, así como un empeoramiento de los índices de desigualdad en la región y en las tasas de ocupación y participación laboral...” informa la Comisión Económica para América Latina y el Caribe. El impacto de la pandemia COVID- 19 fue devastador. Pero no es la única razón de la crisis, ni esta se manifiesta de la misma manera en todos los países. 

En la Argentina, los informes del Indec, Unicef, el Observatorio de la Deuda Social y el Ielde (que dirige el salteño Jorge Paz), con diferentes enfoques coinciden en mostrar enormes desequilibrios sociales, que deberían ser puntos de referencia para cualquier diseño de políticas para el desarrollo. Sin embargo, la política parece no asumir la necesidad de respuestas serias. Con un 12% de indigentes y cerca de la mitad de la población en la pobreza, la palabra “exclusión” adquiere un significado específico. Ya no se trata de grupos minoritarios discriminados, sino de toda una ciudadanía sin expectativas para el futuro.

Enfrentamos un problema estructural que manifiesta la incapacidad para generar empleo y valor agregado, por una parte, y en controlar la inflación, que no es más que un ajuste disfrazado y que aumenta constantemente el empobrecimiento de los hogares. El surgimiento de organizaciones sociales que intentan representar a los “trabajadores desocupados” y a los “trabajadores de la economía popular” es un síntoma de la crisis y, por ahora, un nuevo instrumento para las políticas clientelares. 

Al mismo tiempo, las evaluaciones del nivel educativo de los jóvenes arrojan un déficit sustancial en lectura comprensiva y razonamiento matemático, que son instrumentos esenciales para la formación profesional de cualquier nivel especialidad. 

No se puede seguir buscando culpables afuera. Es la política la que debe tomar las decisiones adecuadas.

 En las últimas cuatro décadas, nuestro país ha sufrido un retroceso social dramático en todos los rubros. Hoy comparte con América Latina y el Caribe el escenario de bajo crecimiento, crecientes tensiones sociales y desigualdades estructurales, que derivan en el deterioro de la democracia en la región. Venezuela, donde surgió el chavismo como un emergente de la desigualdad social, hoy es una dictadura anacrónica dentro de un país destruido. En su territorio, así como en la vecina y conservadora Colombia, hay grandes extensiones controladas por organizaciones político militares, de izquierda y de derecha, que se manejan al margen del Estado.

En Perú, el presidente Pedro Castillo, surgido de una alianza de movimientos de izquierda y con un nivel mínimo de representación genuina, transcurre entre tropiezos los primeros meses de su mandato. Bolivia, gobernada ahora por Luis Arce, del MAS, parece nuevamente cerca de la fractura entre La Paz y Santa Cruz. 

Chile, hasta hace dos años un modelo de transición desde la dictadura a la democracia, hoy está sumergida en el desconcierto, con una Asamblea Constituyente controlada por partidos de izquierda y convencionales independientes, y con un balotaje presidencial, en una semana, entre los extremos de derecha e izquierda. 

La democracia regional está en riesgo y todos los intentos de integración, empezando por el Mercosur, aletargados o destruidos.

América Latina, en su conjunto, no sigue el ritmo de una globalización que es irreversible y que va corriendo el centro hacia el océano Pacífico. Las dirigencias de las mismas democracias latinoamericanas, deslumbradas por ideologismos inconducentes, no han sido capaces de definir objetivos comunes y construir alianzas para el desarrollo económico y tecnológico, la coopera ción regional y hacer pesar esos objetivos en los organismos de cooperación internacional. 

Es difícil el desafío, pero solo cabe extremar los esfuerzos para no perder, definitivamente, el tren de la historia. 

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