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Un país en decadencia, fracturado y sin Presupuesto

Domingo, 19 de diciembre de 2021 02:42

El país sufrió el viernes un nuevo fracaso, cuando los diputados no lograron un consenso básico para debatir y aprobar el Presupuesto 2022. La oposición impuso su mayoría y el proyecto presentado en septiembre por el ministro Martín Guzmán fue rechazado. Al fracasar en el intento espurio de cooptar votos opositores, el oficialismo acordó con los presidentes de todos los bloques devolver el proyecto a la comisión, pero el mismo presidente de la bancada kirchnerista impidió esa postergación con un discurso incendiario.

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El país sufrió el viernes un nuevo fracaso, cuando los diputados no lograron un consenso básico para debatir y aprobar el Presupuesto 2022. La oposición impuso su mayoría y el proyecto presentado en septiembre por el ministro Martín Guzmán fue rechazado. Al fracasar en el intento espurio de cooptar votos opositores, el oficialismo acordó con los presidentes de todos los bloques devolver el proyecto a la comisión, pero el mismo presidente de la bancada kirchnerista impidió esa postergación con un discurso incendiario.

El proyecto había estado inmovilizado y sin tratamiento durante casi tres meses, había sido cuestionado por oficialistas y opositores, y por la mayoría de los economistas, pero nunca se analizó técnica y políticamente con todos los bloques para introducir algunas modificaciones que pudieran acercar posiciones. La propuesta compulsiva de tratamiento exprés, con ajustes unilaterales que nunca fueron debidamente explicados demostraron la fragilidad del oficialismo por lograr la sanción.

"Presupuestar", en democracia, es otra cosa.

El discurso de Máximo Kirchner insinuó dos errores conceptuales acerca de la naturaleza del Presupuesto. El primero, al asociarlo exclusivamente con las negociaciones del Gobierno con el Fondo Monetario Internacional. El organismo acreedor requiere un plan económico consensuado y con apoyo mayoritario de oficialismo y oposición, que otorguen seguridad política y jurídica a cualquier acuerdo que pueda alcanzarse. El proyecto presentado no reúne esas condiciones y, aunque se hubiera aprobado en forma ajustada, la realidad indica que el país no está en condiciones de ofrecerlas. El Presupuesto es una necesidad en el gobierno de un país, no solo una forma de seducción para los acreedores. Y un presupuesto no creíble, sobre el cual el oficialismo no puede fundamentar datos elementales, como la inflación, la recaudación y el crecimiento, no puede tener éxito, se lo apruebe o no. El otro error del diputado Kirchner consistió en desestimar explícitamente el resultado de las elecciones legislativas y desconocer el rol crítico de la oposición parlamentaria; es decir, desconoció la función del Congreso y evidenció una concepción autoritaria y decisionista de la democracia.

Su discurso es consistente con la práctica de subestimar ingresos y recursos para asegurar al Ejecutivo un manejo discrecional de los previsibles excedentes. Tanto con el proyecto rechazado como con la prórroga por decreto del Presupuesto 2021, el oficialismo se mantiene en la línea autoritaria y antirrepublicana que marca el "régimen de emergencia", vigente desde 2001 (con excepción de 2018 y 2019) y que le facilita al presidente "gobernar por decreto".

De todos modos, vuelve a quedar al descubierto la fractura en el seno del oficialismo, quebrado por visiones, proyectos e ideologías antagónicas. Una división inocultable y que explica la parálisis generalizada que padece el país, aunque los voceros oficialistas intenten atribuirla a la herencia del gobierno de Mauricio Macri y a la pandemia de COVID 19.

No solo en el oficialismo, la grieta existe, pero las posiciones radicalizadas e irreductibles representan solamente a minorías antidemocráticas. La mayoría de los argentinos prefiere transitar por un camino de racionalidad y previsibilidad.

Enfrascados en luchas mezquinas de poder, las elites minoritarias obstruyen el reconocimiento de una realidad social dramática. El ingreso de los hogares argentinos ha retrocedido constantemente en la última década, mientras la dirigencia en general privilegia sus negocios, ignora la ley y trata de manipular a la Justicia. Acordar y cumplir con el FMI es imprescindible. Nuestra economía, encerrada y sin inversiones, carece de competitividad desde hace varias décadas. Sin financiamiento será imposible el desarrollo económico.

La política no puede limitarse a una narrativa. Transformar un país requiere un programa de gobierno, con metas de mediano y largo plazo y previsión de recursos. La idea de eternizarse en el poder es antidemocrática. Salir de la decadencia obliga a aceptar la pluralidad y reconocer al adversario como interlocutor. Ningún proyecto sectario es creíble. El plan de gobierno, el proyecto político y hasta el mismo Presupuesto solo serán creíble y viables si son los que expresan a una Nación.

 

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