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A veinte años del fin de la convertibilidad, la Argentina no logra encontrar su rumbo

La caída de Fernando de la Rúa fue consecuencia de una crisis económica y una profunda fractura política.El ideologismo y la ausencia de proyectos políticos con visión de Estado encierran hoy a la sociedad en una grieta.
Lunes, 20 de diciembre de 2021 00:00

La noche del 19 de diciembre de 2001 una movilización masiva en todo el país puso fin al gobierno de Fernando de la Rúa y abrió las puertas de salida de la Convertibilidad, un plan económico que había logrado frenar la inflación durante una década y acrecentar la credibilidad del país. Abrió las puertas a la inversión y a la modernización tecnológica, privatizó a gran parte de las empresas del Estado y logró iniciar un proceso de crecimiento genuino.

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La noche del 19 de diciembre de 2001 una movilización masiva en todo el país puso fin al gobierno de Fernando de la Rúa y abrió las puertas de salida de la Convertibilidad, un plan económico que había logrado frenar la inflación durante una década y acrecentar la credibilidad del país. Abrió las puertas a la inversión y a la modernización tecnológica, privatizó a gran parte de las empresas del Estado y logró iniciar un proceso de crecimiento genuino.

Pero la de los 90 fue una década que demostró el espejismo del "efecto derrame" de la prosperidad económica, con el incremento de la desocupación y la pobreza, y la irrupción en el escenario de un nuevo protagonista: los movimientos de desocupados.

Era el momento histórico del final de la utopía comunista y de la Guerra Fría, y el nacimiento de la ilusión de un nuevo orden. Es también la era en que la globalización económica empieza a generar reacciones virulentas en muchos países.

En un contexto que parecía virar hacia un mundo unipolar, América Latina (en general y a regañadientes) se alineó con los Estados Unidos y el Consenso de Washington e intentó construir un capitalismo actualizado, que permitiera afrontar el fin del modelo industrial por sustitución de exportaciones, la pesada carga de la deuda externa, la evolución tecnológica y un sistema financiero internacional hipersensible y con colapsos periódicos.

Carlos Menem había alineado al peronismo detrás de su liderazgo, pero dividió al país en amores y odios. Cuando las condiciones externas hicieron insostenible el tipo de cambio, el gobierno de la Alianza intentó reducir el gasto aplicando un plan de ajuste que era un trago demasiado amargo. El vicepresidente Carlos Álvarez no lo soportó y, tomando como pretexto un escándalo de coimas en el Senado, -un hecho del cual el no pudo no haber sido partícipe-, renunció aparatosamente y propinó un golpe mortal a la vulnerable coalición de centroizquierda y radicalismo.

En su breve experiencia como ministro de Economía, Ricardo López Murphy propuso un drástico ajuste de gastos que derivó en la renuncia de medio gabinete. El diciembre, Domingo Cavallo, el creador de la Convertibilidad, anunció un "corralito" cuyo objetivo era frenar la fuga de dólares del sistema bancario y limitaba las extracciones a un máximo de 250 pesos o dólares por semana.

Así vino la noche. Los cacerolazos fueron atronadores y la marcha hacia la Casa Rosada dejó un saldo trágico de muerte y violencia y forzó la salida anticipada de Fernando de la Rúa.

Luego de una traumática semana de incertidumbres, tras la efímera presidencia de Adolfo Rodríguez Saá, el Congreso (donde se había aplaudido el no pago de la deuda externa), quien fuera vicepresidente de Menem, Eduardo Duhalde, asumió la presidencia de la Nación, convocó a un acuerdo social y, de la mano de Jorge Remes Lenicov, primero, y de Roberto Lavagna, después, logró la salida de la Convertibilidad, que significó una devaluación del 300% del peso, y puso en marcha un sistema de "ajuste por inflación" orientado a reactivar la capacidad productiva ociosa.

En junio, apenas cumplidos seis meses en el gobierno, el extraño asesinato de dos dirigentes sociales del Conurbano, aceleró los tiempos. Llamaron a elecciones para el 27 de abril de 2003 y se puso en marcha un inusual reacomodamiento de fuerzas políticas que abrió las puertas a la era kirchnerista.

Una nueva y efímera utopía

Argentina, como América Latina en general, intentaron recorrer el camino de una nueva utopía. La combinación de nostalgias marxistas, la idealización de las guerrillas revolucionarias de los 60 y 70, la relectura de pensamientos como el de Juan Domingo Perón y de la misma historia de la Independencia latinoamericana produjeron una especie de "cóctel político" que resultó en un autoritarismo disfrazado de progresismo, pero que no pudo superar una suerte de nacionalismo reaccionario frente a la globalización.

 

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