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“La crisis de 2001 fue grave y cruenta; la de hoy es más profunda y no tendrá solución rápida”

Entrevista al sociólogo, académico, investigador y escritor Marcos Novaro. 
Lunes, 20 de diciembre de 2021 01:57

La Argentina se encuentra en una encrucijada. Los indicadores de pobreza, desempleo e inflación son la manifestación de una crisis estructural que abarca a la economía, la sociedad y la política. Muchos comparan este 2021 con el 2001, el año de la renuncia de Fernando de la Rúa. 
Según el sociólogo Marcos Novaro, el problema económico hoy es más grave que el derrumbe de la Convertibilidad. “Aquello fue grave, tuvo una salida cruenta, pero que se resolvió más o menos rápidamente con medidas ortodoxas”, dijo en una entrevista con El Tribuno.

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La Argentina se encuentra en una encrucijada. Los indicadores de pobreza, desempleo e inflación son la manifestación de una crisis estructural que abarca a la economía, la sociedad y la política. Muchos comparan este 2021 con el 2001, el año de la renuncia de Fernando de la Rúa. 
Según el sociólogo Marcos Novaro, el problema económico hoy es más grave que el derrumbe de la Convertibilidad. “Aquello fue grave, tuvo una salida cruenta, pero que se resolvió más o menos rápidamente con medidas ortodoxas”, dijo en una entrevista con El Tribuno.

 “Hoy estamos mucho peor, porque no hay posibilidad de recuperación rápida. Esta es una crisis económica en serio, que va a exigir transformar el sistema fiscal, el aparato estatal y generar estímulos para abrir la economía y atraer inversiones... Generar confianza en un país que se ha convertido en un caso marginal y olvidable para el mundo”. 

Sin embargo, hay un aspecto en el que estamos mejor: “La política funciona mejor, en cambio, porque la instancia para que un aventurero irresponsable aproveche la coyuntura para llevar al país a un desastre mayor es muy baja, porque todos están obligados a competir, la ciudadanía no busca extremismos y las respuestas deben ubicarse en el espacio del centro, la moderación y el acuerdo”.

Novaro es autor de numerosas investigaciones. La más reciente es “Historia de la Argentina 1955-2020”, publicada este año por Siglo XXI. Con su colega Vicente Palermo escribieron, entre otros textos, “La dictadura militar, 1976-1983: del golpe de Estado a la restauración democrática” y “Política y Poder durante el gobierno de Menem”. En 2002 fue el compilador de “El derrumbe político en el ocaso de la Convertibilidad”.
Actualmente es uno de los impulsores de la Iniciativa por la Cooperación Interpartidaria, junto con Palermo, el economista Jorge Remes Lenicov, Graciela Fernández Meijide y Norma Morandini, y el presidente del Club Político Argentino Ricardo Mazzorín. El objetivo: “contribuir al desarrollo de los consensos y la ingeniería institucional necesarios para formar y sostener una amplia coalición de gobierno, realista y viable”.

¿Cómo se explica la crisis de 2001?

Por una crisis económica y política. La convertibilidad debió haber sido un instrumento transitorio. En 2001 fue un problema, basado en un sistema de cambio fijo, con mecanismos de financiamiento complicados, que era muy difícil desarticular. A diferencia de Brasil, que en 1998 pudo salir sin mayores dificultades, para la Argentina fue un gran obstáculo. Pero aquí hay que diferenciar entre la crisis política y la crisis económica. El problema económico era grave, pero puntual: el tipo de cambio. Para entonces la economía se había capitalizado, se había vuelto más abierta; y la crisis fue real, la salida fue cruenta, pero rápida. El gobierno de Duhalde hizo un ajuste ortodoxo clásico que permitió potenciar los aspectos positivos heredados de la década anterior. 

¿La crisis política comienza un año antes, con la ruptura de la Alianza?

Sí, con la renuncia de Chacho Álvarez. Pero es mucho más amplia. El peronismo había aceptado los cambios que introdujo Carlos Menem, a pesar de que contradecían las propias tradiciones, y los llevó adelante. Lo que nunca quedaba claro era hasta cuándo iban a ser fieles y coherentes con esa decisión. Y, por otra parte, en la Alianza, en especial en el radicalismo, había una enorme heterogeneidad sobre un tema clave: ¿Querían hacer lo mismo que Menem, pero mejor, sin corrupción y más republicanismo? ¿O preferían volver todo hacia atrás? Había muchos sectores políticos que buscaban una “revancha nacional populista”... Y eso empezó a estallar. Primero en la Alianza, porque era una coalición muy mal armada.

¿Era una coalición?

Sí, en un país presidencialista, lo que exigía más solidez institucional de los partidos integrantes. En América Latina ya entonces era imposible imaginar el gobierno de un solo partido, pero las experiencias funcionaron en otros países cuando los partidos eran sólidos en todo el territorio y ante todos los ámbitos del Estado y la economía... La Alianza era un rejunte de fuerzas indisciplinadas o descoordinadas... y Chacho era el rey de la ambigüedad que le decía a cada uno lo que cada uno quería escuchar. Fernando de la Rúa no era un líder. La renuncia de Álvarez fue letal, pero aunque no lo hubiera hecho, los problemas políticos venían de antes y eran de fondo. Esa improvisación de la Alianza dejó una enseñanza que Cambiemos aprendió... a medias.
La década de los ’90 para la región fue un período donde todos, a su manera, se alinearon al Consenso de Washington... Pero se destaca que Menem fue casi el único que logró alinear a su partido con éxito.
Fue un maestro, en ese sentido, pero con ambigüedades. El alineamiento no obligó a los sindicatos a perder privilegios, a modernizar la legislación laboral, ni a dejar de manejar las obras sociales. El mercado de trabajo se desdobló con actividades respaldadas en legislaciones de 1995. 

Y, ¿qué pasa en 2002?

 Allí triunfa una mayor ortodoxia, los salarios no se actualizan mientras el peso se devalúa... La economía reaccionó rápidamente y la política no entendió ese fenómeno, posibilitado por el potencial existente. Entendieron que había estado todo mal, sin excepción, y buscaron restaurar el antiguo orden.

¿Toda la política?

Lo que siguió a 2003 no refleja lo que la ciudadanía votó. Se desvirtuó esa mirada por errores garrafales como el que cometió Eduardo Duhalde al promover a Néstor Kirchner. Se equivocó de candidato. Los votos de Menem, de Ricardo López Murphy y de Elisa Carrió en la primera vuelta son “pro mercado” y apostaban a aprovechar las posibilidades abiertas con la salida de la convertibilidad. Es una conjunción tácita de actores no peronistas relativamente modernos, relativamente pro mercado, pero que no pueden cooperar entre ellos. Y del otro lado, una minoría más tradicional, mas reactiva, muy primitiva, donde gana Kirchner, de la mano de Duhalde y Roberto Lavagna, que aportaban el éxito de la recuperación. Kirchner tenía un 7% de votos propios, y de no haber sido por el acompañamiento de Lavagna no hubiera salido segundo en las elecciones aquellas. Una minoría muy pequeña respecto de la amplia mayoría que no apoyaba un retorno al antiguo orden. Sin embargo, Kirchner utilizó el combustible que le dieron los éxitos de la recuperación para incendiar y destruir la economía y volver al encierro económico y al Estado paquidérmico. 

¿Y cómo es la crisis económica actual en relación con aquella?
Muchísimo más grave, porque no hay posibilidad de recuperación rápida. Esta es una crisis económica en serio, que va a exigir transformar el sistema fiscal, el aparato estatal, y generar estímulos para abrir la economía y atraer inversiones... Generar confianza en un país que se ha convertido en un caso marginal y olvidable para el mundo. Estamos mucho peor que en 2001, en la economía. La política funciona mejor, en cambio, porque la instancia para que un aventurero irresponsable aproveche la coyuntura para llevar al país a un desastre mayor son muy bajas, porque todos están obligados a competir y a confluir hacia el centro.
 

¿Esto supondría una fractura en el Frente de Todos?
El Frente de Todos es una coalición conservadora que se aferra a restaurar un modelo que fracasó hace diez años... El modelo de Cristina y el “vamos por todo”. Los resultados están a la vista desde 2011. Cepos, inflación crónica, defaults.

¿Cuánto tiempo se puede mantener este “status quo”? 

Esa es la gran pregunta que se deben plantear los peronistas...

¿Se la plantean?

No les va a quedar otra... Intentaron que la Justicia y Macri les resolvieran el problema de Cristina, con la ilusión de volver a una senda más moderada. La sucesión sin esfuerzo, fracasó. Y la convivencia con Cristina también... Deberán repensar estos veinte años, las responsabilidades que les caben; deberán asumir honestamente por qué se alinearon como lo hicieron en los ’90, y por qué se alinearon en lo contrario con el kirchnerismo. Deberán hacerlo porque, de lo contrario, van a tener una crisis mayor que la actual. 
Las elecciones de noviembre han demostrado que hay dos tercios de la sociedad que esto no se lo bancan. La sociedad no acepta este sistema de pobreza, inflación y estancamiento.

¿Podrá el peronismo asumir ese reto?

No le queda sino volver a funcionar como actor político y dejar de lado el sometimiento a cambio de un diezmo... Los gobernadores hoy se resignan al rol de intendentes, ocupados del alumbrado, barrido y limpieza. Se han rendido ante el kirchnerismo. Y de política nacional ni opinan. Ese pacto conservador: “Te damos los votos y vos dame la plata” no se sostiene, porque la sociedad no lo va a aceptar. En el 2023 el status quo será insostenible. Si algún gobernador peronista tiene aspiraciones nacionales, va a tener que revisar su permanencia en el Frente de Todos.

¿Qué significa la presidencia de Máximo Kirchner en el PJ?

Otro gesto de rendición ante un peronismo primitivo, que celebra una y otra vez el fracaso. 
Pero para el Frente de Todos la polarización es conveniente, porque los disidentes quedan a la intemperie. Si la oposición hace antiperonismo berreta, le hace el juego. 

¿Qué es el “antiperonismo berreta”?

Actuar como si todos los males del país se explicaran en el peronismo. Ilusionarse con hacerlo desaparecer. Imaginar un “auperbowl” entre “peronismo versus modernización”. Profundizando esta grieta maniquea e irracional la actual oposición no se va a beneficiar, aunque gane en 2023. Simplemente porque en estas condiciones, sin cooperación de los sectores moderados, no va a poder gobernar. No le va a alcanzar. El antiperonismo berreta es una trampa.

¿La política le presta atención a los datos que proporciona el Indec?

La gente, la sociedad, no se banca esta realidad de indigencia, pobreza y desempleo que ofrece como única alternativa el reparto de planes sociales. No se banca y es insostenible. Así como el bajísimo porcentaje de la población económicamente activa que se desempeña en el sector productivo privado. 
La cantidad de empresas es muy baja, porque se ha destruido capital, se ha desalentado la inversión y se ha construido un problema estructural que solo podría ser afrontado por un gobierno capaz de planificar en el mediano y largo plazo, con credibilidad, y rompa estos ciclos regresivos. 
Es imprescindible garantizar la sustentabilidad de las políticas en el tiempo. Cualquier menú de propuestas políticas es cartón pintado si no existen los recursos políticos para sostenerlo.

Luego de la fractura evidente del oficialismo, tras las PASO, pareció que Juntos por el Cambio también podría fragmentarse...

Todos los partidos argentinos son débiles, poco cohesionados, cambiantes... Juntos por el Cambio ha logrado cierta recuperación... se nota en la UCR, que, sin embargo, no logra superar su tradición de internismo. Cuando alguien puede ganar, los demás radicales se ocupan de obstruirlo. Y el PRO tiene que dejar de ser un club de amigos. El enfrentamiento entre Bullrich y Larreta no necesariamente es negativo. Pero hay que establecer reglas y sistema de autoridades. Un pacto de partidos sin normas y sin plan de gobierno no es una alianza. 

Y volviendo al peronismo, necesita cohesionarse. La frutillita que les ofrece Alberto Fernández para 2023, las Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO), puede resultar catastrófica, porque en esa instancia Cristina arrasa... Simplemente, porque todos los votos moderados ya se fueron del peronismo. 

¿Manzur o Alberto podrían competir con un candidato de Cristina?

Ella está debilitada afuera, pero mucho más fuerte en la interna. 
 

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