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Una tragedia no tiene nada de payasada

Jueves, 25 de febrero de 2021 02:33

Es muy difícil evaluar si el viaje del presidente Alberto Fernández a México puede llegar a brindar algún resultado positivo.

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Es muy difícil evaluar si el viaje del presidente Alberto Fernández a México puede llegar a brindar algún resultado positivo.

El propósito de la visita lo expresó muy bien el anfitrión, Andrés Manuel López Obrador, quien explicó que no está funcionando el organismo creado por la Organización Mundial de la Salud, denominado COVAX, y que se propone asegurar la vacuna para dos mil millones de personas y garantizar una distribución equitativa de las dosis. Hasta ahora, el desequilibrio es notable. Los países industrializados creen haber asegurado la inmunidad en rebaño. Para Latinoamérica, eso es injusto pero, además, contraproducente. Si la inmunidad no es planetaria, no habrá inmunidad contra el COVID para nadie. López Obrador señaló que 190 países participan del COVAX, pero solo 80 cuentan con vacunas, y apenas 10 de ellos acumulan el 80 % de las dosis. Un tema ideal para el tono de epopeya que López Obrador utiliza en sus conversaciones matinales con la prensa y que Fernández intenta sin éxito. Pero es una cuestión estratégica, internacional, que requiere solidaridad y diplomacia. Y un lenguaje acorde con las expectativas de quienes deben ser convocados y persuadidos.

El presidente argentino llegó a México golpeado por el escándalo de la vacunación irregular de funcionarios y militantes y por la falta de reacción de sus ministros para salir del aprieto.

Además, López Obrador se desligó sin cortesía del escándalo: no compartió la visita prevista al laboratorio AstraZeneca, que desarrolla la vacuna de Oxford en un proceso compartido por ambos países. Y para que el gesto fuera claro, en conferencia de prensa advirtió que en México "van a haber vacunas para todos y no hay preferencia para nadie".

En la charla con la prensa, compartida por ambos, Fernández hizo todo lo necesario para reavivar la irritación por los vacunatorios irregulares.

En primer lugar repitió un mito: dijo que hubo una "campaña despiadada" de la oposición para decir que la vacuna Sputnik era un "veneno". No se sabe que nadie serio lo haya denunciado "por estar distribuyendo veneno", como dijo en México. La realidad es que él mismo sembró dudas al anunciar la llegada de diez millones de vacunas rusas, que Vladimir Putin no le podía garantizar; al acumularse un número importante de malentendidos, y especialmente, por la reticencia de la ANMAT para aprobar la vacuna en forma definitiva. A eso se sumó la desenfadada campaña a favor de la Sputnik por parte de la militancia ultrakirchnerista, empeñada en congraciarse con Putin.

En la Argentina hay mucha gente que conoce la calidad y el prestigio del laboratorio Gamaleya, creado en la época de los zares. Lo que ocurre es que la dirigencia que politiza la salud pública se olvida de conocimientos básicos, como que toda vacuna lleva su tiempo. Y que los laboratorios tienen límites. El verdadero veneno es que las vacunas no llegaron como se prometía. Toda campaña requiere coherencia y debe estar a cargo de organismos del Estado, despojados de militancia. Y eso no ocurrió.

Y fue muy grave el ataque a la Justicia: "Terminemos con la payasada", dijo el presidente. Y añadió: "les pido a los fiscales y a los jueces que hagan lo que deben. No hay ningún tipo penal en la Argentina que diga 'será castigado el que vacuna a otro que se adelantó en la fila'". El profesor de Derecho Penal parece haberse olvidado algunos capítulos. Pero también de lo que él mismo dijo en abril del años pasado sobre los que sorteaban la cuarentena. La palabra "payasada" era la más inapropiada para un presidente que en el mismo escenario internacional donde volvió a acusar a su antecesor, en una muestra de debilidad propia más que de falencia ajena.

Lo que está ocurriendo no es una "payasada" sino una tragedia. Una pandemia es una tragedia que costó 50.000 vidas en el país.

Si el presidente recomienda en el exterior a los jueces de su país que hagan lo que deben hacer y acusa a la oposición por desaguisados propios, intransferibles, es porque en la intimidad del poder hay otra tragedia: la que desencadena la impotencia.

 

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