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La salud no admite manoseos

Jueves, 25 de febrero de 2021 20:26

Hoy es evidente la inequidad planetaria y la inequidad nacional en la inmunización de la población.

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Hoy es evidente la inequidad planetaria y la inequidad nacional en la inmunización de la población.

Desde que comenzó la pandemia, el papa Francisco viene insistiendo en los problemas que la misma ocasiona en la salud de los pueblos más pobres del planeta. Y cuando se comenzó a hablar de las vacunas como único medio de prevención y creación de inmunidad en los hombres y mujeres de nuestra tierra, advirtió con severidad el cuidado privilegiado que les corresponde a los gobiernos sobre la población más vulnerable de éste suelo. Habló de los países pobres de América Latina, África y Asia. En su discurso de Navidad 2020 decía “No podemos dejar que los nacionalismos cerrados nos impidan vivir como la verdadera familia humana que somos. Tampoco podemos dejar que el virus del individualismo radical nos supere y nos haga indiferentes al sufrimiento de otros hermanos y hermanas. No puedo ponerme por delante de los demás, poniendo las leyes del mercado y las patentes de invención por encima de las leyes del amor y la salud de la humanidad”. Advertía, además, que frente a la magnitud de la pandemia, que nos ha globalizado de la manera más cruel, la vacunación podría convertirse en la campaña de inmunización más grande de la historia de la humanidad y, lamentablemente podría quedar determinada por “los pobres como los últimos en acceder a la inmunización y el derecho a la salud para todos convertida en un principio vaciado de su valor real”

En nuestro país, estamos asistiendo a uno de los abusos más graves de poder socio - político, donde la vacunación es un derecho para privilegiados, relegando a los pobres y a los que no detentan poder, al último lugar de la fila por si sobra algún pinchazo. Se cumple, así, un principio propio de los países subdesarrollados, que reclaman los pobres a la hora de buscar empleo “cuña mata currículo”, diríamos: “cuña mata derecho a la inmunización y tira por tierra el derecho universal a la salud”. Este proceso se conoce hoy mediáticamente como “vacunagate”

En la misma línea del Papa Francisco, el presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Monseñor Oscar Ojea, se refirió con dureza por la politización de la vacunación, “cuando estamos frente a la posibilidad de sostenernos en la vida, eso no se puede politizar. La vacuna es para bien de todos”. 

La perplejidad que nos provocó a todos los argentinos, la impotencia y la bronca que iban “increscendo” a medida que se daba más información y la famosa lista del vacunatorio vip, no fue ajena a los pastores de la iglesia argentina, sobre todo cuando se dictaron pautas muy precisas sobre el orden de vacunación que debe llegar a todos. Concluyó de manera firme y con gran tristeza, el obispo Ojea, hablando de la terrible tentación de autodestruirnos y boicotearnos aquello que nos puede hacer bien. 

Sin embargo, a pesar de las severas recomendaciones del Santo Padre y de la proclamación del derecho de salud como derecho universal, algunos conspicuos miembros de la iglesia, en varios lugares del mundo, sucumbieron a la tentación de recibir la vacuna por caminos pocos santos, saltando los protocolos de cada país. Conocidas son las declaraciones del Arzobispo de Lima sobre la vacunación anticipada del señor Nuncio Apostólico en Perú, a pesar del descargo y explicaciones dadas por el mismo. Enfatizó Monseñor Carlos Castillo que los miembros de la Iglesia católica “también deben superar la indiferencia hacia los problemas de la gente”. Y acotó “estamos entristecidos e indignados porque es una persona tan buena y cercana a nosotros. Él se ha vacunado antes por motivos que él tiene que explicar, me parece que su explicación hasta ahora no es suficiente”

También en España algunos obispos se vacunaron por la puerta trasera, saltándose la cola armada por el protocolo de vacunación. La misma Conferencia Episcopal Española, ordenó una investigación e informó a la Santa Sede. 

Siempre está la tentación del poder, y el aprovechamiento egoísta utilizando los privilegios para pisar a los pobres y a los enfermos. La postura del Santo Padre es muy clara, y así se está haciendo en el Vaticano, donde junto a los pobladores y empleados se vacunó a un grupo grande de indigentes que viven en las calles de Roma. La iglesia no puede ceder a las tentaciones del mundo, ya prefiguradas en las tentaciones a Cristo en el desierto, que se describen tan bien en tiempos de cuaresma, no puede ni debe usar los criterios de la política para lograr sus objetivos. La pandemia es una privilegiada oportunidad para recuperar la autoridad moral y ética que perdido en los últimos años. Y Francisco lo sabe, lo ve con más claridad desde Roma, y se convirtió en uno de los pocos profetas que claman por justicia en un mundo que mide a sus habitantes con criterios economicistas, y va dejando un tendal de muertos y auto aislados en el camino. Como dice la declaración de la Conferencia Episcopal Latinoamericana, “que no sea el criterio económico el que, una vez más, margine de la salud a los más golpeados por esta crisis sanitaria”

La iglesia argentina estuvo muy callada durante la pandemia, y hasta casi escondida. Ojalá el temor, algo tan antievangélico, no se apodere de ella y pueda con valentía exigir justicia y salud para los pobres de la Patria. 

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