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Las luces y las sombras de la Independencia

Sabado, 13 de marzo de 2021 02:22

"El capitán don Martín Miguel de Güemes no existe en este ejército desde el 8 de enero", expresa un informe fechado el 20 de marzo de 1811 en el cuartel de Oruro. Cabe considerar que después de la exitosa batalla de Suipacha, no recibió el ascenso que tenía merecido.

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"El capitán don Martín Miguel de Güemes no existe en este ejército desde el 8 de enero", expresa un informe fechado el 20 de marzo de 1811 en el cuartel de Oruro. Cabe considerar que después de la exitosa batalla de Suipacha, no recibió el ascenso que tenía merecido.

Sobre esta injusta desvinculación de nuestro prócer manifiesta Luis Güemes en su monumental obra "Güemes Documentado": "el verdadero motivo de tal alejamiento fue su no encubierta decepción porque sus jefes desaprovechaban lastimosamente el triunfo de Suipacha al dar tregua al enemigo y no proceder a aniquilarlo sin más hasta en sus últimos reductos del Perú".

Un lustro más tarde, Güemes juzgaría como "criminalísima" la desacertada dilación que dio lugar a que el realista Goyeneche reforzase su ejército con siete mil combatientes.

La exitosa acción de Suipacha había dejado las puertas del Perú abiertas para la victoria final, y por razones mezquinas no se supo aprovechar. El gobierno central había dado instrucciones a Castelli de no combatir más allá de las fronteras del Virreinato del Río de la Plata, sino de negociar en secreto con Goyeneche. En este punto, Balcarce, conocedor de esta desafortunada trama, solicitó regresar a Buenos Aires.

 

El reemplazo de la solución militar por la solución política, redundó en la perdida lastimosa del tiempo en negociaciones que, lejos de dar resultados positivos, hicieron que el proceso de emancipación durase tres lustros con las consecuencias del sufrimiento del pueblo, la pauperización de las regiones y la fragmentación del otrora Virreinato del Río de la Plata.

La mirada porteña y las erráticas instrucciones, signó negativamente el curso de nuestra historia, retrasando la constitución de la nueva nación y cercenando la posibilidad de un genuino desarrollo.

Güemes regresó a la ciudad de Salta, y en marzo de 1811 pasó a prestar servicios en la ciudad de Jujuy. En ese momento histórico en Jujuy existían dos bandos: el de Mariano Ramón de Saravia, presidente de la Junta subalterna y el de Juan Gregorio de Zegada, alcalde de 2´ voto.

Incidente desafortunado

En esa oportunidad, el comandante de armas y presidente de la Junta subalterna, don Mariano Ramón de Saravia, dispuso la comparecencia del sargento de milicias don Juan Antonio Mora. Este no se presentó y se acuarteló en la Casa Consistorial, aduciendo hallarse ocupado en las tareas propias de su cargo. Saravia le ordenó a Güemes: "hacer venir al renuente por la fuerza", por consiguiente, Mora fue acusado de insubordinación.

Un testigo relató que: "Güemes con gente armada desenvainando su sable, penetró en dicha Sala (del Cabildo) saliendo al poco rato llevando como preso o escoltado al teniente alguacil Juan Antonio Mora".

Güemes entró en el Cabildo, sable en mano, detuvo a Mora y lo condujo a la residencia del comandante, en cumplimiento de la orden recibida. Zegada estaba al acecho, apostado en una de las esquinas de la plaza principal. Al pasar Güemes con el prisionero le apostrofó por el alboroto, la causa del apresamiento del alguacil y si había orden por escrito.

El prócer respondió: "Que por orden de la Junta de la Ciudad por no haber obedecido al llamado de un sargento, con el pretexto de estar de teniente alguacil de ese Cabildo", aclarando que: "la orden escrita era cerrada para presentarlo inmediatamente a la Junta de esta ciudad".

En el domicilio de Saravia, el capitán Güemes hizo entrega de la persona de Mora. El Comandante de Armas determinó que al detenido se le pusieran grillos, y que, bajo custodia de cuatro milicianos, fuera remitido a Salta, como se hizo.

Güemes, en Jujuy y en marzo de 1811, no había hecho otra cosa que cumplir con sus deberes de militar. No obstante, esta acción recibió la censura del gobierno central.

La intempestiva orden de detención de Mora, devino en que los miembros del Cabildo jujeño se sintieron agraviados, aún cuando nuestro prócer solo estaba ejecutando la instrucción recibida de su superior. El Ayuntamiento jujeño nunca olvidó este proceder, que vino a reforzar la disconformidad de los cabildantes de que Jujuy siguiera dependiendo de Salta.

Cuando Martín Güemes sea electo gobernador, el Cabildo jujeño se mostrará renuente a reconocer ese cargo. Quedaba en el recuerdo este desafortunado suceso muy ajeno a la voluntad del insigne salteño y un gesto más de incomprensión hacia su indeclinable entrega a la causa.

Otras acciones

En el mes de junio, Güemes estaba nuevamente en Salta. Al mes siguiente, los salteños tuvieron la noticia de la derrota de Huaqui, ocurrida el 20 de junio. De inmediato se le encomendó que partiera hacia la quebrada de Humahuaca, comandando un destacamento, a contener a los desertores.

El 8 de julio ya está en Jujuy, donde recibió 200 pesos para gastos. 
El 23 de julio la Junta disponía que Martín Güemes fuese reincorporado al Ejército Auxiliar del Perú, acto justo de reconocimiento a su arrojo y valentía.
El 6 de setiembre de 1811, Güemes se reunió en Tarija con Juan Martín de Pueyrredón. Después de la acción de Huaqui, Pueyrredón se dirigió a Potosí para retirar el parque y los caudales del erario real, todo lo cual lo condujo hacia el sur por Tarija para evitar a las fuerzas enemigas existentes en Tupiza. 
Pueyrredón, auxiliado por Martín Güemes, llegó por la ruta del Baritú hasta Orán, siguiendo viaje hasta Campo Santo, sitio al que arribaron el 1° de octubre con los 200 hombres que transportaban el parque y los caudales.
 La designación de Pueyrredón en el Ejército Auxiliar ocasionó que se le encomendara partir hacia Mojo y Yavi con tres compañías a fin de actuar como jefe de las avanzadas de la vanguardia que comandaba el coronel Eustaquio Díaz Vélez, bajo su mando se desempeña en la vanguardia y se le encomienda una misión en Tarija. Posteriormente, el 12 de enero de 1812, intervino en el ataque dispuesto por Díaz Vélez a la vanguardia enemiga en Suipacha - Nazareno. 
Luego recibe la orden de recuperar Tarija que había sido tomada por partidarios del virrey Abascal, y restablecer la Junta subalterna, lo que el prócer concretó el 18 del mismo mes de enero. 
A la partida de Tarija, llevaba consigo 300 hombres, 500 fusiles, 2 cañones, 1 barril de pólvora, varias pistolas, ganado y alimento, es decir, lo que los rebeldes habían acopiado para entregar a la vanguardia realista.
 Güemes actuaba en el Ejército Auxiliar cuando Pueyrredón avanzaba hacia el sur, al encuentro de Manuel Belgrano que habría de hacerse cargo de esta fuerza.


Intrigas y delaciones 

El 27 de marzo de 1812 Manuel Belgrano recibió el mando del Ejército Auxiliar, una masa informe, un ejército aniquilado, falto de hombres, de armas y de dinero. Estableció su cuartel general en Campo Santo. No se arredró y lo alzó de las ruinas y se aprestó a instruir, disciplinar y elevar el nivel moral y material de los hombres.
Celoso del buen cumplimiento de la tarea asignada, logró superar los escollos y se encaminó a evacuar a la población jujeña en la jornada del éxodo. Posteriormente pasó a Tucumán que estaba ocupada por Pío Tristán.
En Santiago del Estero se hicieron febriles acopios y reclutamiento para reforzar al ejército que pronto habrían de hacer frente a los realistas en Tucumán. Güemes estaba presente en esa capital junto con otros jefes que habían sido destacados allí para intervenir en los mencionados preparativos.
Las intrigas fueron una constante en los tiempos en que se enfrentaban facciones en pugna, focos de discordia y virus permanente que sembraron dudas y gestaron acciones disruptivas. Las intrigas han sido entre nosotros los americanos un virus permanente.
En Santiago del Estero existían dos facciones políticas opuestas: una bajo el mando del teniente coronel Juan Francisco Borges, patriota prestigioso, y la acaudillada por José Antonio Aranda, alcalde provincial y opositor al gobierno patrio, quien antes de la batalla de Tucumán desertó y comulgó con las tropas realistas. En el curso de la acción cayó prisionero de los patriotas y murió ante un pelotón.
De este último bando surgió la acusación que el teniente coronel Martín Güemes llevaba una vida licenciosa, amancebado con una dama jujeña. Esta información fue enviada por correo a Belgrano por el regidor Germán Lugones. Belgrano ordenó su partida inmediata a Buenos Aires con cargo de presentarse ante el Superior Gobierno. Sugería que se lo destinase a la Banda Oriental, o sea, lo más lejos posible del escenario en que él tanto se había distinguido y era de presumir que seguiría distinguiéndose. En oficio al Gobierno Central, en fecha 10 de noviembre de 1812 en Tucumán, Belgrano daba cuenta de esta diligencia. 
Más tarde en 26 de febrero de 1813 ya en Salta, explica su actitud diciendo: “en este ejército que trato de depurarlo de toda corrupción a toda costa”.

Ostracismo

El lector ha de considerar que Güemes era un joven soltero y contaba veintisiete años, por consiguiente, era comprensible que quisiera departir con una dama en los tiempos en que no se dedicaba a las tareas propias de su cargo militar. Mas la incomprensión fue la constante en la vida del salteño que tanto anhelaba la emancipación de su Patria. Después de algunos años, estos dos grandes hombres lograron la conciliación, hubo amistad y juntos afrontaron los infortunios de una guerra larga y extenuante. Empero, en 1812, el gobierno central destinó a Güemes al Estado Mayor General. Comenzaba así el injusto ostracismo del prócer.
 

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