¿Quieres recibir notificaciones de alertas?

16°
29 de Marzo,  Salta, Centro, Argentina
PUBLICIDAD

Entre zapatillas prestadas y ladrillos construye su sueño olímpico en Cachi

Joaquín Arbe entrena en la altura de Cachi para competir en el maratón de los JJOO de Tokio 2020. Corrió con zapatillas prestadas y combinando entrenamientos con su oficio de albañil. 
Sabado, 20 de marzo de 2021 02:27

El mundo olímpico está hecho para aquellos que viven el deporte a diario con sacrificios, llenos de voluntad y con ganas de superar aquellos obstáculos que se ponen en el medio del camino. No entiende de clases sociales, ni de idiomas, cada cuatro años un selecto grupo de atletas de todo el mundo convergen en una misma ciudad para saborear esa participación a la que les costó mucho llegar. 
Es la historia de muchos, como la del chubutense Joaquín Arbe (30), que comenzó en el atletismo con muchas limitaciones, sin indumentaria apta para la competencia y repartiendo las horas del día entre sus entrenamientos y su oficio, el de albañil. Es la historia de un chico que nació a más de 2.500 metros de Salta, en Esquel, pero que tiene a Cachi ligada a parte de su vida ya que allí entrena por estos días para el gran desafío de su carrera: competir en la prueba de maratón de los próximos Juegos Olímpicos de Tokio 2020. 
El 22 de septiembre de 2019 Joaquín vivió una jornada inolvidable que marcó un antes y un después en su carrera de mediofondista y fondista. Ese día finalizó sexto en el maratón de Buenos Aires con un tiempo de 2 horas 11 minutos y 4 segundos, bajando en 26 segundos el límite exigido por World Athletics para lograr la plaza olímpica. Todo lo que había construido con esfuerzo y sacrificio tuvo su premio ese día al convertirse en representante olímpico del atletismo argentino para una de las competencias icónicas de los Juegos.
Pero si la vida de Joaquín estuviera reflejada en una película habría que rebobinar y ver el principio de esta historia que él mismo relató a El Tribuno desde Cachi. En sus inicios sufrió por la falta de recursos, corrió con zapatillas de fútbol o con clavos prestados (calzado para el atletismo).
“Me costó mucho el inicio, más que nada por la indumentaria. A Esquel no llegaban las zapatillas para competir, no llegan los clavos, corría siempre con clavos prestados que me conseguía en los torneos, corría con zapatillas de fútbol. Mis comienzos fueron así, medio a lo pampero nomás. Ahora estoy mucho mejor y si se puede doy una mano”, contó el atleta olímpico. 
Y eso de dar una mano se refleja en la escuela de atletismo que creó este año en Esquel, que recibe a niños y adultos. También en la de proveer los elementos necesarios para su hermano y dos de sus tres hijos que comienzan a perseguir su misma pasión por el atletismo. “Yo no tuve la suerte que se tiene ahora, les trato de dar una mano para que no les falte lo que me faltó a mi cuando arranqué”, añadió el chubutense. 
Su vida siguió, también sus ganas de correr y con un poco más de años comenzó a compartir las horas del día entre los entrenamientos y trabajar de albañil. “Hacía un turno de entrenamiento a la mañana, luego trabajaba seis o siete horas de albañil; a la tarde salía, me iba a tomar un té y a las 19 o 20 salía a hacer el segundo turno de entrenamiento. Ya estaba acostumbrado a eso, lo tomaba como algo normal pero no lo era”, relató Joaquín. 
Conseguir la marca olímpica le cambió la vida; a partir de su clasificación recibió una beca y ayuda de sponsors. “Ya no me hizo falta trabajar de albañil para otros, comencé a trabajar para mi, les construí las piezas a mis nenes, agrandé la cocina, piso nuevo y techo. Sigo trabajando de albañil, pero ahora para mi casa”, añade Arbe. Ya dejó atrás una etapa y con aportes del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard) y empresas privadas puede dedicarse full time al atletismo. 
Esta es la cuarta vez que entrena en Cachi, no será la última puesto que en abril volverá para ya enfocarse definitivamente en los Juegos Olímpicos de Tokio. “Para los mediofondistas o fondistas es bueno venir a Cachi, es un pueblo de altura (2.531msnm). Esto hace que el cuerpo trabaje con un consumo de oxígeno más bajo, que produzca naturalmente glóbulos rojos y a la hora de competir a nivel del mar contás con un poco más de oxigenación en la sangre y corrés un poco mejor. Esa es la idea de estar en Cachi”, describió sobre los beneficios del entrenamiento en altura. 
Fue justamente en agosto de 2019 que entrenó por primera ven en la altura de Cachi; días después corrió en el llano de la Ciudad de Buenos Aires y obtuvo la ansiada marca olímpico. La localidad salteña tuvo algo que ver con ese logro, aunque sea en una parte pequeña, así como tendrá que ver en sus próximos grandes objetivos, el Campeonato Sudamericano, en mayo y nada menos que los JJOO, entre julio y agosto. 
 

Alcanzaste el límite de notas gratuitas
inicia sesión o regístrate.
Alcanzaste el límite de notas gratuitas
Nota exclusiva debe suscribirse para poder verla

El mundo olímpico está hecho para aquellos que viven el deporte a diario con sacrificios, llenos de voluntad y con ganas de superar aquellos obstáculos que se ponen en el medio del camino. No entiende de clases sociales, ni de idiomas, cada cuatro años un selecto grupo de atletas de todo el mundo convergen en una misma ciudad para saborear esa participación a la que les costó mucho llegar. 
Es la historia de muchos, como la del chubutense Joaquín Arbe (30), que comenzó en el atletismo con muchas limitaciones, sin indumentaria apta para la competencia y repartiendo las horas del día entre sus entrenamientos y su oficio, el de albañil. Es la historia de un chico que nació a más de 2.500 metros de Salta, en Esquel, pero que tiene a Cachi ligada a parte de su vida ya que allí entrena por estos días para el gran desafío de su carrera: competir en la prueba de maratón de los próximos Juegos Olímpicos de Tokio 2020. 
El 22 de septiembre de 2019 Joaquín vivió una jornada inolvidable que marcó un antes y un después en su carrera de mediofondista y fondista. Ese día finalizó sexto en el maratón de Buenos Aires con un tiempo de 2 horas 11 minutos y 4 segundos, bajando en 26 segundos el límite exigido por World Athletics para lograr la plaza olímpica. Todo lo que había construido con esfuerzo y sacrificio tuvo su premio ese día al convertirse en representante olímpico del atletismo argentino para una de las competencias icónicas de los Juegos.
Pero si la vida de Joaquín estuviera reflejada en una película habría que rebobinar y ver el principio de esta historia que él mismo relató a El Tribuno desde Cachi. En sus inicios sufrió por la falta de recursos, corrió con zapatillas de fútbol o con clavos prestados (calzado para el atletismo).
“Me costó mucho el inicio, más que nada por la indumentaria. A Esquel no llegaban las zapatillas para competir, no llegan los clavos, corría siempre con clavos prestados que me conseguía en los torneos, corría con zapatillas de fútbol. Mis comienzos fueron así, medio a lo pampero nomás. Ahora estoy mucho mejor y si se puede doy una mano”, contó el atleta olímpico. 
Y eso de dar una mano se refleja en la escuela de atletismo que creó este año en Esquel, que recibe a niños y adultos. También en la de proveer los elementos necesarios para su hermano y dos de sus tres hijos que comienzan a perseguir su misma pasión por el atletismo. “Yo no tuve la suerte que se tiene ahora, les trato de dar una mano para que no les falte lo que me faltó a mi cuando arranqué”, añadió el chubutense. 
Su vida siguió, también sus ganas de correr y con un poco más de años comenzó a compartir las horas del día entre los entrenamientos y trabajar de albañil. “Hacía un turno de entrenamiento a la mañana, luego trabajaba seis o siete horas de albañil; a la tarde salía, me iba a tomar un té y a las 19 o 20 salía a hacer el segundo turno de entrenamiento. Ya estaba acostumbrado a eso, lo tomaba como algo normal pero no lo era”, relató Joaquín. 
Conseguir la marca olímpica le cambió la vida; a partir de su clasificación recibió una beca y ayuda de sponsors. “Ya no me hizo falta trabajar de albañil para otros, comencé a trabajar para mi, les construí las piezas a mis nenes, agrandé la cocina, piso nuevo y techo. Sigo trabajando de albañil, pero ahora para mi casa”, añade Arbe. Ya dejó atrás una etapa y con aportes del Ente Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Enard) y empresas privadas puede dedicarse full time al atletismo. 
Esta es la cuarta vez que entrena en Cachi, no será la última puesto que en abril volverá para ya enfocarse definitivamente en los Juegos Olímpicos de Tokio. “Para los mediofondistas o fondistas es bueno venir a Cachi, es un pueblo de altura (2.531msnm). Esto hace que el cuerpo trabaje con un consumo de oxígeno más bajo, que produzca naturalmente glóbulos rojos y a la hora de competir a nivel del mar contás con un poco más de oxigenación en la sangre y corrés un poco mejor. Esa es la idea de estar en Cachi”, describió sobre los beneficios del entrenamiento en altura. 
Fue justamente en agosto de 2019 que entrenó por primera ven en la altura de Cachi; días después corrió en el llano de la Ciudad de Buenos Aires y obtuvo la ansiada marca olímpico. La localidad salteña tuvo algo que ver con ese logro, aunque sea en una parte pequeña, así como tendrá que ver en sus próximos grandes objetivos, el Campeonato Sudamericano, en mayo y nada menos que los JJOO, entre julio y agosto. 
 

PUBLICIDAD
PUBLICIDAD
PUBLICIDAD