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La invasión de "los cuicos"

Jueves, 25 de marzo de 2021 02:35

Conviene a menudo recordar cuántas veces fue sitiada la ciudad de Salta durante la Guerra de la Independencia, que por cierto, comenzó antes que la Guerra Gaucha. Esos sitios fueron cinco.

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Conviene a menudo recordar cuántas veces fue sitiada la ciudad de Salta durante la Guerra de la Independencia, que por cierto, comenzó antes que la Guerra Gaucha. Esos sitios fueron cinco.

Primero el de Pío Tristán entre 1812 y 1813; luego el de Joaquín de la Pezuela en 1814; posteriormente el del mariscal José de la Serna en 1817; tres años después la invasión bicéfala de Ramírez Orozco y Canterac, y la quinta, en 1821, a cargo de Pedro Antonio Olañeta, en la que Güemes fue herido de muerte y los godos fueron finalmente expulsados por el bravo guerrero alsaciano, Jorge Enrique Vidt, cumpliendo la promesa que le había hecho al caudillo salteño en su lecho de muerte. Cabe aclarar que algunos historiadores cuentan siete y otros hasta nueve. Siguiendo a Bernardo Frías, la ciudad de Salta fue sitiada y tomada por los realistas en cinco oportunidades; los otros fueron intentos de invasión.

La segunda invasión, conocida también como Invasión de los Cuicos, pues así se llamaba a los extraños en aquel tiempo por estas regiones, se produjo entre marzo y agosto de 1814.

Después del triunfo del Tuscal de Velarde, Güemes desplegó magistralmente toda su capacidad estratégica en pos de recuperar la capital, con la consigna de que nunca debía ser atacada. No solamente para proteger a sus abnegados habitantes, sino porque lo que no quería es que los invasores se hiciesen fuertes, resistieran los embates y, al cabo, recibir refuerzos.

De inmediato dividió a sus tropas en tres frentes: el más avanzado, a cargo del comandante Pedro José Zavala; el de Guachipas, al mando de Apolinario Saravia y el de la Frontera del Pasaje a su cargo. Lograba con ello crear un efecto envolvente. A su vez dispuso una avanzada de vanguardia a cargo de Pablo Latorre, quien debía cubrir Campo Santo y Cobos y a Luis Burela le correspondió el asedio a Salta ¿En qué consistía dicho asedio? En provocar a los españoles a que salieran a combatir a campo traviesa y en cortarle todos los recursos y suministros a la ciudad. Güemes, además, adoptó un sistema de observación, comunicación y vigilancia que se inmortalizó en las estatuas y monumentos que lo conmemoran en Salta y Buenos Aires. Se posaba en la cima de los cerros circundantes a la ciudad o a la de sus objetivos militares y en las cumbres cercanas había otros vigías, con lo que se hacían señas de diferentes maneras: con humo, haciendo reflejar el filo de sus sables, con el tronar de los guardamontes o una clarinada. Esta particular forma de rodeo al enemigo, le generaba zozobra y pavor, porque nunca los españoles podían saber con exactitud qué número de gauchos los estaba mirando, ni cuantos participarían del ataque. Esas postas le permitían estar informado y a la vez desestabilizar el enemigo. Cuando la guerra de recursos comenzó a surtir efecto, los españoles debieron salir poco a poco de la ciudad sitiada. El objetivo del mariscal Joaquín de la Pezuela era vencer a Güemes y seguir hacia Buenos Aires.

Fue entonces cuando decidió sacar dos partidas bien armadas y pertrechadas. Una hacia Río del Valle, actual localidad del departamento de Anta, al mando del coronel jujeño al servicio de los realistas, Guillermo Marquiegui, que fue constantemente atacada por la guerrilla gaucha, por lo que debió volver raudamente y diezmada a la ciudad. Otra a cargo del gobernador militar designado por los españoles, el coronel español Francisco Martínez de Hoz. Tomó el camino real hacia el río Arias, que era la entrada sur de la ciudad en dirección hacia la Isla, y luego a Sumalao. En el camino se cruzaron con un esclavo liberto que servía al canónigo José Gabriel Figueroa y lo degollaron, esparciendo sus restos. Este hecho provocó la ira de los gauchos, quienes a partir del amanecer del domingo 11 de junio de 1814, descargaron toda su furia en cientos de acciones guerrilleras que provocaron el desbande generalizado de los españoles. Primero fueron batidos por Calixto Gauna en Sumalao; luego por Luis Burela en el Bañado del Carril. Entrada la noche el comandante Zavala por orden de Güemes replegó todas las legiones gauchas y se hizo un silencio estremecedor e intimidante. El lunes 12 de junio otra vez acometieron los gauchos de Güemes, quien se multiplicaba en los distintos frentes, lo cual desconcertaba a los españoles. Combatieron con fiereza desde las nueve de la mañana hasta el atardecer, cuando los realistas decidieron volver raudamente a la ciudad. Ese mismo 11 de junio mientras se combatía en el corazón del Valle de Lerma, el comandante Zavala consiguió que lo persiguiesen hasta las Lomas de Medeiros, donde también les asestó un durísimo golpe a los invasores. Este hecho fue determinante en el ánimo de Pezuela y justo es reconocerlo, el destacado militar español, que luego sería Virrey del Perú, comenzó a considerar a Güemes como un enemigo astuto y temible. Tal es lo que surge de su Memoria Militar. Luego de que Zavala triunfase en Medeiros, un grupo realista reingresó a Salta despavorido por la vieja calle del Comercio, actual Caseros. Hubo una balacera en la Quinta de Zorrilla, actual residencia donada por la familia Franzini próxima al colegio Salesiano, y fueron aplastados; los españoles acantonados en la ciudad se habían atrincherado frente a la vieja Iglesia de los Monjes Mercedarios en las actuales 20 de Febrero y Caseros y también sufrieron un durísimo traspié. A su vez, los que habían montado barricadas y cañones en la iglesia San Francisco, en el Hospital de los Monjes Betlemitas (actual Convento San Bernardo) y el Cabildo, sufrieron igual suerte. Luego de más de dos horas de refriega el capitán español Melchor Lavín comenzó a rendir la plaza a los capitanes gauchos Jorge y Vicente Torino. Los gauchos debieron parar el embate porque se les terminaron las municiones. Y esperaron hasta el 23 de julio, cuando el comandante Pablo Latorre los derrotó en Campo Santo, episodio que decidió a capitular al mariscal Pezuela, sin otra condición que su retiro inmediato. Güemes en persona dirigió la recuperación de la ciudad. Y a partir de entonces fue el líder indiscutido que condujo la Guerra Gaucha. La Segunda Invasión duró seis meses y veinte días.

 

 

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