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¿La hora de Francisco?

Jueves, 04 de marzo de 2021 02:34

Quienes miren por encima del hombro izquierdo de Joe Biden en una foto en la que el mandatario estadounidense aparezca sentado en su escritorio de la Casa Blanca podrán divisar un retrato del papa Francisco sugestivamente ubicado en un lugar visible del estante situado detrás del sillón presidencial. El detalle dista de constituir una mera formalidad protocolar. Simboliza uno de los cambios más significativos ocurridos en el escenario internacional con la asunción del segundo presidente católico en la historia de Estados Unidos, después de John F. Kennedy. Todo indica que el vínculo personal entre el Papa y Biden, forjado durante los ocho años en que el actual mandatario se desempeñó como vicepresidente de Barack Obama, trasciende la simpatía y el respeto recíprocos entre ambos personajes para introducir un nuevo factor a tener en cuenta en la política mundial.

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Quienes miren por encima del hombro izquierdo de Joe Biden en una foto en la que el mandatario estadounidense aparezca sentado en su escritorio de la Casa Blanca podrán divisar un retrato del papa Francisco sugestivamente ubicado en un lugar visible del estante situado detrás del sillón presidencial. El detalle dista de constituir una mera formalidad protocolar. Simboliza uno de los cambios más significativos ocurridos en el escenario internacional con la asunción del segundo presidente católico en la historia de Estados Unidos, después de John F. Kennedy. Todo indica que el vínculo personal entre el Papa y Biden, forjado durante los ocho años en que el actual mandatario se desempeñó como vicepresidente de Barack Obama, trasciende la simpatía y el respeto recíprocos entre ambos personajes para introducir un nuevo factor a tener en cuenta en la política mundial.

Biden es el primer presidente estadounidense que citó a San Agustín en un discurso público y nada menos que en su mensaje inaugural. La designación de numerosos funcionarios de confesión católica en lugares claves de la administración hizo que Steven Millies, titular del Centro Bernardin de la Unión Teológica de Chicago, señale que "nunca ha habido una administración más católica en la historia de Estados Unidos". Las coincidencias entre Francisco y Biden en dos cuestiones tan relevantes como el cambio climático y el énfasis en el multilateralismo y la cooperación internacional auguran una atmósfera de cooperación entre Washington y la Santa Sede, alejada de la fría distancia exhibida durante el mandato de Donald Trump.

 

Ese entendimiento estratégico entre los líderes de la primera potencia global y del mayor centro de irradiación espiritual del mundo otorga mayor viabilidad a los esfuerzos de Francisco desde el principio de su pontificado en favor de una reestructuración del sistema económico mundial. La última exteriorización significativa de esa voluntad fue en noviembre pasado la oficialización por la Santa Sede del Consejo para el Capitalismo Inclusivo, integrado por una treintena de personajes relevantes de las grandes corporaciones transnacionales, encabezadas por Lady Lynn Forester de Rothschild, una empresaria angloestadounidense cuyo apellido es suficientemente elocuente como para ahorrar explicaciones sobre las implicancias de la iniciativa.

En este nuevo organismo legitimado por el Vaticano, aquel núcleo de treinta empresarios está acompañado por el secretario general de la Organización de la Cooperación para el Desarrollo Económico (OCDE), Ángel Gurría, la secretario general de la Confederación Sindical Internacional, Sharan Burrow, y la tesorera del estado de California, Fiona Ma. La página web del consejo afirma que "estamos respondiendo al desafío de crear una economía más inclusiva, que distribuya de manera más equitativa los beneficios del capitalismo y permita a las personas acceder a su máximo potencial". Pero el respaldo papal a esta propuesta surgida del sector empresario no es un hecho aislado. Es parte de una estrategia mucho más vasta. En noviembre, tras una postergación ocasionada por la pandemia, tuvo lugar el encuentro sobre "La economía de Francisco", con la participación de 2.000 economistas jóvenes de todo el mundo. Las sesiones estuvieron enmarcadas en las ideas de un grupo de economistas católicos, entre ellos Stefano Zamagni y Luigi Bruni, que desde hace años viene trabajando sobre los concepto de economía solidaria, que incluye la jerarquización del valor del "capital social", y de "economía circular", concebida como respuesta al desafío ambiental, dos temas concordantes prioritarios en la encíclica "Laudato Si".

Desatar procesos

Ya en febrero de 2020, Francisco presidió en el Vaticano un coloquio sobre la reformulación del sistema financiero internacional organizado por la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, cuyo titular es el cardenal argentino Marcelo Sánchez Sorondo. Las deliberaciones contaron con la presencia de los titulares del Fondo Monetario Internacional, Kristalina Gueorguieva (una devota católica), del Banco Mundial, David Malpass, del Banco Central Europeo, Christine Lagarde, del Banco Interamericano de Desarrollo, Luis Alberto Moreno, y de la Organización Internacional del Trabajo, Guy Ryder, de economistas como Joseph Stigtliz y Jeffrey Sachs, y de ministros de Economía de distintos países, entre ellos el argentino Martín Guzmán.

Pero ese encuentro tampoco fue producto de la improvisación. Su concreción fue la continuidad de un trabajo coordinado entre la Academia Pontificia de Ciencias y Sociales y el Instituto de Nuevo Pensamiento Económico (INET por su sigla en inglés), un "think tank" integrado por un destacado elenco de economistas, entre ellos Stitgliz y Sachs, constituido en 2009 para explorar nuevas respuestas para la crisis financiera internacional estallada en septiembre de 2008. Diez años después de su fundación, en mayo de 2019, el INET formalizó su colaboración con la Santa Sede a través de un acuerdo con Scholas Occurrentes, la organización encargada de la iniciativa educativa global promovida por Francisco.

 Una foto difundida por la oficina de prensa del Vaticano mostró al Papa y a los directivos de Scholas sentados junto a Stiglitz, el economista estadounidense Robert Johnson (coordinador del INET) y Guzmán, reunidos para la firma de ese convenio. Esta inquietud por la búsqueda de un “aggiornamiento” del capitalismo es parte de un nuevo “espíritu de la época”. También en 2019, la Mesa Redonda de los Negocios de Estados Unidos, un selecto foro que congrega a doscientos líderes empresarios de primera línea, entre ellos Jeff Bezos (Amazon), Tim Cook (Apple) y Mary Barra (General Motors), emitió un documento que cuestionaba el clásico precepto de “los accionistas primero”. El texto sostenía que “el principio de primacía de los accionistas está desactualizado y debe extenderse a todas las partes interesadas (empleados, contratistas, proveedores, consumidores, gobierno)”.
Esta novedosa convergencia de opiniones tuvo expresión en la reciente versión virtual del tradicional Foro de Davos, realizada en enero pasado, con el lema de “El Gran Reinicio”, que pretende sintetizar el desafío de la economía mundial pospandemia. El mentor del Foro, Klaus Schawb, manifestó que “el objetivo de la empresa es involucrar a todas las partes interesadas en un proceso de creación de valor colaborativo y sostenible”. En la oportunidad, el cardenal ghanés Peter Turkson, titular del Servicio de Desarrollo Humano Integral afirmó que “el Gran Reinicio es una oportunidad para reimaginar el capitalismo y construir una mejor economía basada en conceptos de sustentabilidad”.
Francisco suele aclarar que la Iglesia Católica tiene una doctrina social pero no patrocina recetas económicas. En todo caso puede juzgar a esas recetas desde su propio sistema de valores y exigir su reformulación. Su propósito tampoco consiste en encontrar soluciones definitivas sino caminos que permitan avanzar. Esa es una consigna acuñada por el cardenal Jorge Bergoglio, en sus tiempos de arzobispo de Buenos Aires: “lo importante es desatar procesos”. La pandemia, fuente de aceleración histórica, podría indicar que esa hora está por llegar. 
* Vicepresidente del Instituto de Planeamiento Estratégico
 

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