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El capitalismo incaico

Domingo, 18 de abril de 2021 01:43

En medio de la pandemia, un aluvión electoral sacude al mundo andino e impacta en el escenario sudamericano. El triunfo del banquero derechista Guillermo Lasso sobre Andrés Arauz, candidato del ex primer mandatario Rafael Correa (exiliado en Bélgica y condenado a prisión por la Justicia de su país), en la segunda vuelta de las elecciones ecuatorianas, la disputa entre el izquierdista Pedro Castillo y Keiko Fujimori, hija de Alberto Fujimori (condenado a 25 años de prisión por "delitos de lesa humanidad"), en el balotaje de la contienda presidencial en Perú y la derrota del MAS del expresidente Evo Morales (también procesado) en la segunda vuelta de las elecciones departamentales en Bolivia rediseñan el convulsionado mapa político de la región.

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En medio de la pandemia, un aluvión electoral sacude al mundo andino e impacta en el escenario sudamericano. El triunfo del banquero derechista Guillermo Lasso sobre Andrés Arauz, candidato del ex primer mandatario Rafael Correa (exiliado en Bélgica y condenado a prisión por la Justicia de su país), en la segunda vuelta de las elecciones ecuatorianas, la disputa entre el izquierdista Pedro Castillo y Keiko Fujimori, hija de Alberto Fujimori (condenado a 25 años de prisión por "delitos de lesa humanidad"), en el balotaje de la contienda presidencial en Perú y la derrota del MAS del expresidente Evo Morales (también procesado) en la segunda vuelta de las elecciones departamentales en Bolivia rediseñan el convulsionado mapa político de la región.

El correísmo

El triunfo de Lasso, con el 53% de los sufragios, ratificó el rechazo mayoritario a la figura de Correa.

En la primera vuelta, Arauz había obtenido el primer puesto con el 32% y Lasso apenas el 19,7%, hasta el punto que su segundo lugar fue discutido por Yaku Pérez, un postulante indigenista que no reconoció ese resultado y prohijó el voto nulo o en blanco en el balotaje.

El cuarto puesto fue ocupado con por Xavier Hervas, de Izquierda Democrática, quien cosechó el 15% y en la segunda vuelta dejó en libertad de acción a sus seguidores aunque anunció su opción personal por Lasso.

Entre ambas rondas Lasso trepó entonces 34 puntos porcentuales y Arauz 14. La diferencia no residió en su popularidad sino en la animadversión a Correa.

La elección legislativa coincidió con la primera vuelta electoral. El "correismo", que es la principal fuerza política nacional, será la primera bancada parlamentaria y Lasso tendrá que lidiar con un escollo que dificultará su gestión.

Correa, quien se mantuvo en el poder durante trece años (entre 2004 y 2017), fue el presidente que más tiempo gobernó ininterrumpidamente en la historia ecuatoriana. En los diez años previos a su asunción se turnaron siete presidentes. Más aún, su apartamiento en 2017 no fue el resultado de una derrota electoral sino de una restricción constitucional que impedía una nueva reelección y de que su vicepresidente Lenin Moreno, el candidato a quien ungió para sucederlo, una vez triunfante en las urnas, resolvió romper con su mandante.

Perú, la parlamentocracia

En Perú, la confrontación entre Castillo y Keiko Fujimori, actualmente procesada y con un pedido de la fiscalía de 20 años de prisión por supuestos actos de corrupción, presenta analogías y diferencias con el caso ecuatoriano. La primera vuelta marcó un grado de dispersión inédito en la historia de América Latina: ninguno de los 32 postulantes alcanzó el 20% de los votos. Castillo, un dirigente del gremio docente, obtuvo el 19% y Keiko el 13%, apenas por encima del sociólogo Hernando de Soto y del empresario ultraderechista Rafael López Aliaga.

A diferencia de Ecuador con el "correismo", en Perú no quedó en pie ninguna fuerza política de envergadura nacional.

El posible apoyo de los votantes de De Soto y López Aliaga, a Keiko, cuyo perfil ideológico de centro-derecha les podría resulta más atractivo que la verborragia izquierdista de Castillo, indicaría que, al igual que en Ecuador, en la segunda vuelta podría invertirse el resultado de la primera.

Pero, a diferencia de Ecuador, el rechazo de la opinión pública a Correa puede trasladarse en este caso a Keiko, cuya imagen negativa obedece al legado de su padre, una personalidad divisoria en la política peruana. En la segunda vuelta, competirán dos rechazos: contra la izquierda o contra Fujimori.

Tanto la atomización de la oferta electoral como el rechazo contra los dos principales candidatos revelan el profundo desprestigio del sistema político. A partir de Fujimori, en Perú la presidencia suele ser la antesala de la prisión: Alejandro Toledo (2001-2006) y Ollanta Humala (2011-2016) están en la cárcel. Alan García (2006-2011) se suicidó minutos antes de ser detenido en su domicilio. Pedro Kuczynski, electo en 2016 y destituido en 2019, está procesado por lavado de dinero y su sucesor constitucional, el vicepresidente Martín Vizcarra, por actos de corrupción. La mayoría de los miembros del anterior Parlamento afrontan también causas judiciales.

Tal cual sucede en Ecuador, la atomización política se traduce en fragmentación en la representación legislativa y obliga a los gobiernos a un juego de negociación permanente. Si bien en este caso la composición del Congreso muestra una marcada orientación hacia la derecha.

Esa integración garantizaría la continuidad en el rumbo económico y haría inviable la implementación del programa de gobierno de Castillo, obligándolo a redefinir sus planes o arriesgándolo a una crisis de gobernabilidad y hasta a su destitución. Porque la fragilidad del sistema lleva a una "parlamentocracia" en la que el poder presidencial está sujeto a constantes concesiones a los socios o adversarios políticos.

En Bolivia

El abrumador triunfo en las elecciones del año pasado de Luis Arce, el candidato nominado por Morales, que estaba constitucionalmente inhabilitado para presentarse, contrasta ahora con la reciente derrota del MAS.

Fue en la segunda vuelta para la elección de gobernadores en los cuatro estados que no habían sido definidos en la primera vuelta. 

Con una particularidad adicional: en tres de esos cuatro distritos ganaron exdirigentes del MAS que desobedecieron las indicaciones de la cúpula partidaria, que había ungido a otros postulantes. 

Una oposición dispersa, carente de una estructuración nacional, pasará a gobernar seis de los nueve departamentos en que está dividida Bolivia, entre ellos Santa Cruz de la Sierra, el más poblado y más próspero económicamente, y La Paz, el tradicional epicentro de la política del altiplano. 

Si bien el MAS sigue siendo la única fuerza política de carácter nacional y detenta la mayoría absoluta en ambas cámaras del Congreso, ese predominio contrasta con el control por la oposición de decisivos poderes territoriales en una organización institucional signada por una impronta federal. 

Los riesgos que en Ecuador y Perú aparecen bajo la forma de sendos gobiernos con debilidad parlamentaria en Bolivia se presentan como un conflicto potencial entre el poder central y los poderes estaduales. Con un agravante: en las bases del MAS hay un deterioro del liderazgo de Morales y una incógnita abierta sobre si Arce permanecerá alineado con el jefe político que lo encumbró o si optará por el camino de Lenin Moreno cuando se emancipó de la tutela de Correa. 

El común denominador entre Ecuador, Perú y Bolivia es un escenario que combina la inestabilidad política con la certeza sobre el rumbo económico. 

En Ecuador, Lasso sostendrá la dolarización que, aún durante el “populismo” de Correa, fue la base de su estabilidad durante los últimos veinte años. 

En Perú, tanto Keiko Fujimori como el propio Castillo (más allá de su pirotecnia retórica) transitarían con escasas variaciones el rumbo fijado hace treinta años en la década de Alberto Fujimori. 

En Bolivia, Arce fue el Ministro de Economía que acompañó a Morales durante sus trece años de gobierno y el artífice del “milagro boliviano”, que tras una fachada de izquierda encarnó un modelo de capitalismo indígena. 

El enigma no reside en la orientación económica de los tres países sino en la fortaleza del poder político capaz de sustentarla.

 

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