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24 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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"Iwelas", la vida de aborígenes del Norte retratada por Elicetche 

El artista presenta 28 obras sobre las costumbres en comunidad de diversas etnias. La muestra puede visitarse, de 17 a 22, en Pro Cultura Salta (Bartolomé Mitre 331).
Martes, 20 de abril de 2021 01:26

"Iwelas", significa "lunas” en wichi. Así denominó a su muestra el artista Alberto Elicetche, porque, le explicó a El Tribuno, "la luna intervino en muchísimos de estos dibujos". 
Tal vez por regencia de su nombre, las 28 obras, incluido un tríptico, muestran aspectos ocultos de las nueve etnias de aborígenes, entre guaraníticas y chaquenses, con las que el artista tomó contacto estrecho a partir de su asignación al Norte para crear el Museo del Petróleo Rodolfo Parodi Bustos, de Campamento Vespucio (Departamento General José de San Martín).

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"Iwelas", significa "lunas” en wichi. Así denominó a su muestra el artista Alberto Elicetche, porque, le explicó a El Tribuno, "la luna intervino en muchísimos de estos dibujos". 
Tal vez por regencia de su nombre, las 28 obras, incluido un tríptico, muestran aspectos ocultos de las nueve etnias de aborígenes, entre guaraníticas y chaquenses, con las que el artista tomó contacto estrecho a partir de su asignación al Norte para crear el Museo del Petróleo Rodolfo Parodi Bustos, de Campamento Vespucio (Departamento General José de San Martín).

La “Perica” (una amiga de Elicetche) y el diablito chamuyero.

 

Elicetche se prestó amablemente a una recorrida con este medio por la exposición, que puede visitarse hasta el 30 de este mes, de 17 a 22, en la sala Dakak de Pro Cultura Salta (Bartolomé Mitre 331). 
En ese marco contó que los dibujos fueron realizados entre 2019 y 2020, luego de que volvió a residir en Salta, después de haberse afincado diez años en el Norte, y de jubilarse tras haber prestado 43 años de servicio.

Me metí en las comunidades y fui viendo y conociendo a la gente y el producto es la muestra. Retraté la vida en comunidad, porque en el Norte hay muchos indígenas wichis mendicantes, que andan pidiendo frente a las carnicerías y panaderías para que les den algo de comida y esta es la otra visión del aborigen: la del aborigen en comunidad y que se está perdiendo lamentablemente, porque les están robando el monte”, definió.

Agregó que “”se quedan sin sustento y deben migrar a las ciudades, mientras que en el monte son sonrientes. Son muy alegres, divertidos. Ellos cazan, pescan, recolectan la fruta de los árboles. Todos trabajan y reciben, porque no hay nada que sea propio, todo depende del cacique. Esa es la posibilidad que tienen de salvarse, porque el Gobierno les entrega las tierras individualmente a cada aborigen y después va el sojero, los aísla, los emborracha y les compra la tierra por monedas. Luego a esa tierra la destina a la soja, mientras que siendo de la comunidad no pueden hacerlo. Y para protegerse ellos no tienen nada de posesión propia, es todo de la comunidad”. 

Escena de pesca del surubí, en “el hermano río”. Javier Corbalán

 

La técnica, de gran propiedad y precisión, permite hasta distinguir la tiesura de los músculos y tendones de un pescador que los hace inflexibles para impedir los movimientos del cuerpo y capturar peces. “Pueden estar así horas, parados, en medio del río, hasta que aparece el surubí, lo chuzan, sueltan la caña y lo sostienen con una soga, y así lo cazan. Son animales enormes, de 15 o 20 kilos”, describe Elicetche. 

Luego, indica sintéticamente, que él empezó a dibujar a los cuatro años y no paró nunca jamás. “Me fui a estudiar en Buenos Aires, volví a Salta, ingresé en los 70 a estudiar en la Escuela Provincial de Bellas Artes. Me recibí, trabajé 30 años en el Museo Provincial de Bellas Artes, hoy Casa de Arias Rengel. Hice la Licenciatura en Arte en la Universidad Nacional de Cuyo. Antes no trabajaba tanto la tinta, sino el lápiz, el color. La tinta empecé a trabajar cuando salí del Bellas Artes. Tuve maestros importantes como Jorge Hugo Román y Nelly Carbonero. Ellos me hicieron querer la tinta y de ahí no la solté más. Siempre dibujé y grabé en xilografía, que es una forma más de dibujo, es la posibilidad de la multicopia. Siempre mi trabajo es expresionista, social, metido con los problemas de la gente. Tengo una serie dedicada a la mujer, en fin”, enumera. 

Dice en fin, pero en su currículum informal se abren numerosos espacios a la repregunta, y aunque la tentación de completar la indagación es grande, él vuelve al Pilcomayo, al “hermano río”. 
Las imágenes, de gran expresividad y una gestualidad que se lee desprovista de adornos, nos llevan a inmiscuirnos en el monte al paso de los niños con hondas y tramperas, las niñas trayendo el chaguar para hacer la yisca, las mujeres grávidas con los hijos en torno de ellas, la fiesta del arete guasu y sus personajes.

Aborígenes, en el rol de mendicantes que les toca en la ciudad. 

 

"El pim pim se baila de a parejas y en filas. Los hombres van con máscaras de palo borracho y las mujeres van con el tipoy. En la fiesta del arete guasu se escenifica la lucha entre el toro, el europeo invasor, y el tigre, el aborigen. En esa lucha vence el tigre. También el agüero güero, un oráculo que pronostica, pero no dice nada serio, así como el huevo güero es el que no sirve porque está vacío. Todos tienen mucho humor", explicita.

Entre los cuadros hay uno que representa a los pajarracos. “Son dos hombres. Uno se disfraza de mujer embarazada y tiene una máscara de tela con la nariz, ojos y boca recortados. Bailan y tienen dos ramas en cada mano y otra en la cola. El que hace de embarazada dice: ‘Este es pa’ vos’, ‘este es pa’ vos’ a los hombres presentes y se matan de la risa”, explica el artista. También está el tríptico “Tsunaj, Colibrí, la reina de los pequeños pájaros”, en tinta pluma y tinta lápiz, último Gran Premio de Honor del XXXIX Salón Provincial de Artes Visuales de la Provincia.

Asombra la juventud y el género de la cacique. “Ellos cuando ven que alguien es capaz de llevar a la comunidad lo eligen. No es de padre o madre a hijo, ellos son muy indolentes en ese sentido. Cuando ven a una mujer o a un hombre con el apelo suficiente para pararse al frente lo eligen”, destaca Elicetche. 

Consultado sobre si siente un dulce o doloroso duelo al desprenderse de sus obras es tajante. “En mi caso las obras se van en su mayoría sin que me las compren. Ojalá me las compraran todas, se van cuando cumplen su ciclo, ojalá que venga la plata para yo poder seguir trabajando, no tengo esa relación de apego con la obra”, dice. También desmitifica la jubilación como periodo de reposo. “Me jubilé o me jubilaron. Se cansaron de mí y me dijeron: ‘Ya está’. Y tengo 72 años, es hora de que me jubile también. Vine con todas las imágenes. Viajé mucho, fui marino mercante. Vine, me puse a trabajar, trabajar y salió toda esta serie.

La vida de jubilado no me lleva a sentarme en una plaza a darles de comer maíz a las palomas”, bromea. Añade que a sus obras no las vieron los retratados aún. “Salvo Tsunaj, que se vio y quedó encantada. Me gustaría llevar la serie esta a Orán, Tartagal y San Pedro de Jujuy, todas zonas de esta gente, que son guaraníticos y chaquenses. Esto es lindo, pero es muy triste porque uno ve que se acaba... les van sacando el monte progresivamente y les están sacando la vida. Les han metido el alcohol, el paco... Entonces dicen que el indio es vago. No es vago, tiene su subsistencia ancestral planificada de otra forma, vive y se nutre del monte. Uno los ve en comunidad y son como pajaritos que se están muriendo”, expresa. Y aunque no necesita remate, Nietzsche diría que “tenemos el arte para no morir de la verdad”.
 

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