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Elecciones cruciales como pocas

Jueves, 22 de abril de 2021 00:00

Me parece oportuno invitar a que reflexionemos sobre las próximas elecciones legislativas, para lo cual expongo algunas ideas que sobrevolaban mi mente. En mi modesto entender, los próximos comicios nacionales son decisivos para el futuro de la república, tanto como los de 2023, por las razones que trataré de explicar.

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Me parece oportuno invitar a que reflexionemos sobre las próximas elecciones legislativas, para lo cual expongo algunas ideas que sobrevolaban mi mente. En mi modesto entender, los próximos comicios nacionales son decisivos para el futuro de la república, tanto como los de 2023, por las razones que trataré de explicar.

Si logro encontrar coincidencias entre los lectores, me consideraré satisfecho.

Un momento crítico

Vamos a concurrir a emitir el sufragio en un momento crítico, no sólo por la pandemia, sino también por la pérdida de poder adquisitivo de los salarios y jubilaciones, la recesión, el desempleo, la inflación, la emisión monetaria, el endeudamiento interno y externo.

En general las decisiones económicas (por ejemplo en materia de política cambiaria y de tarifas de servicios públicos) parecen condicionadas por la coyuntura electoral.

Y como si fuera poco, con la sospecha del aprovechamiento especulativo de una situación singular, signada por la incertidumbre: ¿con o sin las PASO?, ¿una vez o dos?, ¿en agosto, septiembre, octubre, noviembre?

Gajes de la tóxica política criolla, diría el columnista amigo Gustavo Barbarán.

Se ha instalado una generalizada subestimación de las elecciones sólo para renovar legisladores, o de medio término. Eso, se suma a las emergencias reiteradas (¿actualmente son nueve?), el abuso de los DNU, y a la inexistente tarea de control del Congreso.

El menosprecio de la importancia del Parlamento como asamblea plural de diálogo, debate y consenso, degrada la calidad institucional, habida cuenta de que impide funcionar al sistema de pesos y contrapesos de la división de poderes, clave para la dinámica republicana.

En "El Federalista", bajo el título "Equilibrio de poderes", sostiene Madison que el poder que se desprende del pueblo se divide en varios gobiernos, y la porción que le corresponde a cada uno, se subdivide en departamentos diferentes y separados, de donde surge una doble seguridad para los derechos de los ciudadanos: aquéllos se tendrán a raya unos a otros, y al propio tiempo cada uno se regulará a sí mismo.

Por su parte, en "El Espíritu de la Leyes", Montesquieu instituyó el sistema por el cual, en el presidencialismo, los tres departamentos estatales deben interactuar con "controles", que se refieren a la capacidad, el derecho y la responsabilidad de cada poder de supervisar las actividades de los demás, y "equilibrios", para que cada entidad tenga aptitud para usar su propia autoridad para limitar los poderes de los demás.

Bancas en juego

Seguramente muchos comprovincianos se sientan indiferentes sobre cuántos y cuáles diputados se renuevan, y de qué partido o alianza proviene cada uno, y menos qué bloque integra.

En la Cámara de Diputados de la Nación, que se renueva por mitades (127 bancas), el asunto es más preocupante porque ninguna fuerza posee quórum ni mayoría propia.

En el Senado, que se renueva por tercios (24 escaños), el Frente de Todos cuenta con ambos y los cambios son más graduales.

Para quien quiera profundizar en el análisis de la cuestión, recomiendo leer una nota bastante ilustrativa de La Nación titulada "Tablero Electoral - La batalla por el control del Congreso y la incógnita que desvela al mundo político" (en el buscador "lanacion.com.ar").

Aún obtenida por las urnas, la mayoría absoluta, y aún agravada si se consiguen votos "permeables" de bloques minoritarios, pseudo aliados, sería en extremo riesgosa porque el gobierno podría avanzar con una agenda legislativa diferente.

El art. 29 de la Constitución Nacional establece que "el Congreso no puede conceder al Ejecutivo Nacional... facultades extraordinarias, ni la suma del poder público, ni otorgarles sumisiones o supremacías, por las que la vida, el honor o las fortunas de los argentinos queden a merced de gobiernos o persona alguna. Actos de esa naturaleza... sujetarán a los que la formulen, consientan o firmen, la responsabilidad y pena de los infames traidores a la patria".

Más lapidario imposible.

Por eso, la concentración del poder en pocas manos sería letal, sin perjuicio de la legitimidad de origen. Cuestiones como la reforma judicial o el control de la Corte Suprema y el Procurador General, los impuestos, la libertad de prensa, las relaciones exteriores, la delincuencia y la inseguridad, la corrupción financiera y política, la impunidad, la educación, la pobreza y la desigualdad social, y hasta una eventual reforma constitucional, podrían quedar a discreción de los que acumularon tanto poder.

No está de más recordar que Hitler y Chávez, por citar un par de ejemplos, llegaron a través del voto de los ciudadanos, a obtener un poder absoluto, parecido al monárquico de Luis XIV en Francia.

Depende de todos y cada uno de los argentinos privarse a sí mismos de la libertad de la que gozan. Se juega un destino de país libre y abierto al mundo, o Venezuela, Es verdad que en un país centralista y macrocefálico como el nuestro, la política disputa el poder real en los cinco o seis distritos más habitados. En tanto, el oficialismo nacional mueve sus fichas con habilidad y astucia, casi en silencio.

Prescinde de los alardeos del “vamos por todo”. Pero cooptan dirigentes y partidos y se llevan por delante a gobernadores, legisladores e intendentes sumisos o temerosos, que cada vez cedieron más espacio. 
 Un observador sagaz diría que los justicialistas (sean kirchneristas o no) y el kirchnerismo (sea peronista o no) se unen a la hora de la verdad y de hacer valer los porotos. 
Por conveniencia u oportunismo. 
Perón decía que el movimiento tenía amplitud y ductilidad... por eso en él caben los ortodoxos y los heterodoxos. Mientras tanto, la oposición se boicotea a sí misma con discusiones estériles, personalismos absurdos, y fraccionamientos infructuosos. Falta de grandeza, torpeza, incapacidad, impotencia, o la suma de todas. 
El ejemplo más claro quizás pueda ser Chubut, donde los tres senadores que se eligen integran el bloque oficialista. Como mayoría y a la vez minoría. En el caso de Salta, donde se renuevan tres bancas de distintos bloques, urge plantarse con firmeza ante el centralismo porteño. A pesar de ser el octavo distrito más poblado, desde Buenos Aires los sucesivos gobiernos nos condicionan en forma permanente con la billetera y nos tratan como provincia chica, periférica y postergada. 
¿Eso somos? ¿Una de las provincias preexistentes a la Nación importa menos que el Instituto Patria? Los tentáculos del centralismo se han extendido a los partidos políticos nacionales y sus dirigentes. No podemos ni debemos tolerar que las listas de precandidatos y candidatos se decidan e impongan desde la capital, entre cuatro paredes y a dedo. 
Después no nos hagamos los sorprendidos y desilusionados por un legislador como el exdiputado Ameri, preguntándonos cómo y bendecido por quién accedió a ese cargo. No debemos permitir que nos pisoteen. “Oíd el ruido de rotas cadenas”. Nuestros legisladores deben representar la salteñidad. 
En el año del bicentenario del paso a la posteridad del héroe gaucho Martín Miguel de Güemes, ejemplo paradigmático de lo que significa no doblegarse ni arrodillarse ante el poder central del puerto y sus intrigas, no defraudemos su inestimable y valiente legado. 

 

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