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La agenda debe ser la nuestra

Jueves, 22 de abril de 2021 00:00

Uno de los grandes desafíos de nuestros tiempos radica en definir una agenda, un orden de prioridades, lo relevante, lo trascendente y lo remediable.

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Uno de los grandes desafíos de nuestros tiempos radica en definir una agenda, un orden de prioridades, lo relevante, lo trascendente y lo remediable.

En tanto dejemos a diario que nuestra agenda (que empieza por el conocimiento) la definan solo los políticos y los medios; esta no se ajustará a lo que es nuclear y liminar: lo prioritario, lo relevante y lo remediable.

Nada más elocuente y palpable que lo que nos trae el COVID-19. Nuestra realidad no expresa solo falencias en la agenda contemporánea, muestra mucho más aún las enormes carencias y yerros de las agendas pasadas. Debemos tomar nota de ello.

El derecho a decidir

Como seres libres e independientes nos agobian nuestras limitaciones, el deber público, la vida en sociedad y la convivencia en épocas de crisis.

Sin embargo, pareciera que pasa el tiempo y no nos detenemos a ordenarnos (el fin de una agenda) y tampoco hacemos uso de nuestras libertades para decidir sobre nuestro futuro, el de nuestros hijos y de nuestro entorno. No se puede excusar en negligencia o en ignorancia y falta de información; no en el siglo XXI, con tanto a nuestro alcance.

Queda abierta a la reflexión: ¿dónde radica nuestra torpeza y nuestra deuda? No descubren nada nuevo mis palabras, en todo caso sacuden en algún punto nuestra responsabilidad frente al futuro; la de los individuos y la colectiva.

La individual empieza por hacer valer nuestros derechos y nuestras libertades, aquellas que contempla la ley y que empiezan por la libre expresión y el disenso, en un marco de respeto al prójimo y "ajustados a derecho". La responsabilidad colectiva, como integrantes de una comunidad organizada, está sin dudas en defender las instituciones, la universalidad, evitar los excesos y garantizar el bien común. En alguna medida estamos transitando estos tiempos y llegamos hasta aquí, por una secuencia cronológica de casualidades y causalidades que estudia la antropología desde siempre. Pero vale recordar que cada individuo debe su existencia al tesón, al trabajo, a la valentía y a la salud de sus antepasados y de sus progenitores. Esta certeza es universal, no importa de donde provenga y cuales hayan sido sus raíces. Todos somos resultado de décadas de trabajo de quienes nos precedieron. Es por todo ello que como individuos no podemos bajar los brazos y debemos legar a quienes nos siguen un futuro mejor y por ello debemos trabajar en la agenda más inmediata. No lo estamos haciendo, de ello no tengo duda. Aprendimos mucho de nuestros padres y por suerte podemos aprender mucho también de nuestros hijos. Integrando ambos aprendizajes quizás llegaremos a definir primero nosotros una agenda. Si nos ordenamos con serenidad en la nuestra, podremos empujar y exigir una agenda colectiva y de gobierno que realmente exprese nuestros intereses y respete nuestros derechos.

Mareados de discursos

Sin duda se ciñen sobre nosotros un sinfín de discursos, una retórica repetida hasta el hartazgo (de ahí su impacto, más por reiterada que por cierta), slogans que se asumen como verdades y buenas intenciones que hemos escuchado y leído desde siempre. Todo ello nos ciega, nos abruma y nos distancia en última instancia para ser dueños de esa agenda que quisiéramos trazar.

Quitando esa densa bruma no importa por dónde empezar, perderíamos tiempo en dar un orden de prelación (porque es una deuda que tienen los gobernantes para con nosotros) y daríamos lugar a discusiones estériles que impiden el avance. Dejemos esto a los malos políticos (por suerte no todos) que son mejores para dilapidar tiempo decidiendo que va primero y justificando tal decisión. La salud, el trabajo, la educación, el medio ambiente y las libertades; son por lo pronto componentes obligados de la agenda, todos podemos estar de acuerdo en ello.

Si respiramos profundo y nos detenemos un solo instante podremos identificar cuan ligados están esos cinco pilares en nuestro presente y cuanto lo están para el futuro. Uno solo no puede sin el otro y allí radica la provocación al intelecto, integrarlos en la agenda sin descuidar en su análisis su necesaria interdependen cia.

Llegado a este punto vemos además que el infortunio al que arribamos como país no proviene de males foráneos, proviene de una abstinencia de criterio y dolosa negligencia en el trazado de las políticas (sin agenda) que descuidó cada uno de estos cimientos para tener una sociedad más sana, más próspera, más educada y finalmente íntegramente libre.

Dispersa la bruma, iremos por partes.

 

 

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