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25 de Abril,  Salta, Centro, Argentina
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La historia en el norte de María y Pedro Tarrés, los abuelos de Mar

Un matrimonio catalán, comprometido con el desarrollo de Tartagal, que les permitió crecer. Fueron los abuelos de la famosa empresaria, standapera e influencer, Mar Tarrés.
Sabado, 24 de abril de 2021 19:17

Ha transcurrido más de un siglo desde entonces pero la nieta de María tiene sus rasgos; su rostro bello, pelo rubio, sus ojos claros. De hecho, que ese desparpajo que la caracteriza, esa habilidad para discutirle a la mediática mejor plantada no debe ser algo heredado de su abuela María.

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Ha transcurrido más de un siglo desde entonces pero la nieta de María tiene sus rasgos; su rostro bello, pelo rubio, sus ojos claros. De hecho, que ese desparpajo que la caracteriza, esa habilidad para discutirle a la mediática mejor plantada no debe ser algo heredado de su abuela María.


Aunque pensándolo bien, esa fuerza para hacer lo que siente que es lo suyo pudo haber estado en los genes de María; o de Pedro su abuelo y es por eso que hoy la tartagalense Mariana Tarrés (Mar Tarrés para el show bussiness) se abre paso en la televisión nacional o en el teatro con sus espectáculos de stand up de forma arrolladora.


Por esas alegrías que a los contadores de historias nos da el oficio más lindo del mundo, fue que hace algunos años María, la abuela de la standapista Mar Tarrés, supo contarme cómo fue que con su marido Pedro Tarrés llegaron a la Argentina; de cómo su compañero comenzó a sembrar algo que para la zona era un cultivo novedoso y un verdadero boom y cómo fue que lejos de su tierra y de sus afectos ambos pudieron construir una nueva vida desde los cimientos mismos y legarle todos sus logros a sus hijos y a sus nietos.

María había nacido en Esblada, un pequeño y apacible pueblo de España pero junto a su marido Pedro Tarrés, habían llegado al Cono Sur de América con la mayor de sus hijas siendo pequeñita, para vivir en una finca ubicada en las afueras de la localidad de Yacuiba.


En España ambos habían trabajado en los viñedos, en los olivares, y en las fábricas de vinos artesanales. Pero las heridas que provoca la guerra hizo que Pedro Tarrés decidiera elegir otro lugar muy lejos de Europa y donde reinaba algo que su tierra había perdido: la paz.


María me contó aquella vez que ella, de solo pensar que debía dejar su pueblo lloraba sin consuelo pero que Pedro, en las noches, soñaba despierto planificando todo lo que haría al llegar al norte de Argentina; o al sur de Bolivia porque esas eran sus opciones. Partieron del puerto Cabo de la Buena Esperanza y emprendieron ese viaje que duró 21 días.


Recordaba María como si el tiempo no hubiese pasado que cuando el barco llegó a la línea del Ecuador la tripulación organizó una gran fiesta; mientras Genoveva, la hija de ambos corría por el barco mientras el viento del océano movía sus trenzas largas y rubias, de lado a lado.


Cuando llegaron al puerto de Buenos Aires tomaron el tren que partía hacia el norte; el viaje también le fascinó a María porque veía esa pampa húmeda inmensa repleta de animales que pastaban en ese océano verde. Pero el tren siguió su viaje de varios días y conforme dejaba el centro de la Argentina ingresaba hacia el norte difícil, caluroso y agreste. Después de dos días y medio María y Pedro llegaron a la estación de Yacuiba en Bolivia, donde una pareja de españoles que residían hacía algunos años los estaban esperando.
 

Pioneros en el cultivo del maíz

Pedro Tarrés y María vivieron 12 años en Yacuiba y se establecieron después en Tartagal donde adquirieron otra finca ubicada al norte del pueblo. En la zona, Tarrés se dedicó también a la explotación de la madera pero su fuerte siempre fue la agricultura. Pedro tenía una gran inteligencia, una habilidad innata y cuando en la región el maíz no se conocía como un cultivo extensivo Tarrés logró imponerlo; por las noches solía hacer sus cálculos tomando como referencia la época en que el maíz se cultivaba en otras regiones, las lluvias o las sequías para determinar cuál era el mejor momento para preparar la tierra y sembrar las semillas.

La primera de las cosechas fue totalmente exitosa con lo cual pudo hacer un buen capital ya que la mayor parte fue destinada a la exportación. A esa finca le siguieron otras por lo que los cultivos de la firma se fueron diversificando: poroto, soja, maíz.

Tarrés fue el empresario local más importante en la actividad agrícola. Murió a los 84 años y María varios años más tarde. Pedro y María nunca dejaron de hablar entre ellos en catalán y a través de los años regresaron en muchas oportunidades a visitar a sus familiares y a recorrer esos pueblos de España que los vieron nacer.


Pero dejaron en el norte de Salta esa impronta y su aporte invalorable para hacer de los pueblos del norte, ese crisol de razas. Y esta historia llega a ustedes, contada por los artesanos de las letras de El Tribuno. 

 

La anécdota del agua con bichos

La anécdota de María de cómo conseguía el agua es la prueba de que aquellos inmigrantes las pasaron a todas. A metros de la casa donde fueron a vivir había un pozo de agua; y con una roldana y una piola extraía el agua oscura llena de unos bichos negros que la asqueaban toda vez que debía recoger el vital elemento.

María tomaba alguna camiseta vieja de Pedro y colaba el agua para separar los bichos; la dejaba reposar y luego la hervía un par de horas.
 

 

 

 

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