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La COVID dejó al desnudo el fracaso de la política

Domingo, 25 de abril de 2021 01:41

La pandemia es un grave problema, con efectos devastadores que se expanden por el mundo y que no se resolverán cuando desaparezca el virus. Lo más probable es que se profundicen.

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La pandemia es un grave problema, con efectos devastadores que se expanden por el mundo y que no se resolverán cuando desaparezca el virus. Lo más probable es que se profundicen.

La irrupción de la COVID-19 sorprendió a la humanidad, por las características genéticas del virus, para el que no había vacunas, pero además demostró las limitaciones del sistema sanitario en todo el planeta, especialmente en los países no desarrollados, como el nuestro.

Nada es ni será como antes, y la Argentina no se muestra en condiciones de afrontar el futuro, entre otras cosas, porque no sabe cómo abordar el presente.

La crisis sanitaria golpeó de distintas formas a los países, y la diferencia no estuvo tanto en el nivel de desarrollo de cada uno, sino en la capacidad de los gobernantes para afrontarla. En Estados Unidos, la principal potencia del mundo, la impericia y el primitivismo de Donald Trump causaron desastres humanitarios, agravados por un déficit del sistema sanitario sobre el que demócratas y republicanos no logran superar las peleas más mezquinas de la política. Pero la capacidad empresaria, el desarrollo tecnológico y, en última instancia, la fortaleza del Estado por sobre las rencillas entre banderías le permitieron afrontar este segundo año con superávit de vacunas.

No obstante, las perspectivas económicas globales son sombrías.

La Argentina se encuentra encerrada en un laberinto, con su economía destruida, su salud en crisis y la educación pública entrampada en la brecha social y digital.

La situación nacional se vuelve desesperante, porque la dirigencia política no tiene capacidad de respuesta y, en su incompetencia, detona cualquier posibilidad de diálogo o acuerdo, encerrada en una búsqueda desesperada de culpables ajenos de los propios fracasos.

El Fondo Monetario Internacional, con el que nuestro país debe renegociar el pago de la deuda, pronostica un futuro oscuro para nosotros, aconseja potenciar a las empresas "viables" y dedicar recursos "para ayudar a los niños a recuperar el tiempo de instrucción que perdieron durante la pandemia".

Lo diga quién lo diga, se trata de cuestiones de sentido común. El conflicto por el cierre de escuelas en el AMBA muestra las enormes limitaciones oficiales para dimensionar la importancia de la educación pública y el costo estructural a futuro de la paralización escolar.

Lo mismo ocurre en materia de políticas sanitarias. Ante la segunda oleada de la pandemia, las autoridades prometen reforzar las áreas de terapia intensiva. Queda claro que, en 13 meses de cuarentena, no se tomó ninguna decisión de fondo en materia hospitalaria, se ignoró por completo la situación de personas que padecen otras patologías de las que no se publican índices de mortalidad (oncológicas, neurológicas, o psíquicas, especialmente) y ni siquiera se dejó de lado la mezquindad política para optimizar la disponibilidad y la distribución de vacunas.

En materia económica, todo indica que, más allá de un modesto rebote previsible luego de una caída de casi el 10% del PBI, y de la prosperidad que vuelven a prometer los precios internacionales de la soja y el maíz, los problemas de fondo se seguirán agudizando.

Ante el crecimiento de la inflación, que pasará por arriba de las previsiones presupuestarias, solo se atina a repetir artilugios cambiarios y políticas que fracasaron durante toda la "década ganada", como el control de precios, el cierre de exportaciones de alimentos, el aumento de la presión impositiva y el avance implacable del gasto público sobre un PBI que tardará muchos años en volver a los niveles de 2017.

El país debe asumir que la realidad del mundo obliga a tomar medidas específicas e innovadoras. Las que se están adoptando muestran un retroceso de medio siglo.

Ningún gobierno logra sacar al país de la crisis que estalló hace dos décadas. La política está fracasando y nada indica que, en materia sanitaria, educativa, económica y social, la pospandemia vaya a ser mejor que esta anómala época en la que el virus monopoliza el discurso y sirve de pretexto para encubrir la incompetencia

 

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