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Doscientos metros de sabiduría popular en Cuba

En el callejón de Hamel, en La Habana, las palabras se hacen escuchar y los sones te hacen escribir.
Sabado, 03 de abril de 2021 17:06

*Por Israel Cinman, consultor estratégico motivacional

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*Por Israel Cinman, consultor estratégico motivacional

En el carrito silbador compro un cucurucho de maní y otro de plátano, el dúo inseparable para salir a explorar por las callejuelas entrañables llenas de cubanidad. La risueña Irina seduce con su sonrisa interminable para que el cono portador de maní se traslade a otras manos. Ella canta la canción del manicero como ninguna.Mientras que desde el balcón el “fabricante” de vino expende clandestinamente su brebaje. Esos asombros que te chocas en los recovecos de la mayor de las islas de las Antillas.
Es domingo en La Habana, el malecón contiene al mar, pero no a las infinidades de amantes que pasean esquivando el agua que invadió desde el Caribe.
Estoy llegando a uno de mis más preciados lugares de Cuba, allí mismo en la orilla de Barrio de Cayo Hueso, entre la calle Aramburu y Hospital, se encuentra el mítico Callejón de Hamel, la aorta del corazón cultural afrocubano.


Aquí el emprendedor Fernando Belleau Hamel género una barriada y en estos 200 metros también -gracias al pintor, escultor y muralista Salvador González Escalona- se montó un desfiladero de colores, símbolos, música, religión y todo lo que uno nunca se imaginaría.

Desde el Malecón mojado ya se pueden ver los dos tanques de agua avisando que algo raro pasa por aquí y un pórtico da la largada a los 200 metros más intensos jamás vividos.
Aquí la cultura afrocubana se hace presente en cada milímetro cuadrado. Aquí se plasma como en ningún otro lugar el encuentro de dos culturas: la negra de África y la blanca de Europa.

Y se puede ver cómo se sigue legitimando la integración... mientras los cubanos van bailando con las rubias europeas que vienen en busca de la intensa piel mulata y la interpenetración... no solo cultural.
Aquí podemos sentir el fenómeno de la interculturalización; por ende, la verdadera historia cubana, aquella en la que los negros del África, hablantes de la lengua bozal, fueron incorporando el español y expandieron sus creencias a la Virgen de la Caridad, o en la que los blancos empezaron a prenderle velas a Babalú Ayé y aprendieron a comer quimbombó.

Todo está representado en el callejón y para verlo basta ingresar en este templo de la integración y del homenaje viviente y recurrente. Aquí en el barrio saben algo fundamental: la cultura no nace en los teatros, solo llega allí cuando fue parida en los barrios con sus emociones, frustraciones, logros, amores permitidos y también de los prohibidos.
La cultura es el alma de los pueblos puesta en cada una de las artes y aquí hacen gala de ella y la muestran intensamente. Se baila afuera y adentro, debajo de la enredadera o del pequeño salón de ceremonias, donde nos apretamos para liberarnos o encontrarnos, dejando que la negritud y la blanquitud se fundan y refundan.


Me voy metiendo en cada pared y sus frases, en la bañera pintada, en la casa de las promesas y pedidos, en los bustos de Martí en la glorieta que no hace sombra a las pieles sombreadas... Los movimientos se hacen cadenciosos, los hombres se deslizan serpenteando con los sones de tambores que mueven hasta a los sordos.


De repente Nicolás Guillén se hace presente, declamado por un vecino que hace estremecer el alma con una entonación única:

“La balada de los dos abuelos

Lengua con punta de hueso,
tambor de cuero y madera,
mi abuelo negro.
Gorguera en el cuello ancho
gris armadura y guerrera;
mi abuelo blanco”.

Hasta hay un nganga, el lugar sagrado para la celebración de los ritos de la religión de Palo Monte, donde a través de los poderes naturales y los espíritus de los ancestros puedes generar magia de todos los colores. En el altar las piedras, los huesos y un cuerno tapado con el maestro santero inspiran las hojas de ruta futuras adivinadas o inspiradas.
Pero nada mejor que ver esta aquelarre vertiginoso de emociones. Vengan y asómbrense que nos quedan 200 metros de aprendizaje.

¿Te animarías a saber lo que te depara el destino?
Y si empezamos a ser interpelados por las palabras que encontramos en los grafitis...


¿Cuál es tu velocidad?
“La vida es un paso, la muerte es una carrera”. 


Seguimos a paso lento.
¿Realmente sabes que estás viviendo? ¿Qué te hace pensar que estás viviendo?
“No es mi calle, 
no es calle, de nadie, 
es nuestra calle,
donde de un solo misterio
que emanó colores una mañana
para vencer
con su viejo vence batalla.
En la puerta de manto
escribí tu nombre.
Tan lejano como la historia lejana
Tierra, piedra, fuego y agua
aquí está la prenda
para que aprendas
porque profano es quien oculta 
la verdadera palabra. 

El pez no sabe que existe el agua. 

Todo pueblo que se niegue a sí mismo está en trance de suicidio”.

Y las palabras taladran la existencia...

¿Si te sientas, podemos bañarnos juntos? Parece invitar una bañera que, adaptada, cumple la función de banco de plaza. 

¿Seguimos?
“Todo aquel 
que vende amor
es tan miserable
como el que lo compra”.

Y el gran José Martí, omnipresente: “Arte soy, entre las artes, y entre montes, montes soy”.

¿Y tú a quien le prendes velas?

“Soy así porque no le prendo una vela a Dios y luego otra al diablo, pero se la prendo al tiempo”. 

A esta altura ya hablamos solos... ¿ o con nosotros mismos?

“Si me ves hablando solo, no te preocupes 
son cosas que me preguntan
y sencillamente
doy respuesta”.

¿Y con la envidia qué sucede?
“La envidia es la peor de todas las brujerías”.

Hay que dejar de ser macho para ser hombre. 

“El camino del hombre
es un camino largo, duro y difícil 
a veces se muere varón 
sin llegar nunca a ser hombre”. 


Y las bellas negras en las calles le ponen música a cada paso de pensamiento exploratorio, solo como ellas pueden hacerlo. ¿Y los blancos dientes en la piel negra, el símbolo de la integración?


No hay texto que supere a los textos, contextos y pretextos de este rincón querido de la Habana heroica.
¡Ah, callejón de Hamel, qué imposible es recordar y olvidarte! 
¿Qué frase sabia te acompaña en el callejón de tu alma? 

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