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Un mural propone un niño silente con múltiples sentidos 

Heber Artaza completó el Distrito de Murales con una obra sin título. Este artista destacó la diversidad cultural que conlleva este proyecto municipal. 
Domingo, 04 de abril de 2021 15:27

Una obra sin título, del artista Heber Artaza, ya forma parte del Distrito de Murales, proyectado por la Municipalidad de Salta en el barrio Parque General Belgrano, en la zona norte de la ciudad. 

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Una obra sin título, del artista Heber Artaza, ya forma parte del Distrito de Murales, proyectado por la Municipalidad de Salta en el barrio Parque General Belgrano, en la zona norte de la ciudad. 

Con increíble realismo un niño cierra los ojos, firme en la voluntad de mirarse hacia adentro, las manos entrelazadas en un ruego perpetuo, de fondo haces de luz en tonos verdosos y encima de él, un globo rojo en forma de corazón, escapando hacia lo alto. A partir de ahora cada mirada que se pose sobre esta imagen volverá a un instante de plegaria y meditación atesorado y deseará que el niño consiga lo que ha pretendido. 

Con pocos fundamentos para adivinar qué acción a cambio de qué don le está prometiendo a qué dios, el transeúnte se sentirá empático con él, porque aunque en vano sea descartar las probabilidades de los deseos de la infancia, todos conocemos un poco de pretender alcanzar lo inalcanzable. 

El artífice, Heber Artaza, señaló a El Tribuno que venció la tentación de titular esta obra de gran porte consciente de cuánto significado, aspecto de símbolo y poder de comunicación quería invocar y velar. Por un lado, enunció que en esta ocasión había decidido, en un movimiento retrospectivo, amalgamar las diferentes series realizadas a lo largo de su carrera. “Yo empecé como muralista en el interior de la provincia. Luego mi obra viró hacia obras bidimensionales, cuadros de mediano y gran tamaño. Ahora vuelvo a acercarme al mural, a esta escala, y me pareció interesante trabajar uniendo diferentes series. Los elementos representan cuestiones simbólicas que a lo mejor me interesaban en ese tiempo y al unirlas les di una carga de sentido diferente”, señaló. Por otro lado, al habérsele dado total libertad para elegir un tema le pareció acertada la diversidad que plantea al espectador el Distrito de Murales, en el que dijo que subyace una riqueza enorme. “Cuando me preguntan a qué hago referencia con la obra, lo dejo a la libre interpretación de cada uno”, sintetizó. Agregó que su composición pictórica mide 13 por 7,5 metros aproximadamente y que le insumió unas dos semanas, durante las cuales lo elaboró con la ayuda de su hermano, Elías Artaza. El muralismo se ve desde las filas del público como un proceso dinámico de retroalimentación y originalidad. En palabras de Artaza: “Es un trabajo al que hay que encarar de otra manera, dados el tamaño y el esfuerzo físico y mental que conlleva. Uno se debe preparar para este tipo de proyectos. Fue muy interesante el proceso, sobre todas las cosas, convivir y apropiarse de un espacio tal vez, al dedicarle tanto tiempo. Es ser parte durante esas dos semanas de la vida del barrio, de todo lo que hace a la cultura, a la identidad de esa zona, que tiene sus particularidades”, explicitó.


La mayor virtud como práctica artística del mural tal vez sea romper los canales privados del mercado del arte, ampliar sus espacios y sus relaciones en la medida en que al localizarse en espacios públicos se vuelve arte público, se rebasa el límite de un grupo destinatario selecto. “Es importante entender que a través de la pintura mural se democratiza la cultura y se abre el juego hacia el espectador. Es apropiarse de un pequeño espacio y de un tiempo, del tiempo que le ‘robamos’, por hacer decirlo, a la persona que pasa y que sostiene el mural con la mirada. Cuando quitábamos los andamios pensaba en eso: en que la vida que tenga ese mural va a depender de las lecturas, las interpretaciones, la apropiación misma del vecino hacia la obra, también del cuidado que tenga”, reflexionó. Y al hacerlo, no solo hizo mención a la lectura pública de su obra a partir de su visión subyacente, sino a que en la calle se convienen otras reglas que en los museos y galerías no. 

“Se vuelve parte del día a día, de la ubicación espacial de los vecinos que pasan por ahí y se pueden reconocer cerca o no del mural y apropiárselo”, expresó Artaza. 

El artista también se refirió a su experiencia mientras imprimía colores, trepado a metros del suelo con una elasticidad circense. Señaló que el apoyo de los vecinos les llegó “a través de algún gesto, de traer agua o comida, de colaborar de todas las maneras posibles”. 

“Una vecina del frente del edificio me enviaba cada día fotos del proceso desde otra perspectiva de la que yo tenía desde abajo, y me guió un poco con el clima. En Salta tenemos esas variantes. Yo vivo en la zona sur y ella me informaba cómo estaba el clima en la zona norte para poder continuar con el mural. El trabajo al aire libre tiene esos desafíos también y hay que organizarse de alguna manera”, enunció. 

Otros moradores de la zona le proporcionaron sus números de contacto y de los edificios y las casas que habitan para candidatearse a ser parte del proyecto municipal. Artaza se mostró agradablemente sorprendido por este interés y constató que la misión estaba cumplida con creces. Para él la importancia del mural radica en que el artista se “plante” frente al espectador, lo invite a ser parte del desarrollo y la circulación de la obra. 

“Al integrar el día a día de la persona común al arte, la pintura mural se vincula con lo social. El modo de realizarla da ese resultado, es como si se impregnara de la identidad del lugar. El artista se vuelve parte de ese día a día en el proceso. Uno va resolviendo la obra de forma diferente una vez que está frente al muro. Es muy importante darle valor a un espacio público, que está deteriorado, o no, vandalizado y de alguna manera valorizar eso: que el espacio puede ser utilizado para este tipo de proyectos que suman mucho al patrimonio cultural”, concluyó. 

 

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