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Vi luz... y subí

Sabado, 15 de mayo de 2021 02:02

Mientras el papa Francisco creaba una comisión para investigar la posible excomunión de los católicos involucrados con las mafias en Italia, luego de su visita pastoral a Palermo y Agrigento en Sicilia, le llegó el pedido de audiencia de la Cancillería Argentina para el presidente Alberto Fernández. Pedido que generó una cierta incomodidad en la Santa Sede, ya que el Papa dio expresas instrucciones de no recibir candidatos políticos en tiempos electorales, como el que está viviendo nuestro país. 
El Papa está animando a los países para que liberen las patentes de las vacunas contra el COVID-19, y que se globalice la inmunización contra el coronavirus, beneficiando a las naciones más pobres del planeta. 
Hacia dentro de la Iglesia es un gran reformador con una revolución discreta que perturba a no pocos sectores católicos en el mundo y a sectores poderosos que viven de la pobreza, la miseria de los pueblos y las guerras. Francisco tiene como prioridad en la proclamación del Evangelio a todos los hombres y mujeres, ricos y pobres, marginados, abandonados, homosexuales, familias en nuevos formatos, sin discriminación de ninguna índole. Presenta la imagen de un Padre lleno de misericordia antes que las exigencias de los principios morales. El cambio de actitud del hombre dependerá de su proyección de eternidad, del conocimiento de un Dios que libera, protege, acompaña y respeta. Un cambio de adentro hacia fuera, nunca como imposición a la fuerza, por la presión del poder.
Esto le ha otorgado autoridad moral frente al mundo y a los estados, siendo considerado como uno de los mayores líderes mundiales a favor de la paz y la justicia. Su coherencia de vida y el carácter imperturbable, frente a las tormentas internas, fortaleció su liderazgo. 
El presidente Fernández sabía que en su gira por Europa tenía que detenerse a visitar a su compatriota argentino. Después del encuentro con el presidente francés, Enmanuel Macrón, partió hacia Roma para ser recibido por el Santo Padre. Ambos presidentes comparten con el papa Francisco la preocupación por el planeta y el calentamiento global, tema que estuvo en la agenda. 
Esta vez, no hubo sonrisas y ni rostros adustos, como los encuentros del Papa con los anteriores presidentes argentinos, pero sí hubo reclamos severos de Francisco al presidente Fernández. 
Al Papa no le es ajena la situación de pobreza que vive Argentina, con una inflación descontrolada, el crecimiento de los desocupados y de los que se quedan en situación de calle, por eso le suplicó que busque caminos, dentro de una sangrienta economía global, para sacar adelante este país. Pero no dudó en espetarle su enojo por la aprobación de la legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), que terminó de partir en dos a un país que intentaba sanar su grieta. 
El papa Francisco, hijo de inmigrantes que vinieron a la Argentina a comienzos del siglo XX huyendo de la guerra, el hambre y la pobreza sabe de qué habla cuando expresa su preocupación por los pobres. Las desigualdades e inequidad en nuestro país son síntomas de una sociedad enferma, signos de la cultura del descarte. 
La prostitución de la política comienza cuando se pierde de vista el bien común y se trabaja para sí mismo. Las formas son múltiples, trabajo esclavo, irrespetuosidad por las leyes laborales, prebendas, retornos, etc., unido a una ostentación grosera de los nuevos ricos e hijos del poder. 

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Mientras el papa Francisco creaba una comisión para investigar la posible excomunión de los católicos involucrados con las mafias en Italia, luego de su visita pastoral a Palermo y Agrigento en Sicilia, le llegó el pedido de audiencia de la Cancillería Argentina para el presidente Alberto Fernández. Pedido que generó una cierta incomodidad en la Santa Sede, ya que el Papa dio expresas instrucciones de no recibir candidatos políticos en tiempos electorales, como el que está viviendo nuestro país. 
El Papa está animando a los países para que liberen las patentes de las vacunas contra el COVID-19, y que se globalice la inmunización contra el coronavirus, beneficiando a las naciones más pobres del planeta. 
Hacia dentro de la Iglesia es un gran reformador con una revolución discreta que perturba a no pocos sectores católicos en el mundo y a sectores poderosos que viven de la pobreza, la miseria de los pueblos y las guerras. Francisco tiene como prioridad en la proclamación del Evangelio a todos los hombres y mujeres, ricos y pobres, marginados, abandonados, homosexuales, familias en nuevos formatos, sin discriminación de ninguna índole. Presenta la imagen de un Padre lleno de misericordia antes que las exigencias de los principios morales. El cambio de actitud del hombre dependerá de su proyección de eternidad, del conocimiento de un Dios que libera, protege, acompaña y respeta. Un cambio de adentro hacia fuera, nunca como imposición a la fuerza, por la presión del poder.
Esto le ha otorgado autoridad moral frente al mundo y a los estados, siendo considerado como uno de los mayores líderes mundiales a favor de la paz y la justicia. Su coherencia de vida y el carácter imperturbable, frente a las tormentas internas, fortaleció su liderazgo. 
El presidente Fernández sabía que en su gira por Europa tenía que detenerse a visitar a su compatriota argentino. Después del encuentro con el presidente francés, Enmanuel Macrón, partió hacia Roma para ser recibido por el Santo Padre. Ambos presidentes comparten con el papa Francisco la preocupación por el planeta y el calentamiento global, tema que estuvo en la agenda. 
Esta vez, no hubo sonrisas y ni rostros adustos, como los encuentros del Papa con los anteriores presidentes argentinos, pero sí hubo reclamos severos de Francisco al presidente Fernández. 
Al Papa no le es ajena la situación de pobreza que vive Argentina, con una inflación descontrolada, el crecimiento de los desocupados y de los que se quedan en situación de calle, por eso le suplicó que busque caminos, dentro de una sangrienta economía global, para sacar adelante este país. Pero no dudó en espetarle su enojo por la aprobación de la legalización de la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE), que terminó de partir en dos a un país que intentaba sanar su grieta. 
El papa Francisco, hijo de inmigrantes que vinieron a la Argentina a comienzos del siglo XX huyendo de la guerra, el hambre y la pobreza sabe de qué habla cuando expresa su preocupación por los pobres. Las desigualdades e inequidad en nuestro país son síntomas de una sociedad enferma, signos de la cultura del descarte. 
La prostitución de la política comienza cuando se pierde de vista el bien común y se trabaja para sí mismo. Las formas son múltiples, trabajo esclavo, irrespetuosidad por las leyes laborales, prebendas, retornos, etc., unido a una ostentación grosera de los nuevos ricos e hijos del poder. 


En Latinoamérica tenemos sobrados ejemplos de estas conductas que son generadores de violencia social. 
El Papa reclama a cada líder político a hacerse cargo de su función y de su pueblo. Fernández no fue la excepción en estos reclamos, transmitidos por Francisco como una gran preocupación. 
Esta preocupación compartida sobre la pobreza creciente de nuestro país, dio pie al presidente Fernández para solicitarle al Papa el apoyo del Vaticano en las gestiones de negociación de la deuda con el Fondo Monetario. 
La Iglesia que peregrina en Argentina ha contribuido de diversas maneras en esta lucha contra la pobreza en medio de una crisis sanitaria sin precedentes, aún así se han limitado las celebraciones religiosas en los templos, con interrupciones groseras en plena celebración. 
Más allá de la asistencia social, la religión le da contenido espiritual y esperanza a los sufrimientos y temores que trae consigo el contexto covídico de este tiempo. 
El presidente agradeció al papa Francisco esta labor y ambos compartieron la necesidad de una relación en armonía y respeto, entre la Iglesia y el Estado. 
La reunión de ambos líderes tiene muchos detalles en tiempo de duración y gestos. Pero hay detalles de espacio que pueden pasar desapercibidos para el común de la gente y son importantes para destacar; la reunión se desarrolló en la Biblioteca del Aula Pablo VI. La foto que difundió el equipo de prensa de la Santa Sede muestra un lugar que se puede comparar con una secretaría o despacho parroquial de cualquier local de la Iglesia en Argentina; un pequeño escritorio, sobrios sillones y espacio chico que contrasta con la suntuosidad de los salones palaciegos del Vaticano. 
La imagen de San José en un rincón y en el otro la Virgen de Luján fueron testigos de un encuentro sobrio, austero y sincero del Papa Francisco y Alberto Fernández en su calidad de Presidente de nuestro país, cuyos frutos podremos ver en breve tiempo.
 

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