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Falleció una monja misionera

Pertenecía a las Esclavas del Corazón de Jesús y cumplió su labor en África.
Domingo, 30 de mayo de 2021 02:19

A los 60 años falleció en Córdoba María Silvia Fiorentino, una monja misionera salteña de la congregación Esclavas del Corazón de Jesús.

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A los 60 años falleció en Córdoba María Silvia Fiorentino, una monja misionera salteña de la congregación Esclavas del Corazón de Jesús.

En 2011 publicó "África nuestra", un libro en donde se compiló una serie de cartas que ella misma fue escribiendo como experiencia de lo que vivió en la Misión Sagrado Corazón en Benin, África.

Este libro no fue pensado como tal sino que fue un rejunte de varios acontecimientos que cambiaron para siempre el curso de su vida. "Por pura necesidad de compartir, de contar, de llegar desde tan lejos a los que estaban cerca de la misión", aclara desde un comienzo.

María Silvia fue una de las impulsoras de llegar a suelo africano. Esta misión se funda en mayo de 1997, cuando arriban a Parakou, una ciudad de unos 150 mil habitantes. La promoción de la mujer, la primera evangelización y catequesis serían los pilares de la labor en África.

¿Pero qué la llevó hasta suelos tan lejanos? En una de sus cartas cuenta sobre sus líderes de su infancia, Jesús, Ghandi, Martín Luther King y Mandela. "Me metí en muchos líos. Siempre tenía una causa perdida entre mis manos, estaba alterada por alguna injusticia que salvar, me podían los sufrimientos de los demás, empecé a darme cuenta de que los políticos mentían y que no me llenaban las cosas que se podían comprar", señalaba.

En sus años de juventud decide ingresar a una congregación religiosa que muchos piensan que es reducir horizontes, pero María Silvia no lo veía así, "quería libertad y por eso me hice Esclava".

María Silvia no era monja de escritorio ni quería ser monja a medias, entonces reflotó un sueño de la infancia, su sueño de exploradora: África, que luego se tiñó de entrega de saltar fronteras y de abrir nuevos caminos para la Iglesia y el mundo. "Conocer y compartir con personas de culturas diferentes a la mía me hace crecer como ser humano, me ayuda a descubrir valores y posibilidades en todos, me demuestra que Dios está presente en todo y en todos de una forma oculta, silenciosa y permanente, que es posible pensar y ser distintos y sin embargo tener muchas cosas en común", había señala do.

 

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