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Habilidades que demanda la sociedad pospandemia

El mundo del trabajo se modifica todo el tiempo acompañando el escenario cambiante de la actual situación sanitaria. Sin embargo, ya están perfiladas las actuaciones profesionales que se valorarán en la llamada nueva normalidad.
Domingo, 30 de mayo de 2021 19:58

Por Israel Cinman, consultor estratégico motivacional

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Por Israel Cinman, consultor estratégico motivacional

En un mercado laboral que acusó y sigue acusando el fuerte impacto de la pandemia, la pregunta sobre cómo trabajaremos en la sociedad pos Covid-19 es un tema de análisis permanente. 

En los escenarios que se trazan, existe un amplio consenso incluso en medio de la incertidumbre reinante acerca de qué habilidades profesionales se valorarán en la llamada nueva normalidad.

De la mano de tendencias laborales que se instalarán, como el teletrabajo, y de la adopción de protocolos específicos en todos los ámbitos de la actividad económica, la flexibilización, la adaptación rápida a los cambios, la proactividad, la creatividad, inteligencia emocional, la empatía y la resiliencia aparecen en los primeros lugares de la lista de las competencias más necesarias.

“La combinación de saberes técnicos, y especialmente digitales, con habilidades vinculadas con lo conductual y lo emocional será una cualidad muy valorada e imprescindible para desenvolverse en el nuevo escenario laboral”, asegura el director del Servicio de Empleo AMIA (SEA), Ernesto Tocker, a la hora de responder qué profesionales requerirá el mundo pospandemia.

“Serán muy valoradas aquellas personas capaces por sí solas de resolver y solucionar las dificultades que se presentan. En este sentido, tendrán una mayor relevancia las capacidades llamadas blandas, como la de comunicarse asertiva y eficazmente, de lidiar con imprevistos o de actuar desde una visión integral y abarcativa para brindar las mejores respuestas”, advierten al unísono los especialistas mundiales.

Orientación a resultados puntuales 

Las nuevas rutinas de teletrabajo nos obligan a ser disciplinados, a aprender a manejar el tiempo, a establecer límites, a trazar objetivos diarios y evaluar luego resultados. 

La iniciativa propia es fundamental cuando se trabaja en casa y la cuestión presencial ya no impone por sí sola su dinámica. Saber pedir ayuda y apoyarse en otros hoy resulta tan esencial como demostrar cooperación ante el equipo. 

En este sentido, es fundamental el autoconocimiento porque permite identificar fortalezas y puntos de mejora, para saber en qué puedo contribuir generando valor y en qué 

puntos necesito colaboración. Enfocarse en el objetivo a cumplir resulta hoy una competencia clave para el trabajo. Tener en claro la meta contribuye a la eficiencia. Para ello, se requiere de una adecuada planificación.

Aprendizaje retroalimentativo

No hay organización ni empresa que no haya modificado su aspecto operativo. Sin previo aviso, fue necesario aprender nuevas formas de hacer las cosas, porque las recetas conocidas dejaron de ser efectivas. Este período de confinamiento obligó a incorporar nuevos saberes, aprender nuevas tecnologías y sumar nuevos insumos para hacer frente a la nueva realidad. El aprendizaje continuo será una constante.

Flexibilidad empática sistémica 

La pandemia nos desafió a aprender a manejar expectativas y emociones, a barajar y dar de nuevo ante los planes que teníamos pensados y que chocaron contra la realidad. 

La rigidez es inútil para actuar en este escenario cambiante. Ser flexibles ayuda a adaptarse rápido a los cambios y actuar en consecuencia.

Saber controlar y encauzar miedos, ansiedades e incertidumbres es una habilidad que hoy marca la diferencia. Desarrollar la resiliencia y contar con herramientas para manejar el estrés son capacidades necesarias que serán cada vez más valoradas.

Junto con el poder de escucha y la empatía, la capacidad de transmitir mensajes claros y precisos de manera asertiva resulta una cualidad cada vez más relevante en este nuevo escenario. La realidad nos enseñó que todos podemos contribuir, desde nuestro lugar, a aportar soluciones, si tenemos la capacidad de ver el todo, de desplegar una mirada sistémica que dé sentido a nuestro aporte particular dentro de un escenario más amplio. En estos tiempos, la respuesta que se necesita puede provenir de cualquier lugar.

Aquí en plena actividad

1. Orientación hacia resultados puntuales (ORP): es una competencia que se señala como requisito excluyente en la vida productiva tanto personal como organizacional. Pese a ser muy conocida, esta denominación es un tanto abstracta y puede resultar confusa. 

¿A qué se refieren exactamente cuando piden orientación a resultados y cómo se desarrolla esta competencia?

Lo que estás pensando seguro que se acerca bastante a la definición correcta de esta expresión. La orientación a resultados o, mejor, hacia los resultados se refiere a que el desempeño de las tareas vayan en consonancia con un determinado objetivo. 

Para ello se requiere una amplia visión de conjunto y conocer al detalle los procesos que conducen hasta una determinada meta. Todas las decisiones que se tomen en la fase de desarrollo tienen que estar dirigidas a alcanzar esa meta.

Esta cualidad se demanda porque incrementa los casos de éxito. Y esto se sabe porque se han llevado a cabo mediciones. Es decir, cuando se pone en marcha un proyecto en el que se ha trabajado orientado hacia los resultados, uno de los pasos será analizar lo que se ha ido consiguiendo en cada fase. Esto ayuda a determinar el cómputo total de recursos y tiempo que se ha consumido en ello. 

Si se ha trabajado teniendo en cuenta esta orientación, la eficiencia será mucho más alta.

Por otro lado, la orientación hacia los resultados es la capacidad que tienen quienes no se conforman con una realización simplemente correcta del trabajo, sino que quieren ir más allá, buscan la excelencia. 

Por este motivo es una competencia muy relacionada con la calidad. Pero esto muchas veces no se puede llevar a cabo de manera individual, pues se requiere de la coordinación de varios factores. Así pues, es muy importante para desarrollar esta capacidad contar también con equipos con cultura orientada a resultados.

Otra cuestión importante es cómo llevar a la práctica la orientación hacia los resultados.

La visión de una persona que trabaja orientada a resultados es la de quienes tienen mentalidad de estrategas. El proceso es altamente definido con fases no negociables, como:

1) Definir el objetivo. Esta va a ser la guía que determine todo el conjunto de acciones. Conviene reducirlo a una frase para poder aludir mentalmente a ella en cada ocasión. Pero también es preciso desarrollarlo para concretar detalles que deben ser tenidos en cuenta.

2) Hacer un mapa del proceso. Se trata de definir las distintas fases por las que va a atravesar el proyecto y con qué recursos se cuenta para la realización de cada una de ellas.

3) Calendarizar y asignar recursos. Se establecerá un tiempo determinado para la realización de cada fase. Por otro lado, con respecto a los recursos humanos y materiales que se requieren, se verá dónde se asignan, con cuáles se cuenta y qué poder se tiene de conseguir los que faltan.

4) Priorizar tareas. Es necesario clasificar las tareas en función de su prioridad e importancia. Cuáles son accesorias y pueden esperar y cuáles son clave y siempre tendrán que atenderse con urgencia.

5) Analizar cuando acabe cada fase y reajustar. Para ello es preciso definir unos indicadores de medición. Se lleva a cabo una recapitulación al final de cada fase y se ajusta la estrategia en función de las necesidades. La velocidad en la capacidad de reacción y adaptación será fundamental. 

Además, se verá si la asignación de los recursos invertidos y objetivos conseguidos es la adecuada. Por último, se analizarán los obstáculos que se han interpuesto y cuáles han sido los impulsores que permiten alcanzar la culminación de cada fase.

6) Aplicar las conclusiones y perseverar. Todo lo que se haya concluido a partir del análisis se tiene en cuenta para pasar a la siguiente fase o, si se ha llegado al final del proyecto, para próximos objetivos. En otras ocasiones, si se deben asumir riesgos se lo hará de una manera calculada. La perseverancia durante todo el proceso debe ser una constante.

¿Qué son los objetivos SMART?

Cuando se habla de objetivos SMART se hace referencia a un conjunto de metas muy concretas que se quieren alcanzar. Los objetivos SMART, modelo creado por George T. Dorian, se basan en un modelo que define unos objetivos inteligentes, posibles y eficaces. Precisamente, el acrónimo SMART hace referencia a las cinco característica que deben tener esos objetivos.

Este modelo se divide en diferentes pautas basadas en su propio nombre:

(S)pecific (específico): cada uno de los objetivos que establezcas debe ser lo más delimitado y acorde posible con tu negocio, para centrar tus esfuerzos en su consecución.

(M)easurable (medible), como dijo William T. Kelvin: “Lo que no se mide no se puede mejorar”. Eso ocurre con los objetivos. Estos deben estar unidos a un valor numérico.

(A)chievable (alcanzable): en este punto hay que ser honesto. Se trata de que los objetivos que fijes sean ambiciosos, pero también que sean posibles.

(R)ealistic (realista): relacionado con el punto anterior, se trata de establecer objetivos que puedas alcanzar con los recursos, tanto humanos como materiales, con los que cuente tu marca.

(T)ime-related (acotado en el tiempo): si se establecen unos objetivos se trata de cumplirlos en un determinado plazo, ¿no crees? Si es importante calendarizar las acciones de marketing que realizas, también lo es calendarizar los objetivos.

Ejemplo:

Aumento de seguidores en redes sociales y para ello:

(S) Aumentar la comunidad de mi marca en Instagram.

(M) Aumentar en un 50%, 6.000 followers más.

(A) Gracias al social media plan y campañas periódicas.

(R) Llegar a un target más amplio y mejorar la reputación online.

(T) Alcanzarlo en un año.

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