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Sigmund Freud, sus mujeres y los oscuros secretos del padre del psicoanálisis 

En su intimidad, mantuvo vínculos complejos y contradictorios; en su carrera, hubo mujeres que inspiraron su trabajo y cambiaron su vida.
Jueves, 06 de mayo de 2021 18:56

Sigmund Freud, nacido el 6 de mayo de 1856 y considerado el “padre del psicoanálisis”, tuvo un séquito de mujeres a sus pies y, si bien todos sus casos clínicos tuvieron su importancia, hubo cinco mujeres que fueron más que conejillos de India para el neurólogo. Cinco mujeres con las que mantuvo vínculos íntimos o profesionales y que dejaron huella en su trabajo, que lo inspiraron, que lo acompañaron y que, incluso, en algunos casos, se convirtieron en embajadoras del psicoanálisis en otros países.

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Sigmund Freud, nacido el 6 de mayo de 1856 y considerado el “padre del psicoanálisis”, tuvo un séquito de mujeres a sus pies y, si bien todos sus casos clínicos tuvieron su importancia, hubo cinco mujeres que fueron más que conejillos de India para el neurólogo. Cinco mujeres con las que mantuvo vínculos íntimos o profesionales y que dejaron huella en su trabajo, que lo inspiraron, que lo acompañaron y que, incluso, en algunos casos, se convirtieron en embajadoras del psicoanálisis en otros países.

En el libro ¿Qué quiere una mujer?, el escritor y dramaturgo Lázaro Droznes compone una fascinante ficción histórica sobre la relación entre Freud y las cinco personas que considera como las más importantes de su vida. “La gran paradoja de Freud es que como profesional es el primer ser humano que pudo escuchar a una mujer, pero en su vida personal era extremadamente rígido y conservador acerca del rol que debían cumplir las mujeres”. Sin embargo, el psicoanalista pudo desarrollar sus ideas gracias, en gran parte, a una red de mujeres que sostuvo tanto su hogar como su trabajo intelectual.

Martha Bernays (la esposa) 

Su esposa de toda la vida. La que le dio seis hijos y, tal como cuenta Droznes, consideraba a las teorías de su marido como “pornográficas”. El matrimonio solía discutir con frecuencia acerca de la supuesta obsesión con el sexo de Freud. Sin embargo, lo que se percibe en Martha Bernays es un cariño genuino. Un afecto por el que se mantuvo en las sombras y por el que le proporcionó una familia y la estabilidad cotidiana para poder desarrollar sus ideas. Incluso soportó en silencio que su marido tuviera una aventura con su hermana.

La pareja se casó en septiembre de 1886, en una ceremonia por el rito judío. Estuvieron juntos más de 50 años. Dejaron de intimar como pareja después del nacimiento de Anna, cuando Martha dijo que no estaba en condiciones de seguir criando hijos. A partir de ese momento, dejaron de tener relaciones sexuales para sostener un vínculo de amistad.

Minna Bernays (la cuñada) 

Minna convivió con la familia Freud durante 40 años y compartió con “Sigi”, tal como lo llamaban los íntimos, una relación carnal, además de ofrecerle un espacio intelectual para debatir sus ideas. En definitiva, reemplazaba a su hermana en las tareas que no le interesaban y que llegaba a despreciar.

Durante años, el vínculo fue una verdadera incógnita para los historiadores, hasta que un registro en un hotel de Suiza que apareció en 2006 terminó por confirmar la infidelidad de Freud con su cuñada. La pista fue descubierta por el sociólogo de la Universidad de Heidelberg, Franz Maciejewski, y más tarde fue reproducida por el diario alemán Frankfurter Allgemeine, quien sacó a la luz la historia que revela una de las aristas más oscuras del psicoanalista.

La ficción histórica de Droznes cuenta también que Minna habló directamente con el psiquiatra suizo Carl Jung acerca de su amorío con Sigmund. Jung, de hecho, alguna vez hizo mención a ese conocimiento, aunque la mayoría de los historiadores lo negaron por falta de pruebas.

Lou Andreas Salomé

Su nombre resuena por sí solo. La ensayista, crítica y novelista fue una mujer adelantada a su época y cuando conoció a Freud, en 1911, era más famosa que él. Su amistad con el psicoanalista le generó a Minna, su amante, celos y contradicciones. En la historia se considera que Salomé fue una musa y femme fatale que supo inspirar a muchos hombres.

Amiga cercana de Nietzsche, el filósofo la consideraba como “la persona más inteligente” que conoció en su vida. Salomé también fue amante del poeta Rainer Maria Rilke, quien aseguró que era una “mujer extraordinaria” sin cuya influencia “todo su desarrollo no hubiera podido tomar los caminos que le han llevado a muchas cosas”. Mantuvo un estrecho vínculo con todo el ambiente intelectual europeo de principios del siglo XX.

Estudió filosofía e historia en la Universidad de Zurich y cuando se entrevistó por primera vez con Freud lo hizo como paciente y no como colega, aunque con el tiempo, debido a su talento genial, llegaría a serlo. Al principio, Lou se analizó con Sigmund, pero pronto llegaría a ser su mejor aprendiz. En una carta dirigida a Karl Abraham, Freud escribió acerca de ella: “Nunca he conocido a una persona con una comprensión tan profunda y sutil del psicoanálisis”. Tan brillante la encontró que Salomé se transformó en la única mujer aceptada en el Círculo Psicoanalítico de Viena.

Marie Bonaparte

En 1925, llegó al consultorio de Freud en busca de ayuda para curar su supuesta “anormalidad orgásmica”. En paralelo a la terapia, en busca de soluciones, se operó el clítoris tres veces con el objetivo de acercarlo lo más posible a la vagina y obtener así un orgasmo vaginal. Las cirugías tampoco resultaron. Sin embargo, continuó con su terapia y terminó llevando el psicoanálisis a Francia.

Descendiente directa de Napoleón y tía política del recientemente fallecido Felipe de Edimburgo, la princesa Marie Bonaparte fue una pionera en la investigación sexual en el siglo XX. Marie estaba interesada en el orgasmo femenino y se apasionó por el psicoanálisis. Fue paciente, alumna, amiga y hasta salvadora de Sigmund Freud. Fue ella quien lo convenció de irse de Viena cuando los nazis invadieron Austria y quien lo acomodó en Londres, donde vivió los últimos años de su vida. De hecho, sus cenizas descansan en una urna que la misma Marie le regaló.

La princesa descubrió en la sexualidad femenina un espacio donde encontrar sentido. A los 20 años tuvo que casarse con Jorge de Grecia y Dinamarca, y aunque su matrimonio duraría medio siglo, Marie enseguida se dio cuenta de que los verdaderos deseos de su esposo estaban puestos en su tío. Tuvieron dos hijos: Pedro y Eugenia.

Marie se dedicó a buscarse sus propios amantes y sufría por su supuesta frigidez. En 1924 publicó el trabajo Notas sobre las causas anatómicas de la frigidez en las mujeres bajo el seudónimo A.E. Naranji. En un fragmento del libro de Droznes, este hecho se ve representado cuando Bonaparte le cuenta su experimento a Freud: medir la distancia entre el clítoris y la vagina para concluir que a una distancia más corta aumenta la probabilidad de experimentar un orgasmo por penetración. Para probar su hipótesis, midió esta distancia en más de 240 mujeres en la década de 1920 en París, según consigna la BBC.

Anna Freud

Fue la gran heredera de Freud, la que hizo un gran avance en psicoanálisis infantil, la favorita de su padre quien, sin embargo, no le perdonó ser lesbiana. De ahí que, en contra de las reglas definidas por el mismo Freud, cuenta Droznes, “se sometió a un tratamiento para supuestamente curar su lesbianismo, considerado en ese momento como una enfermedad”.

A pesar de haber estado excluida de la familia durante la infancia -fue criada por otra mujer-, Anna fue la única que continuó con el legado de Sigmund Freud. A los 13 años se colaba en las reuniones semanales de su padre sobre ideas psicoanalíticas. Nunca se casó y pasó toda la vida con Dorothy Burlingham, la nieta del fundador de la compañía Tiffany. Anna extendió el psicoanálisis en el Reino Unido.

El reconocimiento más grande que recibió de su padre fue uno de los anillos de oro que poseían los miembros del Comité de los Siete Anillos que se creó en 1912 y dejó de ser secreto en 1927. Sus miembros fueron Ernest Jones, Karl Abraham, Hanns Sachs, Otto Rank, Sandor Ferencz y, claro, Sigmund Freud.

Dice Freud: “He estado leyendo acerca de la cocaína, el componente esencial de las hojas de coca que algunos indios mastican para poder resistir las privaciones y dificultades. Un alemán la ha estado empleando para sus soldados, y ha informado que, en efecto, aumenta la energía y la capacidad para la resistencia”. Freud buscaba comprar cierta cantidad de cocaína, “y la ensayaré en los casos de enfermedad cardíaca y en los de agotamiento nervioso”.

Pidió una cantidad a la casa Merck, de Darmstadt, pero era carísima. Compró un gramo, y probó en él mismo los efectos de un vigésimo de gramo. Comprobó que su mal humor se había trastocado en alegría, que tenía la sensación de haber comido bien, sin disminuir la energía con la que encaraba su trabajo. Se le ocurrió que la droga actuaba como un anestésico para el estómago y la ofreció a su amigo Ernst von Fleischl-Marksow, un profesor brillante que padecía los resabios de un neuroma, de la amputación de su dedo pulgar y de la regeneración descontrolada e ineficaz de los tejidos que lo llevaría a una muerte lenta y dolorosa: era un adicto a la morfina y Freud le ofreció sustituirla por cocaína.

Consumidor de cocaína

Freud buscó con cierto ahínco el éxito profesional. No nos pongamos freudianos, pero quería hacerse de un nombre, descubrir algo importante en el terreno de la clínica o de la patología médica, un éxito que le permitiera abrirse camino en la práctica médica privada. En 1884 se interesó por la hasta entonces poco conocida cocaína. En una carta del 21 de abril de ese año, da la noticia de “un proyecto terapéutico y una esperanza”.

El entusiasmo de Freud iba en aumento, la consideraba una “droga mágica”, la ofreció a su mujer, Martha, “para hacerla fuerte y dar color rojo a sus mejillas”, la ofreció a sus amigos, a sus colegas y a sus pacientes. Escribió sus experiencias en Uber coca (Sobre la coca), y empezó a recibir las primeras críticas aceradas de sus colegas, incluidos los miembros del Club de Fisiología que en su momento lo habían elogiado. Fleischl-Marksow se convirtió en un adicto a la cocaína y murió en 1891. 

Los informes sobre adicción e intoxicación cocaínicas produjeron alarma en Alemania y Freud, que se había propuesto crearse un nombre como sanador de los males nerviosos, era acusado de haber desatado sobre el mundo lo que sus críticos llamaron “el tercer azote de la humanidad”. Freud abandonó las experiencias con la cocaína, aunque la usó en sí mismo cuando el cáncer lo puso entre la espada y la pared.


FUENTE: Cecilia Acuña (LA NACIÓN) - INFOBAE 

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