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Memoria, olvido y usos del pasado

Jueves, 17 de junio de 2021 02:57

Historia, memoria, olvido, integran las representaciones del pasado y cobran en perspectiva comparada, una importancia renovada. La memoria es un objeto histórico. Pierre Norá habla de "los lugares de memoria" como espacios de reflexión. Hay quienes -como Henri Ruso- la asocian a la noción de trauma (concepto que viene de la medicina) usando categorías del psicoanálisis. Cualquiera sea la interpretación, la memoria (individual o colectiva) se inscribe en un pasado coherente y da sentido a los hechos. Ser parte de una misma historia incluye pertenencia, identidad y en medio de las conmemoraciones de los hechos fundacionales de la Nación Argentina y sus protagonistas, es importante reflexionar acerca de esta ecuación. (1)

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Historia, memoria, olvido, integran las representaciones del pasado y cobran en perspectiva comparada, una importancia renovada. La memoria es un objeto histórico. Pierre Norá habla de "los lugares de memoria" como espacios de reflexión. Hay quienes -como Henri Ruso- la asocian a la noción de trauma (concepto que viene de la medicina) usando categorías del psicoanálisis. Cualquiera sea la interpretación, la memoria (individual o colectiva) se inscribe en un pasado coherente y da sentido a los hechos. Ser parte de una misma historia incluye pertenencia, identidad y en medio de las conmemoraciones de los hechos fundacionales de la Nación Argentina y sus protagonistas, es importante reflexionar acerca de esta ecuación. (1)

El interés por la reflexión epistemológica es un valor creciente en la disciplina histórica, especialmente en relación con la necesidad de desmitificar las certidumbres consagradas. Los hechos no se imponen por sí mismos, las verdades de la historia no son eternas, porque la historia siempre es escrita por historiadores inmersos en un tiempo y un medio que influyen en la explicación de los hechos que él nos proporciona. Las representaciones del pasado se hacen siempre desde el presente.

La jerarquía científica de la historia se relaciona con su función social (y por supuesto, también política), porque se vincula con el fundamento de la identidad nacional, del espíritu crítico y de la ciudadanía, que -según Antoine Prost- sólo se puede construir a partir de un "régimen de verdad", no exento de opinión.

Durante los años de 1970 la "verdad absoluta" es puesta en cuestión. Michel Foucault aborda -bajo la influencia del espíritu del 68 francés- una postura desmitificadora y denuncia una suerte de "golpe de Estado" por parte de la historia y de los historiadores, para imponer a los lectores una determinada visión del mundo. La "linguistic turn" (giro lingüístico) americana, refuerza poco después estas críticas aplicando a los escritos históricos sus métodos críticos. Los historiadores resultan a la luz de esta evaluación, sólo generadores de un discurso sobre el pasado.(2) Pero la respuesta de los historiadores es inmediata y sostiene que el relato histórico no sólo está sujeto a reglas lingüísticas y literarias, sino que se caracteriza por su reporte de la realidad pretérita.

 

La mayoría de los historiadores descreen de las grandes interpretaciones y juzgan imposibles las síntesis ilusorias que ponen en peligro una historia comprensiva. La pluralidad de interrogantes, la diversidad metodológica y la variedad de fuentes, ponen en el escenario de la historia un mosaico de verdades que no son necesariamente complementarias y acumulativas.(3) No es extraño entonces que historia y política renueven un contacto que le es propio y que reconoce lejanas raíces. Es a través de la memoria colectiva -y también del olvido- cuando se puede formalizar un uso determinado del pasado y las conmemoraciones son parte de ese binomio. (4) La memoria es la presencia del pasado en el presente, mediante la transmisión y no es ajena a los portadores (K. Pomian)

La identidad, por su parte, tampoco es simple y espontánea. Es una construcción histórica y por esa razón hay acontecimientos del pasado que se comprenden progresivamente. No sólo es objeto de estudio su constitución, sino su evolución y aun su desaparición, enmarcadas en un sentimiento de incertidumbre, en una "crisis del futuro" (K. Pomián) o "crisis de las utopías" que afectan hoy a la sociedad. (5) Memoria e historia, están jaqueadas por la incertidumbre y se vislumbra una tendencia a simplificar las explicaciones pretéritas. Puede hablarse en este sentido de una relectura ideológica del pasado, donde los vectores de memoria (los individuos como receptores) operan como ejes de esa transmisión.

La memoria oficial, alude a una cierta interpretación del pasado; que es a la vez, construcción social y construcción histórica. Su expresión es la historia patria, como un relato consagrado, una imagen del pasado que se intenta forjar (monumentos, libros, emblemas, conmemoraciones). Este proceso se da tanto en regímenes autoritarios, que construyen la memoria con un imperativo de control social; como en regímenes democráticos, que suelen hacerlo a través de la instrucción pública (manuales, libros de lectura). Esta versión oficial de la historia suele tener un aspecto mítico, que se hace evidente al intentar construir la identidad de un país después de un pasado traumático, cuando se suele olvidar la realidad factual, porque la guerra civil destruye el pacto político y social de una Nación.

Existe una política de memoria, como hecho simbólico (los hombres que construyeran el pasado fundacional de la Nación, por ejemplo) y en consecuencia hay una dimensión política de la memoria que no sólo pertenece a los gobiernos, sino a la Iglesia, los partidos políticos, las organizaciones, la ciudadanía. Se trata de una utilización de la memoria para forjar una construcción del pasado, porque la continuidad es un aspecto central de toda política. La memoria nacional, como política propone una interpretación del pasado, que como proceso invita -al menos- al debate de ideas. Existen memorias estructuradas: que tienen una lógica, refuerzan la identidad y la autoestima y otras que no lo son, es decir, una memoria pública, fluctuante, compartida sólo por una parcialidad de la sociedad, que -por cierto- se reflejan en los hechos conmemorados o no.

La memoria se inscribe en el espacio y reconoce estratos. La Argentina construye su idea e imagen de un país nuevo, suprimiendo del escenario identitario varios monumentos colo niales, por ejemplo, para expresar el corte con el pasado hispano de la con quista y la colonización.

Los monumentos también son una forma de apropiación del pasado, aunque un mismo lugar físico puede evocar varias memorias. 
Es necesario reconocer que hay un uso político del pasado dominado por la memoria. Ocurre, por ejemplo, con la histórica Plaza de Mayo, símbolo de concentraciones populares de todo tipo y en cualquier circunstancia histórica. 
La presencia de monumentos patrimoniales también indica la presencia del pasado, que debe ser elaborado para impedir el olvido y la impunidad que rompe los lazos sociales. Lo importante es evitar el arraigo de la memoria mutilada, es decir, la que omite aspectos esenciales del pretérito.
Memoria y olvido son inseparables. Están en lucha y a partir de la memoria ejemplar recupera del pasado las bases fundacionales de la Nación, mientras olvida los hechos fragmentados que no construyen la identidad nacional. 
Pero también hay una política deliberada de olvido que suele ampararse en la amnistía para reconstituir el pacto social. No sólo hay usos de la memoria, también hay usos del olvido. El olvido cumple -como la memoria- fines de uso positivos y negativos. En ocasiones, se presenta como “olvido elegido”, es decir, el que practican los mismos protagonistas de los pasados traumáticos. Las conmemoraciones indican cómo la Nación utiliza la memoria y el olvido, porque se basa en un pasado común. Con ambos se pueden construir puentes o murallas a través de la historia, que en ningún caso es un hecho automático, ni un terreno neutral a la hora de legitimar la identidad colectiva y de una Nación. 

 La función de la historia

    ¿Cuál es hoy la función de la historia? En medio de la incertidumbre asociada a estos tiempos de pandemia, contribuir a la construcción de certezas. Los medios de comunicación pueden ayudar a destruir o afianzar una conciencia histórica y aun el humor forma parte de la resistencia, porque un adversario difícilmente sobrevive al ridículo. Memoria e identidad se imbrican en los imaginarios colectivos. A través de estos ciclos de memoria hay una nueva manera de entender la política y traer al presente -sin amnesia y sin nostalgia- la gesta de los hombres que participaron de los hechos fundacionales de la Nación, sin “ilusión biográfica” (6) y en tanto discusión ética más que política, como ocurre con el bicentenario de la muerte de Miguel Martín de Güemes, en este complejo año 2021. Las representaciones del pasado no son arbitrarias, son tributarias del presente y conforman un universo en sí mismas.
La historia teje con el relato y los datos de la realidad, una trama, una cadena, una red; pasando de una estructura argumentativa a otra, recurriendo a todos los métodos posibles, para distinguir mitos y realidades, lo simbólico y lo fáctico de algunos perfiles del pasado de los argentinos. (7) Las conmemoraciones forman parte de ese entramado, cuando no hay dudas que más allá de la singularidad de los tiempos y de los regímenes políticos vigentes, “la lucha por el poder es también la lucha por la palabra”. (Teun van Dijk)

 * Investigadora Superior Emérita del CONICET.Profesora Emérita de la Universidad Nacional de Quilmes
(1) Para ampliar reflexiones entre memoria y conocimiento histórico: Josefina Cuesta Bustillo (editora): Memoria e Historia, Madrid, Marcial Pons, 1998.
(2) Antoine Prost: “Histoire, vérites, méthodes. Des structures argumentatives de l¿histoire”, en Le Débat 92, Paris, Gallimard, nov.-dec. 1996, pp. 127-140.
(3) Pueden consultarse: Jean Boutier et Dominique Julia (dir.), Passés recomposés. Champs et chantiers de l°Histoire, Paris, Ed. Autrement, Série mutations 150-151, janvier 1995. Bernard Lepetit (dir.), Les formes de l°expérience. Une autre histoire sociale, Paris, Albin Michel, 1995. 
(4) Jacques Revel, “Micro-análisis y construcción de lo social”, en Anuario IEHS 10, Tandil, IEHS/ Facultad de Ciencias Humanas de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, 1995, pp. 125- 143. Un estudio más exhaustivo de la temática en : Jacques Revel (dir.), Jeux d°échelles. La micro-analyse à l°expérience, Paris, Hautes Études, Gallimard/Seuil, 1996. Sciences Humaines 100, “Le renouveau des sciences humaines”, París Décembre 1999, pp. 58-60. Giovanni Levi: Microhistorias, Bogotá, Universidad de los Andes. Facultad de Ciencias Sociales, 2019.
(5) Bruno Groppo, “Traumatismos de la memoria e imposibilidad de olvido en los países del Cono Sur”, en Bruno Groppo y Patricia Flier (comp.): La imposibilidad del olvido, La Plata, Ediciones Al Margen, 2001, pp. 1942. 
(6) Pierre Bourdieu: “L’illusion biographique”, en Actes de la Recherche en Sciences sociales 62-63, junio de 1986, 69-72.
(7) AAVV: Entre el pasado y el presente. Historia y memoria, Madrid, Universidad Nacional de Educación a Distancia, 1999.
 

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